¡Comunismo!

Conferencia de prensa matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador en el Palacio Nacional.

Ni los socialistas ni los liberales ni los socialdemócratas hubieran imaginado tantos ataques por parte de una televisora privada y de sus bufones, al intentar denostar los libros de educación y encerrarlos simplemente en “es el comunismo”. Ese fantasma que desde mediados el siglo XIX recorrió Europa y partió en dos las ideas y las prácticas; el pasado y el futuro laboral; pero que a partir de 1991 dejó de ser el azote del capitalismo moderno. Sin embargo, para la derecha la palabra sigue siendo el sostén, defensa y pretexto para llevar agua a su molino, propiciando la confusión, exagerando la crítica, e incluso, imitando la hoguera nazi, la noche en la cual el ministro de la propaganda Joseph Goebels ordenó quemar libros judíos. Esto fue uno de los efectos de la campaña anticomunista llevada a cabo por la televisora privada que “resucitó” el comunismo para intentar llevarlo hacia propósitos de manipulación política y propaganda electoral.

Podría resultar algo extraño el hecho de que en el siglo XXI sectores de la derecha retomen al “comunismo” para acusar al gobierno de la 4T, porque el principal ataque de ellos se centraba -y se centra- en la demonización del “populismo”, también así de general. Con la ofensiva mediática la televisora polariza más los sentimientos antimorena y coloca en la arena electoral otro ring creado por ella, atisba frustraciones y trae a la memoria histórica los pleitos entre, por ejemplo, la Iglesia y el Estado, durante la guerra cristera, o con los empresarios, durante el echeverrismo.

Muchos podían pensar que el comunismo como propuesta desapareció, porque los medios se encargaron de ello, a no ser que se le mencione como una época totalitaria y antidemocrática de la humanidad; también es cierto que el denominado “socialismo real” no existe más. Al respecto, la lucha entre los dos sistemas ideológicos durante más de un siglo, fue “ganada” por el capitalismo, en actualidad aún vigente. La desintegración de la URSS significó una derrota del socialismo real por parte de Occidente. Además, la URSS perdió varios territorios -como Ucrania- disminuyendo su poder territorial que había logrado después de la segunda guerra mundial y sus enclaves mundiales, como, por ejemplo, Cuba.

Por mucho tiempo el comunismo fue un arma ideológica para al anticomunismo. La versión genocida para combatirlo a muerte fue lo que en América Latina se denominó “la guerra sucia”, una política de Estado para exterminar a todos los comunistas bajo la dirección de las dictaduras militares patrocinados muchas de ellas por Estados Unidos. El experimento más acabado de esto, que no el único, fue, como debemos recordar, el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1971 -fecha que coincide con la de los atentados en New York en 2001, cuya finalidad fue desmemorizar el golpe-, en Chile contra un presidente socialista, aunque apoyado por los comunistas chilenos.

Se requiere de más elementos y seriedad para mostrar no una caricatura de una doctrina política profunda. La última vez que supe del comunismo como protesta fueron las pancartas de los seguidores de Trump, aunque se continúa usando en otros contextos. Durante el uso y manipulación de un estigma de la guerra fría, la propaganda oficial se encargó de ponerle a lo que supuestamente era una “amenaza” a la seguridad nacional norteamericana; en cambio, la televisora azteca no pasó de ser una mala copia del macartismo.

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