Chiltak Erasto Urbina
Por Juan González Esponda
Don Erasto Urbina García nació el 3 de agosto de 1899 en San Cristóbal de Las Casas. Su niñez y juventud la vivió también en esta ciudad desempeñando diversas actividades productivas. Del 16 de septiembre de 1928 a diciembre de 1935 fue agente de migración y en 1932 participó en la comisión enviada por el Gobierno Federal para investigar las condiciones de trabajo de los tseltales y tsotsiles en las plantaciones cafetaleras, pues era hablante de esas lenguas. La comisión documentó el sufrimiento de los trabajadores y desde entonces Urbina intercedió ante las autoridades locales para defenderlos de los contratistas y de los conductores.
Durante la campaña del general Lázaro Cárdenas, don Erasto Urbina se unió a ella y dos años después, el 19 de septiembre de 1936, fue nombrado oficial de migración, con la misión de informar al Gobierno Federal sobre las condiciones de trabajo de los alteños. A finales de ese año asumió la gubernatura del estado el ingeniero Efraín A. Gutiérrez con quien don Erasto había establecido fuertes nexos por lo que a iniciativa del gobernador y el apoyo directo de la Presidencia de la República, constituyó el Sindicato de Trabajadores Indígenas (STI) el 24 de diciembre de 1936 en la finca cafetalera Maravillas, ubicada en el municipio de Huehuetán, en la región del Soconusco.
El 6 de febrero de 1937 fue nombrado Jefe del Departamento de Acción Social, Cultura y Protección Indígena, una institución que había fundado el gobernador Victórico Grajales, cargo que desempeñó hasta 1939. Desde el Departamento emprendió una vigorosa campaña educativa[1] para lo cual envió a 250 profesores a las comunidades de los Altos; promovió comités agrarios y entre 1936 y 1944 logró la creación de 53 ejidos en la región en beneficio de unas 60 mil familias indígenas.
En lo político, impulsó la sustitución de ayuntamientos mestizos por indígenas, en Chamula, Chenalhó, Zinacantán, Tenejapa, Amatenago del Valle, Huixtán, etcétera. En su mayoría, quienes ocuparon los ayuntamientos fueron jóvenes educados en la Escuela para Indígenas del Distrito Federal así como en un internado que ya funcionaba en San Cristóbal. Además de estas acciones impulsó la obra pública: caminos, escuelas, casas de salud, etcétera, que contribuyeron a integrar la región que ahora denominamos Altos de Chiapas.
Entre 1938 y 1942 ocupó una curul en el Congreso del Estado al tiempo que velaba por el buen funcionamiento del STI que estaba bajo control del Departamento. En 1939 compró y construyó galeras en La Cabaña para que se hospedaran los indígenas. En 1942 ya había donado este terreno y funcionaba en él la Casa del Indígena. Cuando se fundó el primer Centro Coordinador del INI en San Cristóbal se construyeron sus oficinas en este lugar que ya era conocido como La Cabaña.
Fue electo presidente municipal de Las Casas durante los años 1943 y 1944. El primero de enero de 1944 el gobernador del estado, doctor Rafael Pascacio Gamboa, lo nombró jefe de la Delegación de Protección Indígena y Agencia de Colocaciones. Un mes después, el primero de febrero del mismo año, fue designado jefe del Departamento de Acción Social, Cultura y Protección Indígena, como reconocimiento a su invaluable labor en pro de los indígenas y por su presencia en el PNR.
Obligado a abandonar Chiapas, se desempeñó como “Taquígrafo de Taquigrafía Parlamentaria y Diario de los Debates”, en el Congreso de la Unión; como Inspector de Salud en Tijuana, y a su regresó a Ciudad Las Casas fue Asesor Técnico de Acción Social, un cargo que don Alfonso Villa Rojas, director del Centro Coordinador Indigenista en San Cristóbal, le ofreció en 1956 por “sus altas cualidades de idoneidad, dinamismo y profunda devoción a la causa del indigenismo”. Fue asimismo Promotor de Bienestar Indígena del gobierno del estado, un cargo que desempeñaría casi hasta el final de su vida.
Don Erasto ocupó el cargo de Venerado Maestro en la logia masónica que funcionaba en la ciudad. El 14 de noviembre de 1959 falleció en San Cristóbal de Las Casas; su desaparición física significó también el fin de una época. No obstante, la acción de don Erasto ha quedado en la memoria de los indígenas hasta nuestros días.
[1]Impulsó la reapertura de la centenaria Escuela de Derecho.
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