Ingreso

El general Glen D. VanHerck, comandante del NORTHCOM con los mandos navales y militares mexicanos. Foto: US NORTHCOM

En días pasados una breve nota informó sobre el ingreso de 11 militares norteamericanos a México. El mismo presidente Obrador se encargaría de comunicarlo enviando la solicitud al Senado para formalizar esa entrada de personal castrense extranjero. Este permiso militar es parte de los acuerdos entre el Comando Norte de Estados Unidos y las Fuerzas Armadas Mexicanas -FAM-, que han hecho después de siete Mesas Redondas de Cooperación Bilateral Militar. Hay que recordar estos acuerdos son corresponsables, tanto en el Alianza para la  Seguridad Para América del Norte -ASPAN con Fox- como en la Iniciativa Mérida -Peña, Calderón- , ésta última la actualidad desaparecida pero sustituida con estas Mesas Redondas que se inscriben en espacios de diálogos para tener mayores acercamientos, aunque realizados durante ya varias décadas, incluso a partir de la Segunda Guerra Mundial. O sea, la cooperación militar entre ambos países no es nueva pero tampoco tan vieja, debido a cierta y legítima reticencia histórica mantenida por las FAM hacia su ambicioso vecino del norte. Sin embargo, esto tampoco quiere decir que la cooperación sea muy amplia si se compara con otros países del Hemisferio Occidental; tampoco que sea una práctica aislada de parte de México, ya que todo forma parte de una compleja política de seguridad Hemisférica presidida, patrocinada e influenciada por el Pentágono, a por medio del Comando Norte y el Comando Sur, las dos proyecciones geográficas que forman parte de la estrategia norteamericana que incluyen la geopolítica, la geoeconomía y la geoestrategia y su interés de reforzar los accesos, vigilancia y control a territorios donde los recursos naturales se vuelven prioridad, para el lenguaje militar, de seguridad nacional, debido a la presencia china y rusa en asuntos de seguridad con algunos gobiernos, lo que ha hecho mostrar los propósitos de la doctrina monroísta.

Las otras partes son las juntas y acuerdos, son las maniobras navales, terrestres y aéreas, e incluso, la presencia de bases militares, predominante en Colombia, Honduras, Ecuador- cancelada durante el gobierno de Rafael Correa-, Guatemala. En caso mexicano el propósito es formalmente compartir una “visión estratégica mutua”, donde los problemas prioritarios son la ciberamenazas, el narcotráfico y la migración, pero también el adiestramiento militar. Este es el objetivo de los 11 miembros de las fuerzas especiales que ingresarán el próximo año.

Un resultado de esos mutuos acuerdos entre el Comando Norte y FAM fue el diagnóstico desfavorable para México, ya que se habría detectado poca comunicación y no ser capaces de “coordinar y planificar operaciones”, las que incluyen a las fuerzas espaciales. “… las fuerzas armadas y el comando norte en el que se hace énfasis en que el Ejército mexicano ‘carece de funciones y responsabilidades codificadas’ para realizar tareas en grupo…” por esa razón, la recomendación y acuerdo fue la de  “avanzar en el tema y otros”, y que “… antes de 2029 Sedena debe planificar y ejecutar con éxito misiones de fuerzas especiales en centros de entrenamiento, así como compatibilidad con las fuerzas armadas estadounidense…” (https://www.infodefensa.com/texto-diario/mostrar/4412179/reunion-entre-comando-norte-fuerzas-armadas-mexicanas)

La probabilidad de que las presiones de Estados Unidos en este renglón sean constantes es alta y su insistencia comprometería a las FAM en otras tareas. Por eso no ha sido esta cooperación ni nueva ni distante. Es parte de una llave que se puede abrir o cerrar dependiendo de cuán sumisos o soberanos sean los políticos.

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