Retorno parcial de desplazados por los cárteles de la droga

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“Dijo Andrés Manuel López Obrador ´abrazos no balazos´, pero nosotros no estamos recibiendo los abrazos, estamos recibiendo puros balazos”, señalan pobladores de la zona fronteriza de Chiapas con Guatemala.

El terror se vive en el poblado Lajerío, ubicado en la zona fronteriza de Chiapas con Guatemala; en el parque central hay vehículos quemados, en el piso decenas de casquillos de armas de grueso calibre, hay paredes con disparos; y en algunos hogares, artefactos explosivos aún sin detonar.

Son los restos del enfrentamiento que en esa comunidad sostuvieron durante tres días los cárteles Jalisco Nueva Generación y Sinaloa, según ellos mismos se autonombran en las lonas y pintas que van dejando a su paso.

Por eso, la población entera huyó el 24 de mayo, y por eso ahora, aunque elementos del Ejército Mexicano, de la Guardia Nacional y de la policía estatal llegaron a la zona, no todos quieren retornar.

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La población desplazada, según el reporte de Enrique Arévalo, delegado de la Secretaría de Protección Civil, no solo fueron los pobladores de Lajerío, sino de las comunidades aledañas como Candelaria, Flor de Lis, entre otras.

No hay una cifra precisa de cuántos son, porque huyeron a varios lugares, algunos a las montañas y otros a comunidades vecinas; pero calculan entre 3 mil 500 y 4 mil personas.

Las fuerzas de seguridad llegaron a Lajerío una semana después del desplazamiento, a través de autoridades de Chiapas buscaron a la población desplazada y les invitaron a retornar; por ahora solo algunos aceptaron.

En el poblado Josefa Ortíz de Dominguez se refugiaron poco más de 600 personas, de ellas, 163 decidieron retornar, el resto consideró que aún no hay condiciones de seguridad y temen un nuevo enfrentamiento entre los cárteles, o entre estos grupos y las fuerzas militares.

“Tebemos miedo que en cualquier momento se pueda desatar otra balacera. No le debemos nada a nadie y si salimos fue por nuestros hijos. ¿Qué necesidad tenemos nosotros de salir de nuestros hogares cuando nosotros no debemos nada?”, responde una de las mujeres desplazadas que decidió no retornar aún a su hogar.

Insistió en que no hay garantía de que las fuerzas de seguridad se mantengan en la comunidad para cuidar que no vuelvan los grupos armados que, según señalan los habitantes de la zona, sólo se replegaron a las montañas y lugares cercanos. “Ahorita tal vez nos van a apoyar unos tres o cuatro días, pero si se van nos van a dejar tirados”, explicó.

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La mañana del 1 de junio, militares y elementos de la Guardia Nacional, además de trabajadores de Protección Civil del gobierno de Chiapas, llegaron con camiones al poblado Josefa Ortíz de Domínguez. Ahí los esperaban pobladores desplazados, cargando sus pertenencias en costales y bolsas.

Antes, contaron lo vivido. “Nosotros pusimos las mesas, las camas encima para defender a mis hijitos porque la mera verdad, la balacera estaba dura. Había bombas también”, cuenta Oralia Morales Robledo, una mujer de unos 40 años que salió con sus hijos menores de edad y una joven con ocho meses de embarazo. Salieron por la montaña y ahora su hija tiene riesgo de aborto.

“Con mucho milagro de Dios salimos toda la plebe juntitos en fila (…) dijimos: ahora sí vamos a morir todas, sin causa porque no estamos cometiendo nada. No tenemos ni culpa por estar en este lugar”, dijo Mariana, una madre de familia que salió con tres niños.

Mientras las personas que decidieron no retornar los miraban, el resto se subió a los camiones del Ejército y enfilaron rumbo a su comunidad.

Una hora de camino a bordo de los camiones y llegaron. En Lajerío los esperaban casas cerradas y los restos de la batalla. Mientras algunos abrían sus casas y cerraban las puertas de inmediato, con temor; otros se concentraron bajo el domo del parque central.

Ahí las autoridades les dejaron algunas despensas, y después un coronel del Ejército de apellido Oronel, les dijo que se sintieran seguros porque los uniformados estaban ahí.

También, les dijo que habían encontrado explosivos en hogares, por lo que les pedía que revisaran las viviendas para desactivarlos, que avisaran si veían en la comunidad personas extrañas.

En ese momento varios de los pobladores le pidieron les informará cuánto tiempo iban a estar, “el temor de la gente es que puedan regresar (las personas armadas) porque sabemos que esas personas se retiraron temporalmente, pero al no haber seguridad nuevamente aquí van a volver”. El Coronel Oronel les contestó que aún estaban en proceso de definirlo.

“Dijo Andrés Manuel López Obrador ´abrazos no balazos´, pero nosotros no estamos recibiendo los abrazos, estamos recibiendo puros balazos (…) si ustedes no nos garantizan, qué necesidad tenemos de salir corriendo. Todo el patrimonio que tomó años para que la gente hiciera, los estaban dejando aquí por el miedo de la inseguridad del crimen organizado”, señaló una pobladora que exigió a los tres niveles de gobierno que estabilice la zona.

La respuesta del militar les contestó: “nosotros sabemos llevar a cabo diversos análisis y sabemos que es un área en conflicto, entre unos miembros y otros (del crimen organizado), vamos a procurar establecer la seguridad aquí permanente”.

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La situación en la zona fronteriza entre Chiapas y Guatemala sigue tensa. Sobre la carretera que comunica con el municipio de Comitán, a la altura del poblado Chamic, uno de los grupos del crimen organizado atravesó un trailer desde el pasado 30 de mayo, para impedir el paso del Ejército.

El vehículo sigue ahí, parcialmente quemado. También, en esta vía, por momentos se asoman hombres armados; en esta carretera han desaparecido un número indeterminado de personas. La población intenta recuperar su vida cotidiana, abre sus comercios y restaurantes; sin embargo, transitar por la vía y por esta región sin toparse con algún retén de los grupos del crimen organizado, es un volado.

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