Raciel D. Martínez Gómez: Los octavos y el darwinismo

Los octavos y el darwinismo

 Por Raciel D. Martínez Gómez

La obsesión por el quinto partido ha llegado a hilarantesniveles patológicos; pero no es general, porque versa, sobre todo, en la esfera mediática que unesin fortuna aspectos técnicos y tácticos con valores culturales.

Lo perciben algunos personeros, adictos la comentología, ya como un sino trágico próximo a la maldición, como la que hizo el húngaro Bela Guttmann al Benfica de Portugal.

Ociosidades aparte, hay quienes hasta postulan tesis cercanas a la identidad mexicana de Octavio Paz, Samuel Ramos y Jorge Portilla, por no pasar a la ronda de cuartos de final en un Mundial.

Faltaría cerrar el círculo de esta comentocracia, incluyendo las premisas de La jaula de la melancolía, ensayo escrito por Roger Bartra, para transitar de aquelhumillante mote de ratones verdes a un novedoso apodo relacionado con los ajolotes.

Sin embargo,no es para tanto cargarle las tintas ni endilgarles metáforas a un equipo que hizo su esfuerzo.

En todo lo anterior se palpan resabios contradictorios del pecado y el orgullo, como si religión y patria estuviesen reunidos por un balón.

La pasión desemboca a extremos de transferir una simbología total a un simple juego de futbol. La sinécdoque de un solitario partido se traduce como psicología de masas de bolsillo. El deporte se transforma en un símil nacionalista y en muchos casos no es más que la resonancia exagerada de los medios de comunicación.

Ahora bien, quizás lo que levantó más el polvo fuela manera conque se construyó la ilusión.

Raciel D. Martínez Gómez

En este sentido, de alguna forma Alemania tuvo la culpa, un triunfo sobre ellos dio más crédito del que teníamos al aterrizar en Rusia. Abonó más esperanza al boleto ya conforme con no hacer el ridículo frente a los teutones.

Así el éxito generó inusitado frenesí, se le habíanarrebatado tres puntos al más reciente campeón del mundo; un equipo que, con nervios de acero, no ceja en su empeño de trascender.

Se le venció, y bien, pero no sabíamos que los alemanes llegaban más desgastadosluegode un ciclo mundialista que los exprimió hasta el tuétano.

Buena parte de México, estimó que restaba una buena administración de la ventaja.

De cajón se superaba a Corea, ajá, que por poco meten zancadilla, y se descontaba un buen resultado con los suecos. Pero se atravesó el patetismo ante Suecia. Sí, no únicamente fue malo el desempeño,¡sino malísimo! Se creyó suficiente con el empate; sin embargo, los golearon, perdiendo además la confianzaderivada del primer encuentro.

La coyuntura entonces se tornó paradójica: tuvieron el mejor arranque en fasedegrupos, aunque cerraron con el lado oscuro de Juan Carlos Osorio.

Oficialmente se anunció que México queda en doceavo lugar, dos peldaños abajo de lo que se consiguió en Brasil hace cuatro años.

Lo quea su vezquedó de la selección nacional fue la imagen impotente del arrebato. Se concentraron más en las triquiñuelas de Neymar queen su propio sistema de juego.El brasileño soltó el anzuelo y Miguel Layún y defensas lo mordieron. Se desconcentraron para hallar el principal pretexto de su capitulación: salió el clásico villano; el autor de la desgraciaera el árbitro.

Todavía con esto, a nuestro entender la debacle no fue tal. Revisando la ronda de los octavos no hubo ningún sobresalto. Dentro del presupuesto de cada uno de los equipos, ocurrió más o menos lo que se esperaba.

México tuvo veinte minutos correctosen el cuarto partido, pero apostó nuevamente por la emoción y no le dio el gas contra Brasil.

Recordemos con mayor frialdad histórica: la decantación del Mundial semeja una suerte de ley darwinista. Las especies sobreviven a la fase primera y entran a un tobogán en los octavos donde,los más evolucionados, se quedan como siempre para la siguiente etapa.

 

 

 

 

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