El binomio perverso: impunidad y corrupción

corrup

 

Para tranquilizarnos un poco, puede decirse que la corrupción -aunque creamos lo contrario- no es un problema exclusivo de México; esta práctica se puede encontrar en cualquier país del mundo, en distintos momentos históricos, también en la actualidad y probablemente siga existiendo en todo el mundo en el futuro.

Pero para preocuparnos es de reconocer que de los países más ricos del mundo asociados en la Organización para la Cooperación y el desarrollo económico (OCDE), -grupo del cual México forma parte por el tamaño de su economía- nuestro país ocupa el último lugar en el índice de corrupción que el organismo internacional denominado Transparencia Internacional hace público anualmente. (http://goo.gl/XUtbKv)

Para seguirnos inquietando; la OCDE organización que comparte información y experiencias exitosas entre sus países miembros para la toma de decisiones que fortalezcan el desarrollo y la implementación de políticas públicas; documenta a México en los últimos lugares de sus 34 miembros en cualquier indicador que publica.

Una visión optimista diría que a pesar de nuestra corrupción, los índices de la OCDE describen el comportamiento en varios aspectos de los países más ricos del mundo y en ese exclusivo club, México tiene membresía.

Pero esa visión optimista se estrella cuando se analiza el fenómeno de la corrupción en parámetros más globales; es decir aquellos índices que analizan a todos los países del mundo.

En ese sentido, de acuerdo a ese mismo estudio, México ocupa en el lugar 103 de 175 países. Esto significa -según los parámetros del estudio- que los niveles de corrupción en México son equiparables a los de países como Bolivia, Moldavia y Níger. Países con un desarrollo económico inferior al nuestro. Si nos comparamos con países de América Latina y de casi el mismo nivel de desarrollo, México se encuentra 82 posiciones por debajo de Chile y 34 lugares por debajo de Brasil.

La corrupción no es un asunto menor; porque en última instancia como país afecta nuestras posibilidades de desarrollo económico futuro y ahonda la brecha de la desigualdad. También como personas, obstaculiza el desarrollo de nuestras habilidades personales e impide que cualquiera pueda competir con cualquiera.

Por ejemplo la práctica del diezmo en la obra pública si no existiera; seguramente redundaría en ahorro nacional o en la construcción de más obra pública que impactaría en más fuentes de trabajo y por lo tanto, en más desarrollo. También, si existiera un servicio civil de carrera se acabarían la práctica tan mexicana de incluir en la nómina a la familia, al “segundo frente” y hasta a los mejores amigos. Es decir, así como se práctica ahora; el servicio público es una agencia de colocaciones familiares y eso ahonda la desigualdad, porque los beneficios de una designación política o de un puesto en la administración pública no se quedan en lo que Juárez llamó “la honrosa medianía” sino que los beneficios se extienden a la familia entera.

Y está bien que unos progresen. Lo malo es hacerlo aprovechándose de un puesto político o administrativo, porque ello debería tener un costo moral -pero lo hacen, porque para los políticos la moral es un árbol que da moras-, pero también el costo es económico y es global, porque la política mexicana de puestos para la familia y para los amigos obstaculiza el desarrollo de la gente que tiene competencia y aptitudes, pero que no recibe la oportunidad de demostrarlo.

O dígame usted cómo se consigue trabajo en este país. ¿Funcionan los cauces institucionales de fomento al empleo?. Todos llegan a un cargo o a un puesto donde existe un salario más o menos digno, porque como dice el argot: “conoce al amigo de un amigo o es compadre del compadre”, o es pariente de alguien. Otros más llegan porque son miembros de un grupo de interés.

Imagine un instante por ejemplo que siendo Chiapas el estado más pobre del país, de repente tenga un verdadero servicio civil de carrera, se decida hacer efectiva la ley de responsabilidades del servidor público y se le otorgue prioridad a la cultura del emprendimiento; tendríamos servidores públicos eficientes porque estos poseerían verdadera vocación de servicio, no serían familiares de los titulares y elevarían su productividad, la ley de responsabilidades por su parte castigaría a quien se le sorprenda pidiendo “diezmo” y con políticas públicas; con políticas públicas dedicadas a la promoción de la innovación y el emprendimiento, todo aquel que tenga vocación empresarial tendría un efectivo apoyo gubernamental.

Esto es solo un sueño, pero no debería serlo; primero porque otros países del mundo realizan de manera efectiva estas tres condiciones y segundo, Chiapas lo necesita -entre otras medidas también que son necesarias urgentemente- porque una condición de su subdesarrollo es la falta de empleo productivo. .

Estos ejemplos demuestran que la corrupción está en cualquier parte y afecta a nivel personal -en materia económica y social- y también lo hace a nivel global porque incide en tres asuntos fundamentales que condicionan nuestras posibilidades de desarrollo: 1) los niveles de inversión, 2) la productividad y 3) el crecimiento económico.

La corrupción está en todos lados y al final el costo es incluso intangible -pero lo asumimos todos- porque la práctica se reproduce a todos los niveles y la población tiene desconfianza en sus dirigentes, y lo que es peor; en sus instituciones.

Sin embargo, como decíamos líneas arriba; la corrupción no es un fenómeno exclusivo de México; se presenta en todas partes del mundo. En ese sentido, ¿Por qué en nuestro país es tan evidente? Y también ¿Por qué en otros países se ha combatido con éxito y en México los casos de corrupción cada vez son más escandalosos?

La corrupción tiene un costo personal, social y económico que se refleja a nivel nacional. ¿Qué es lo que la condiciona?

Lo que condiciona a la corrupción se llama impunidad. La impunidad no es más que la falta de castigo a una acción que no se considera moralmente aceptable. Por eso existe corrupción en México; porque existe impunidad, es decir aquel que comete una falta no tendrá castigo.

Coloquialmente hablando la impunidad es como aquel asesinato, abuso o robo que deja huella pero que no recibe castigo. Esto evidentemente condiciona que se reproduzca la corrupción.

Si usted cree que la impunidad no le afecta, probablemente no sepa que está usted equivocado; en un país de leyes claras no deberían existir monopolios que encarecen los productos e inhiben la competencia, en un país de leyes los abusos policíacos como la tortura no deberían existir.

En un país de leyes, los diputados no aprobarían sin el consenso general de la población, préstamos financieros que después pagamos entre todos. Tampoco se darían excesos de campañas como los que vemos todos los días en Chiapas por ejemplo.

No se darían porque se castigan, es decir no existiría la impunidad y por lo tanto funcionarían nuestras instituciones. El problema es que se dan, porque hay impunidad, esto provoca que nuestras instituciones funcionen como aquel refrán mexicano “Hágase la ley en los bueyes de mi compadre”.

Y esto permea en toda la sociedad que imita -no tiene de otra- estas prácticas, pero que en el fondo le genera desconfianza en sus autoridades y en las instituciones.

En México la impunidad es rampante y se observa en todos los niveles de la vida diaria. Un reciente estudio elaborado por la Universidad de las Américas en donde se evaluó a 59 países encontró que Filipinas, México y Colombia ocupan los tres primeros lugares del Índice Global de Impunidad (IGI) de este año 2015. Es decir, de 59 países solo nos supera Filipinas como el país más impune del mundo. http://goo.gl/xX3R1R

Esto debería ser una auténtica vergüenza nacional porque como cita la organización Trasparencia Internacional: demuestra que nuestras instituciones son débiles, que nuestros gobiernos son corruptos o vulnerables ante poderes de facto (la violencia de la delincuencia organizada y la debilidad del gobierno actual para no sancionar los excesos del gobierno anterior, como ejemplo nacional y local de esta afirmación).

Los escándalos de corrupción a nivel nacional y los que se conocen a nivel local nos estremecen, nos montan en cólera y nos indigna; pero no existen instrumentos sociales para atajarlos y castigarlos; no hay instrumentos porque todos los manejan los grupos políticos en el poder.

Por ejemplo, cuantas veces no ha escuchado usted la frase; salió del reclusorio porque se integró mal el expediente, la fianza era excesiva, pero podía pagarla; si lo denuncian cae también su jefe político. En todas estas expresiones -que son cotidianas- está presente la corrupción, pero lo que la condiciona es la impunidad, es decir la falta de castigo a las acciones corruptas.

Aquí una liga que describe jocosamente estas situaciones

 

México es corrupto porque es impune; no al revés y la impunidad es lo que permea en todo el sistema, que al ser impune se vuelve corrupto. Ya lo decía Gabriel Zaid con sus sabias palabras: “La corrupción no es una característica desagradable del sistema político mexicano: es el sistema”.

Ante los escándalos nacionales que no disminuyen, ayer el senado de la república aprobó en lo general el Sistema Nacional Anticorrupción, con esta aprobación se realizaron cambios en 14 artículos de la Constitución, el siguiente paso es la aprobación de los congresos estatales. Falta ver cuando se realizarán y aprobarán las leyes secundarias que le darán soporte al Sistema Nacional Anticorrupción.

Probablemente sea bueno tener un sistema, soy economista no abogado, pero pienso mucho en la composición de nuestro sistema político; es decir, está bien la ley, ¿Pero quienes la aplicarán y contra quien se aplicará?. El problema actual de México es de falta de confianza en nuestros políticos y nuestras instituciones.

¿Cómo confiar en que aplicarán y se aplicarán ellos mismos las leyes que hoy están aprobando?. Lo que necesitamos es confianza haciendo valer con rigor las leyes existentes, no crear nuevas.

 Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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