El Rockomiteco. Rock desde el sur de México

El Rockomiteco. Rock desde el sur de México
Juan Pablo Zebadúa Carbonell
En los contextos del rock nacional sobresalen algunos por sus particulares características que lo hacen, a la postre, en un efervescente movimiento. En Chiapas siempre ha habido buen rock, pero no todo el territorio es “roquero”, por lo que solo localizamos buenos argumentos musicales cuando lo encontramos, aunque suene a contradicción. Por ejemplo, las ciudades grandes de Chiapas tienes sus propias escenas musicales, y en lo que concierne el rock, Tuxtla y San Cristóbal siempre han sobresalido. En Tapachula casi no suena mucho lo que se produce ahí, pero desde luego es importante destacar la legendaria banda Zopilote, de las pocas bandas de antaño que hacían presentaciones fuera del estado.
En la capital, Tuxtla, existen, en general, dos grandes afluentes roqueros –de muchos más- que son evidentes para ser denominados como “escena musical”. El primero, es el heavy metal tuxtleco, estilo por el cual no pasa ninguna moda o intento de “domesticación” llámese comercial o de cualquier tipo. El heavy es, a lo largo y ancho del país y allende las fronteras, el estilo roquero más puro, más consecuente y el más tradicional en sus posturas y en sus proclamas. Su esencia generalmente es “subterránea”, no sale de los hoyos donde ellos mismos han confinado los obscuros discursos que los caracterizan.
Por el otro lado, existe un Tuxtla de rock de covers, excelentemente bien tocados por las bandas que llenan los bares clasemedieros de la ciudad. Aunque no se crea, hay un circuito muy intenso de grupos de covers donde pareciera que la competencia entre ellos es la apuesta a la permanencia en los contratos de bares (el famoso “hueso”), y en la calidad interpretativa (quien hace la mejor copia, de la banda más sonada del momento, etc.) no tanto en la propuesta ni creación propia, pero por sí misma esta dinámica tiene consigo mucho consumo juvenil.
En San Cristóbal, como movimiento roquero comienzan a observarse bandas de rock original que desde hace algún tiempo han tenido cartel dentro del circuito de bares y algunos festivales de la ciudad colonial. Lo que prevalece ahí, más bien, es el jazz, donde se ha ganado todo un espacio para festivales internacionales y conciertos de grupos y músicos que llegan a San Cristóbal de paso o exprofeso para fincar una temporada de tocadas. Y en el rock, ya como un movimiento regional muy importante y altamente llamativo fuera de Chiapas, está el llamado “etnorock” o “rock indígena”, que ya tienen toda una estructura dentro de las políticas públicas, así como en sendos festivales de corte “cultural” o tradicionalistas.

Pero queremos llamar la atención en el movimiento de rock en Comitán, denominado Rockomiteco, que nos ha orillado a pensar que, quizá, sea la ciudad más roquera de todo Chiapas.
Un grupo de jóvenes músicos integrantes de varias bandas, deciden hacer un festival llamado Rockomiteco, que no es más que el espacio donde pudiese dar cuenta de la emergencia de bandas de rock en la ciudad de Comitán. Poco a poco se fue convirtiendo en todo un evento donde, aparte de congregar todo el circuito roquero comiteco, también se presentan bandas de otras partes del país, lo que hace del festival prácticamente único en su género, por su constancia, permanencia y propuesta. A nivel independiente no hay en Chiapas algo parecido y cada vez es un referente para escuchar en vivo bandas locales con visitantes de Durango, Xalapa, Chihuahua, Ciudad de México, etc.
Pero si es de por sí eso más que atractivo como un movimiento artístico juvenil, lo más interesante son las propias bandas comitecas, como Los Entrañas, Los Blue, Los Venus, etc. Rock duro, guitarrero, sin concesiones en cuanto a la estridencia, que da pie a pensar que el rock en Comitán está más vivo que nunca, a plenitud y con el estruendo de una propuesta escénica y musical como no lo hay en Chiapas y, me atrevo a decir, más allá de éste. Llama la atención el cuidado del discurso lírico: letras altamente politizadas, con sentido y crítica social, lo que realza y se agradece la intención de quienes queremos escuchar algo distinto en el rock nacional.
Y no es para menos, el rock de Comitán se hermana, por cierto, con otro movimiento de frontera, la del norte, donde también se promueve música dura, desde el hard Rock, garaje y el punk, bandas como Felipe el Hombre, Apolo, The Sicarios, etc., muy a tono de los contextos transfronterizos en estos tiempos de muros y de nacionalismos de ultraderecha. El rock de Comitán observa también una realidad cruda, de migración, de protesta, de jóvenes que atestiguan un presente y un futuro incierto, como tal debe ser un tipo de arte desde la frontera sur. Hay que celebrar que en estos tiempos rudos del país, con la enorme crisis social y política de la que estamos secuestrados y en donde la violencia de todo tipo parece ser la tónica cotidiana, existan colectivos de jóvenes que se nieguen a ser invisibles en la apatía y la condescendencia. Por eso gritan y exigen estar vivos. Bienvenido a todo lo que da el rockomiteco, excelente rock desde el sur, otra forma de percibir el rock nacional.

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