La sangre llama

 

Pintura de Pablo Picasso

Ximena sintió una serie de emociones encontradas, entre alegría, entusiasmo, nervios, era la primera ocasión que conocería a su prima Isabel, tenía años que su mamá le había hablado de ella y sus hermanos. Isabel vivía en otra entidad con  su familia, había decidido regresar al terruño donde nació para hacer un paseo y visitar a la familia.

El encuentro fue muy lindo, Ximena recordó esa frase que su mamá solía decir en ocasiones, “la sangre llama” y así fue. Sin conocerse previamente, se dio una relación agradable. La conversación se tornó muy amena; los recuerdos no se hicieron esperar, las anécdotas sobre la tía María, mamá de Isabel,  a quien Ximena solía recordar con mucho cariño, estuvieron presentes en la charla. Se percibió un dejo de nostalgia porque la tía María había partido físicamente hace un tiempo, pero quedó lo más bonito, su ejemplo, el amor que forjó entre su familia y sus enseñanzas.

Entre los detalles que, para Ximena, hicieron de ese encuentro un bello compartir fue que Isabel contara algunas anécdotas con la abuelita Marbella, ser de generaciones diferentes les permitió a ambas disfrutar de la abuelita en distintas épocas de la vida. Ximena estaba con escucha atenta a lo que Isabel relataba, deseó poder haber disfrutado más años con la abuelita, desafortunadamente ella partió cuando Isabel era niña.  Su mente y su corazón la recordaban con mucho amor. Las enseñanzas que le dejó fueron para la vida, el amor por los relatos que le contaba a ella y su hermano, el interés por la lectura y sobre todo, la admiración de Ximena hacia su abuelita, mujer valiente, llena de fortaleza, sabiduría y amor.

El tiempo se hizo breve entre los compartires y  el ponerse al corriente de lo que ambas habían hecho en la vida; la tarde llegó pronto, antes que ellas lo imaginaran. Isabel continuaría su recorrido turístico por el terruño y volvería para visitar nuevamente, ahora a toda la familia. Se despidieron con abrazos llenos de cariño, mientras una tarde con clima fresco en primavera era testigo del feliz encuentro. Ximena sintió que la conociera de toda la vida.

Mientras regresaba a casa, Ximena trajo a su mente las imágenes de la tía María, de su  mamá y de la abuelita Marbella; recordó la charla con Isabel, comprendió que la abuelita había heredado algo valioso para la vida, la crianza de mujeres con mucha fortaleza para hacer frente a los retos, con un corazón lleno de bondad y amor para brindar a su familia, la labor altruista que hacían venía de doña Marbella, era uno de sus distintivos. Sin duda, ellas eran las mujeres de su vida,  las que Ximena llevaba en su corazón y de las que se sentía orgullosa… alzó la vista, sonrió, recordó la mirada de Isabel, diáfana y profunda, evocadora de la tía María y los ojos se le humedecieron…

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