A cortar capulines

La alarma del despertador sonó a las 5:30 de la mañana, la jornada de Ámbar había iniciado, se dispuso a hacer todas las actividades cotidianas previas a ir a su destino laboral. Salió en buen tiempo. Miró el reloj, 7:40  y ya estaba en el centro de trabajo.

Su espacio laboral se localizaba al norte de la ciudad, en la parte alta. Por lo tanto, la vista era formidable. Como contaba con 20 minutos a su favor, Ámbar se tomó con deleite el ascenso al edificio. Optó por el recorrido en las rampas en lugar de las escaleras, le tomaría más tiempo, pero la intención esa mañana era disfrutar el caminar y observar el paisaje.

Ámbar se sentía afortunada que el edificio estuviera ubicado ahí y que a la entrada hubiera varios árboles, entre ellos muchos de capulín, rodeando las rampas, como una especie  de guardianes. Inició su ascenso, paso a pasito, en cada avance que realizaba volteaba la vista atrás y se detenía a observar el cielo, la ciudad estaba despertando, por lo tanto, la vista era bella.

El cielo azul con decorados en tonos blancos, un tanto discretos, permitía visualizar diversas formas. También se podían apreciar los cerros verdes, entre ellos el Mactumactzá, uno de los emblemáticos en la ciudad capital. El paisaje natural contrastaba la vista con la parte urbana, el crecimiento inevitable de muchas viviendas y también la ubicación de tiendas comerciales.

En su recorrido saludó a los árboles, había adquirido la costumbre  de platicar con plantas y animales. El aroma a los árboles  llenos de frutos de capulín le remontó a su infancia, en ese entonces estos árboles abundaban en el centro de la ciudad. En la actualidad sólo en ciertas zonas se les podía hallar. Se le antojó degustar algunos capulines, como cuando era niña y se deleitaba cortándolos y comiéndolos. A la salida lo haré, pensó.

A mitad del camino la saludó  un compañero del trabajo, quien le dijo:

  • Buenos días. Diste más vueltas al irte por las rampas.

A lo que Ámbar respondió sonriente,

  • Buen día. Ésa es la intención, caminar y contemplar el paisaje, aprovechando que hay tiempo.

Siguió su camino y llegó hasta el edificio.

El día se tornó cálido. La hora de salida llegó. Ámbar se dispuso a hacer su recorrido de regreso; el ambiente caluroso del día se combinaba con el aroma a capulines.  Las nubes grisáceas anunciaban la lluvia.

Mientras iba caminando, Ámbar buscó el árbol con ramas más bajas para alcanzarlas, se acercó a él y observó con atención los capulines, sonrió, como cuando niña, con esa sensación de gusto y esa mirada vivaz que en la infancia es tan natural. Comenzó a cortar capulines. Eligió los sazones, entre verdes y amarillitos, los rojos y los de color cereza. Juntó un puñito en su mano, disfrutó el aroma de los frutos. Emprendió el regreso a casa, al tiempo de ir degustando capulines, dulces, dulces como los de  su infancia.

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  1. Noticias destacas de la quinta semana de Agosto (27–01) | Chiapasparalelo - 31 agosto, 2018

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