Senectud y compromiso. A propósito del nombramiento de Margo Glantz

El nombramiento anticipado de Margo Glantz (1930) como máxima responsable del Fondo de Cultura Económica (FCE), en la venidera administración de Andrés Manuel López Obrador, ha causado cierta sorpresa debido a la edad de la escritora mexicana. Este no es el espacio para hablar o debatir sobre su obra literaria, incluso polémica en su último texto titulado Y por mirarlo todo, nada veía, publicado bajo el sello editorial de Sexto Piso, y donde la autora critica una de las nuevas redes sociales como lo es el Twitter. Por el contrario, su designación permite reflexionar sobre el papel de los seres humanos en su vejez, un concepto que se ha suavizado paulatinamente en los últimos años para hablarse, por ejemplo, de “adultos mayores”.

No cabe duda que en los últimos años la expectativa de vida de hombres y mujeres, al menos en ciertos países y sectores de la población, se ha prolongado si la comparación es el pasado no tan lejano. Recordar cómo la Europa moderna tenía una expectativa de vida de alrededor de 40 años es una buena piedra de toque para observar esos cambios. En el caso del México actual tal esperanza de vida se sitúa casi en los 77 años, un promedio superado con creces por Margo Glantz.

Si la historia ofrece ejemplos del papel de las personas mayores en la toma de decisiones, en la ejecución política, también muestra cómo en ciertos momentos la juventud ha sido exaltada y encaminada a suplantar a las personas maduras y con experiencia, sobre todo cuando se han producido supuestos o reales cambios en las sociedades. Las llamadas revoluciones muestran con claridad esta situación, aunque no son la excepción, como Chiapas ha podido comprobar en los últimos gobiernos, donde la juventud se ha exaltado y apoderado de sus puestos ejecutivos y legislativos.

También las transformaciones destinadas a procurar una sociedad del bienestar, donde el Estado se hace cargo de servicios básicos como la sanidad y la jubilación, por solo mencionar dos aspectos, tiende a arrumbar a los adultos mayores a una condición de marginados de la toma de decisiones y la producción, en términos muy economicistas, aunque todos sabemos las muy cuestionables condiciones de los beneficios otorgados por ese deseado, y poco visible muchas veces, estado del bienestar.

En tal tesitura aparece el nombramiento de la escritora Margo Glantz para dirigir la emblemática editorial mexicana. Un referente para los lectores en lengua castellana y donde México, a pesar de los bajos niveles de lectura, ejemplifica una producción heterogénea y de calidad en distintas disciplinas de las ciencias sociales y la literatura.

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La senectud no significa merma de interés, de compromiso, o posibilidades de actividad, aunque la lógica mercantilista trate a las personas mayores como objetos desechables, con fecha de caducidad. Mientras mente y cuerpo respondan no se está imposibilitado para el accionar individual y en sociedad, a no ser que por iniciativa propia se opte por abandonarlo, como hicieron antes de fallecer, por ejemplo, dos figuras indiscutibles de la literatura mundial, Imre Kertész y Philip Roth. La decisión, mientras que no lo impida una enfermedad vinculada a la edad, debe ser de las propias personas. Si este razonamiento es correcto bienvenido sea el nombramiento y el dinamismo de la escritora mexicana, aunque también hay que tomar en cuenta que los puestos directivos en las administraciones mexicanas tienen sus lógicas complejidades, y a nadie sorprende el desgaste de los puestos gerenciales. Muchos desearían haber tenido esa oportunidad a su edad, nadie lo duda, pero también otros verían con disgusto tales responsabilidades pudiendo evitarlas.

Las opiniones, como es lógico, no son ni serán unánimes ante la nominación de Glantz al frente del FCE, y las dudas son incluso razonables porque a nadie le sorprende la necesidad de vigor para encabezar un proyecto como el representado por esa editorial, pero es innegable que todos quisiéramos llegar a su edad con la sensación de sentirnos capaces. Eso, sin duda, es envidiable.

 

 

 

 

 

 

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