La 4ª transformación ¿Regreso al pasado?

El hartazgo con una clase política rapaz nos condujo a un triunfo arrollador de Morena no sólo en la presidencia de la república sino, también, en varias gubernaturas y alcaldías. Para una agrupación tan joven es imposible entender este súbito crecimiento sin la muy diversa red de alianzas que se tejieron a todo lo largo y ancho del país. Es obvio que la presencia más importante de Morena se encuentra del centro hacia el sur del país, pero ni siquiera en este contexto puede comprenderse sin la incorporación de candidatos de otros partidos (particularmente del PRI) que fueron desplazados. Donde más llama la atención este fenómeno de crecimiento exponencial de Morena es en el norte del país y ahí, tampoco es de sorprender que esto se haya logrado por la aceptación de candidatos que fueron excluidos en el PAN o de los pactos que pudieron darse con el sector empresarial.

 

Mal que bien, la ciudadanía no puede incidir ya no digamos sobre el perfil de los candidatos o las alianzas que los dirigentes partidistas pueden hacer con grupos de poder legítimos o fácticos, sino en la selección misma de los candidatos. Hasta ahora, para todo razonamiento práctico, las posibilidades están restringidas a escoger entre lo menos peor o lo que hay; puesto que no contamos con dispositivos institucionales y jurídicos que permitan a la ciudadanía certificar a los candidatos que habrán de representarla en los diversos cargos de elección popular. No obstante, sus deseos de cambio se vieron reflejados en la copiosa votación del 1º de julio y la proclama de votar solamente por los candidatos de Morena surtió el efecto casi deseado.

 

Después del proceso electoral, se abrió un largo camino de transición que concluirá el 1º de diciembre de este año, cuando el presidente electo jure ante el Congreso como jefe de Estado y de gobierno.

 

Mientras esto ha venido ocurriendo, el presidente electo casi despacha como ejecutivo en funciones. En la práctica, tenemos la paradoja de estar funcionando casi con dos presidentes. Como muchos analistas han dicho, el presidente Peña Nieto no sólo ha dejado todo el espacio a López Obrador, sino que su Gabinete ha arriado las banderas de un barco que se hundió mucho tiempo antes de terminar su periodo.

 

Por otra parte, el presidente Peña Nieto cierra un capítulo más de la telenovela que inició hace casi 6 años y en la Cámara federal de los diputados se respiran aires de cambio tanto discursiva, como materialmente. Por contraste, las declaraciones de los presidentes de ambas cámaras nos indican que en los últimos 40 años sufragamos la fastuosidad y el derroche de la clase política. Saber, por ejemplo, que se cancelarán poco menos de 400 millones de pesos que se repartían a los diputados para labores legislativas y que habrá de subastarse una flotilla de vehículos cercana a las dos centenas, nos da al menos una idea del tamaño del atraco; todo esto sin mencionar, también, que se eliminarán los gastos médicos mayores y el orgiástico complemento de aguinaldo.

 

No está mal que se limiten o se cancelen estos excesos, pero hay que bajar a las escalas locales para frenar el dispendio principalmente en el sector público, aunque sería conveniente proceder también en todos aquellos espacios en que se realizan actividades fondeadas con recursos de los ciudadanos.

 

Con los espacios cedidos a López Obrador, se nos han reiterado las distintas propuestas de campaña y, creo que para bien, se han moderado muchas de ellas que sonaban muy radicales o tajantes mientras nos encontrábamos en plena campaña electoral. Desde la consulta por el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, la descentralización de secretarías, las medidas que se tomarán para disminuir el gasto del gobierno, hasta la determinación de nombrar 32 coordinadores estatales para centralizar el gasto del gobierno federal; el futuro gobierno parece no quedarse corto en términos de propuestas y nos bombardean con ellas casi todos los días, aunque muchas de estas parezcan ilusorias o estrictamente inviables. En este sentido, no estaría mal algo de prudencia o, en todo caso, escoger mejor las batallas que habrán de enfrentarse en el futuro inmediato.

 

Desde luego, muchas de estas medidas pueden resultar correctas e incluso deseables a fin de revertir muchos de los males que aquejan al gobierno, pero algunas de ellas son realmente impracticables o, peor aún, un regreso al pasado. Me parece correcto que, en ocasiones, el gobierno consulte a la población a fin de poder nutrir de la mayor legitimidad posible sus acciones, pero me parece francamente regresivo el hecho que ahora se pretenda poner orden en la administración y, sobre todo, mantener a raya a los poderes subnacionales, particularmente a los gobernadores, a través de los coordinadores estatales. Atajar de frente los ostensibles casos de corrupción en el plano subnacional resulta indispensable, pero me parece indeseable tomar medidas porfirianas que poco ayudarán a crear un marco jurídico robusto, instituciones fuertes e independencia y contrapesos frente al poder. Por lo tanto, si verdaderamente se quiere combatir la corrupción habría que reconstruir el Estado fortaleciendo la autonomía de las instituciones de justicia, así como a la ciudadanía y los mecanismos de control y contrapesos que toda instancia de gobierno debe tener.

 

Peor aún, en los recientes días hemos visto el escándalo en que se ha convertido la solicitud de licencia del gobernador y senador, Manuel Velasco Coello. Ni en los medios de comunicación estatales, ni en los nacionales, han faltado voces que no solamente manifiestan su sorpresa sino que, además, califican de desproporcionada y falta de escrúpulos por la forma en que se han tomado las decisiones. En efecto, primero se vulneró la Constitución chiapaneca con un Congreso en el que sus diputados actuaron como lacayos del gobernador, pero luego intervinieron otros actores y otras instancias que no hicieron más que reafirmar la ignominia.

 

Después, tocó el turno a las instancias federales procesar la solicitud de licencia en el Senado de la República, de tal forma que, Manuel Velasco Coello, pudiera regresar a terminar su mandato como gobernador, mismo que concluye el día 8 de diciembre. Para sorpresa de muchos, incluidos los morenistas en el Senado, la solicitud de licencia no prosperó en primera instancia e incluso se verificó la votación que en su mayoría eran abstenciones, pero al contabilizar los votos de quienes se oponían resultaban la opción que más votos tenía. Por lo tanto, el presidente, Martí Batres, ratificó la decisión del pleno de no otorgar la licencia a Manuel Velasco y se continuó desahogando la orden del día. Sin embargo, unas horas después, de nuevo se introduce la petición de licencia, hay discusión en el pleno, pero se termina por aprobar la licencia a Manuel Velasco Coello.

 

Como emulo del presidente  Peña Nieto, Manuel Velasco, hizo gala de su boda con una actriz de televisa, se gastó el dinero de los contribuyentes en un lienzo charro e invirtió cifras insultantes en publicidad, mientras el 80% de la población de esa entidad sufre los estragos de la pobreza. Esto es lo que acaban de validar los senadores que terminaron por conceder la licencia al gobernador sustituto de si mismo. Por donde se le quiera ver, resulta un escándalo de proporciones dantescas pisotear de esa forma la dignidad de la ciudadanía chiapaneca.

 

La estafa maestra de la nueva mayoría rindió sus frutos con la incorporación de cuatro diputados del Verde a la bancada de Morena. Con ello, volvemos a la etapa del partido mayoritario, puesto que ahora Morena tendrá la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, cosa que no se veía desde más de 20 años. Más aún, el coordinador de la bancada de Morena, Mario Delgado, ha señalado que existen otros diputados que se han sumado a la bancada, con lo cual contabilizan 256 legisladores y abre el escenario de una mayoría aplastante.

 

En el ínterin, Gerardo Fernández Noroña, diputado por el PT, protagonizó un zafarrancho por la simple vanidad de estar vigente. De paso, llamó traidores y lacayos a sus correligionarios, Porfirio Muñoz Ledo y Martí Batres.

Manuel Velasco, gobernador de Chiapas.

Para nuestra mala fortuna, la añeja práctica de la clase política de hacer lo que le venga en gana y la falta de controles ciudadanos sobre su actuación, no sólo se materializa en el caso Velasco Coello. Dos legisladores chiapanecos nos ofrecen dos joyas de la arbitrariedad y la falta de pudor. Uno de ellos no ha rendido la protesta de ley ante el Senado de la República, pero ha sido acusado de violencia intrafamiliar por su ex esposa. El otro caso se relaciona con el ahora diputado federal que sin rubor alguno falsificó documentos para hacerse pasar por indígena.

 

Finalmente, apenas el día de ayer, Andrés Manuel López Obrador, se reunió con los diputados de Morena y pidió respeto para las minorías. No está mal que el presidente electo convoque a la moderación de sus aliados y seguidores. Acto seguido, varios líderes de Morena declararon que no serán ni aplicarán la fuerza que les concede haber alcanzado una mayoría en el Congreso. Aunque es bueno saber que hay algo de prudencia en la nueva mayoría, no hay que olvidar que muchos de los conversos vienen de aquella tradición priísta que perfeccionó las artes de aplastar a sus opositores.

 

Por ahora, la cuarta transformación está dejando más dudas que certezas. En el momento de su despegue parece más bien una vuelta al pasado y no por las mejores prácticas. No es un buen augurio una re-edición de nuestro penoso pasado, cuando podríamos albergar imprimir toda la creatividad que somos capaces pensando en el futuro para poder resolver los grandes desafíos que tenemos en el presente.

 

Esta situación, desde luego envía un signo ominoso para esa supuesta cuarta transformación y Chiapas sufre los estertores de un régimen que se agotó, pero ahora tenemos el imperativo de reinventar. Chiapas nos recuerda que, en la cuarta transformación, ocuparemos de nuevo el último sitio como ha sido siempre. Nadie se merece semejante desdicha y barbaridad. Por fortuna, en el crepúsculo de nuestra peor tradición política, ya se observan destellos alentadores en las muestras de inconformidad de la ciudadanía. Pero el mal está hecho y habrá que remar contra la corriente.

 

Un comentario en “La 4ª transformación ¿Regreso al pasado?”

  1. Juan Pablo Zebadúa
    9 septiembre, 2018 at 21:00 #

    Excelente texto

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