Comunicar, el arte de gobernar

Con la colaboración de Ana Luisa Pérez Sosa

Desde hace muchos años, el ahora presidente de la república ha venido practicando una política de comunicación que muchos critican, pero que ha resultado eficaz mientras ha desempeñado cargos públicos. Como la experiencia le ha demostrado, AMLO ha confirmado en los hechos que gobernar es comunicar.

Cuando el presidente López Obrador ocupó el cargo de jefe de gobierno de la ciudad capital del país instauró la costumbre de convocar muy temprano a la prensa para informar de los asuntos públicos que, en teoría, deberían estar dirigidos principalmente a destacar los temas de la agenda en la Ciudad de México, que era el interés principal para los ciudadanos del extinto Distrito Federal, pero frecuentemente salían a flote problemas de interés nacional en donde el jefe de gobierno capitalino mostraba una postura que contrastaba con las medidas, acciones y discursos de la administración de Vicente Fox.

Aunque las cosas han cambiado en los últimos, el presidente aplica la misma medicina a fin de contrarrestar a los medios oficiosos y no pocos periodistas que encontraron en el soborno y la calumnia la mejor vía para la obtención de recursos. Debe decirse, también, que la práctica común de los medios en sus diferentes escalas, trátese de la prensa local, estatal o nacional, fue posible gracias porque los propios gobernates estimularon esa forma de relación con los medios. Los políticos, sobre todo los del viejo régimen, siempre han preferido una prensa dócil, a una que ejerza sus mejores oficios con profesionalismo y libertad. Desde luego, hemos tenido expresiones de autonomía y de genuinos trabajos periodísticos basados en la mayor objetividad posible, pero una golondrina no hace verano; cuando lo que a menudo vemos las llamaradas de los que se niegan a perder privilegios. Así, las críticas al gobierno están a la orden del día, en ocasiones debido a los propios errores o desatinos del propio presidente o de los funcionarios que le acompañan, las más de las veces porque todo lo que haga o deje de hacer esta administración será objeto de críticas y hasta burlas para hacernos creer que se trata de una gestión de improvisados e incapaces. Sin embargo, se oculta un elemento central que provoca el estado de incomodidad de la prensa (no toda, desde luego, pero sí la mayoría de los medios más poderosos del país) es que fue este gobierno el que decidió cortar de raíz la fuente de recursos que alimentaba a los medios a través de los contratos por publicidad. Incluso, no han sido pocos los periodistas que lamentan los recortes en tanto que se convertían en una suerte de intermediarios a fin de publicitar las acciones de gobiernos, de donde podían financiarse para incrementar sus ingresos.

Los contratos por publicidad no deberían ser un problema ni para el gobierno, ni para los medios, si los términos se pactan de manera transparente. Es más, resulta prioritario para toda administración difundir sus acciones, pero cuando la relación contractual se contamina con intereses económicos y políticos oscuros, perdemos todos. Pierde el gobierno porque deslegitima su proceder mediante prácticas como el soborno o, en general, acciones que podrían calificarse como corruptas. Pierden los medios porque los desacredita frente a sus propios lectores y la ciudadanía en general, en tanto que muestran que son capaces de llegar a cualquier tipo de arreglo avieso con tal de obtener ganancias indebidas. Y también, pierde la sociedad en tanto que no recibe la información adecuadamente y, sobre todo, desgasta la poca o mucha credibilidad que pueda tener respecto al gobierno y los propios medios.

Desde luego, no se puede generalizar que todos los medios usan sus recursos y plataformas disponibles para criticar al gobierno actual por la única razón de haberles suspendido los fondos por publicidad a los que estaban acostumbrados. Lo mismo se puede sostener de los periodistas, editorialistas y opinólogos que pueblan el espectro mediático de nuestro país. Lo que verdaderamente sorprende es el bajo nivel de la crítica que, con frecuencia, solamente se conforma con esgrimir argumentos para descalificar al gobierno y hacen nulos esfuerzos en sus análisis con el propósito de reconocer algunos aciertos. Por lo pronto, el equilibrio es una bien escaso en esta materia y poco ayuda que el presidente fustigue e incluso señale a ciertos periodistas en sus conferencias mañaneras.

Ahora bien, resulta un tanto extraño que algunos periodistas no solamente se sientan interpelados sino incluso presionados por el jefe del ejecutivo federal, cuando saben perfectamente que en los medios se está sujeto al escrutinio público y eso incluye a los propios periodistas. ¿En verdad, tanto los ha agraviado el presidente? Ahora resulta que tienen la piel muy delgada y hay que evitar cualquier cosa que pueda incomodarlos porque, de lo contrario, hay que estar preparados para recibir carretadas de lodo. A eso se refiere López Obrador cuando dice que una máxima del periodismo es que “la calumnia cuando no mancha, tizna”. Los medios tienen un gran poder que puede servir para hacer el bien, pero también para lo contrario. Por eso se les denomina el cuarto poder. Si bien las tecnologías han ayudado a relativizar su dominio, las grandes corporaciones siguen teniendo una influencia prácticamente incontrastable y no solo eso sino que, además, se sienten propietarios de la expresión pública, de tal modo que lo que no pasa por ellos no existe.

Pocos han sido los periodistas que reconocen en el presidente capacidades para comunicar sus mensajes a las mayorías de este país. El canal abierto para difundir sus acciones, sentar a sus propios colaboradores a dar la cara frente a los medios e incluso dar instrucciones en tiempo real, es una situación inédita en todo el país. ¿Cuándo un gobernante se había ocupado de informar a sus gobernados más allá de los rituales autocelebratorios que ocurrían cada 1º de septiembre? Más aún ¿Cuándo un gobernante había tomado medidas para reunir a sus colaboradores frente a los medios como en las conferencias mañaneras? Insisto, esto no estaba en el libreto que practicaban nuestros gobernantes hasta el presidente Peña Nieto.

El año pasado, cuando fueron formalmente instauradas por la presidencia de la república las conferencias de prensa mañaneras, se han venido haciendo una serie de registros tanto cuantitativos, como cualitativos, de los efectos que este peculiar modelo de información tiene en la audiencias. Durante el primer semestre de 2019 algunas estimaciones en términos gruesos, sugieren que un 60% de los mexicanos tenían conocimiento de las conferencias mañanera, mientras el 40 % desconocía su existencia. Lo que revelan estos datos es que, en efecto, hay un público potencial que eventual o frecuentemente tiene algún contacto con ese canal de comunicación. Esa masa potencial de ciudadanos que saben de la existencia de ese medio a través del cual el presidente intenta fijar la agenda e informa sobre algunos de la temas más importantes (el huachicol, la violencia e inseguridad, la corrupción en el sector salud y el desabasto de medicamentos, el coronavirus, etc), quizás sea comparable con algunos programas televisivos de mayor audiencia. Prueba de la importancia y trascendencia que han venido adquiriendo las “mañaneras” es que la plataforma Youtube, a través de la cual se transmiten estas conferencias, ha incrementado el número de sus anunciantes e incluso sus costos; lo cual implica el reconocimiento de un mercado potencial de consumidores.

Desde luego, puede cuestionarse el impacto que tienen las mañanera e incluso si se trata de un instrumento de comunicación genuino o una simulación, que resulta un montaje para el lucimiento presidencial, que los periodistas invitados realmente no lo son; entre muchos argumentos que ya se han difundido. Pero de lo que si no hay duda es que resulta un medio de comunicación eficaz en tanto que mantiene el debate político de lo que ahí se comenta; al mismo tiempo en que la población se informa respecto de algunos temas y de las giras presidenciales.

Además de esto, los índices de aprobación o de respaldo hacia el presidente, en general, continúan siendo altos; en algunas mediciones por arriba del 60%. Es cierto, han existido eventos particularmente críticos que han impactado los grados de aceptación de la figura presidencial en la población; por ejemplo, en la crisis por el desabasto de gasolina producto del combate al robo de combustible o la masacre de algunos integrantes de la familia LeBaron en Chihuahua o las muy recientes protestas por el horrendo fenómeno del feminicidio y su crecimiento exponencial en el país. No obstante ello, el presidente mantiene un alto grado de aceptación entre la población. Si bien Vicente Fox llegó al poder con altas expectativas y niveles de aprobación, lo cierto es que muy pronto descendió en los índices ante sus torpezas, frivolidades, incapacidades e incluso sus excesos. En este sentido, en los últimos 20 años no ha habido ningún gobernante que mantenga los niveles de aceptación como los tiene este gobierno en el tiempo que lleva.

Foto: Roberto Ortiz

Mientras los periodistas y opinólogos se afanan en criticar y hacer mofa del presidente, el ejecutivo se divierte (im)poniendo los problemas sobre los que merece la pena discutir, arrebatando de esta forma el control de la agenda a sus opositores.

Los medios están haciendo al presidente lo que el viento a Juárez, es decir, muy poco es el daño que hasta el momento le han ocasionado. Esto obedece al menos a tres factores. Por un lado, se trata de un asunto de cobertura. Los medios tradicionales (prensa escrita, radio y televisión) no alcanza a cubrir la demanda no solamente por la falta de credibilidad de la que adolecen, sino porque los medios electrónicos alternativos frecuentemente los desplazan. En segundo lugar, existe una suerte de soberbia de esos medios tradicionales de sentirse la encarnación pura y dura de la opinión pública, cuando las cosas han cambiado radicalmente en términos políticos, sociales, económicos y, sobre todo, tecnológicamente hablando; de tal modo que resultan un voz entre muchas que pueblan el entorno mediático de hoy. Finalmente, existe un desgaste del discurso confrontacional que no reconoce mérito alguno a las acciones del gobierno, cosa que termina por favorecerlo. Si algo los mantiene tan molestos es por algo que añoran.

El manejo comunicativo del presidente que le permite conectar bastante bien con la audiencia, es un elemento que, adicionalmente, explica en parte los altos niveles de aprobación que aun mantiene dentro de la población. En esto, el presidente ha demostrado que se sabe mover y sacar provecho del recurso que le ofrecen las mañaneras. Quizás su largo camino en las luchas a ras de tierra y el expertisse acumulado en el manejo de las multitudes en las plazas públicas a lo largo de los años, le han brindado todo el conocimiento y experiencia que ahora explota con particular habilidad.

 

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