De medias verdades y abiertas mentiras

Los festejos del tercer aniversario del triunfo de Morena en las elecciones del 2018 que llevó a la presidencia a López Obrador, parecen haber sido una cubetada de agua fría a un tema que resulta revelador de la guerra mediática que se ha desatado contra este gobierno.

Cinco días antes, el Dr. Hugo López Gatell había estado en el programa de televisión, El Chamuco, conducido por algunos de los caritaturistas de La Jornada. Como era de esperarse, la entrevista giró en torno a los problemas de salud derivados de la pandemia, lo que ha hecho este gobierno a fin de encarar ese desafío y las dificultades que ha tenido para tal fin. Sin embargo, el momento dio para más y se terminó abonando al debate político criticando la postura que han tomado la mayoría de los medios de comunicación tradicionales en el país.

Derivado de esa entrevista y ligado a las protestas de los padres de familia por la “falta de medicamentos” para atender a los niños que padecen cáncer, se desató toda una campaña no solamente en contra del Dr. Gatell, sino en contra del gobierno que encabeza el presidente López Obrador. Resulta particularmente revelador que prácticamente todos los medios tradicionales centraran su atención en una observación crítica del subsecretario con relación a esas protestas. De entrada, los reclamos no pueden descalificarse, pero tampoco es ilógico pensar en un “uso” interesado de la protesta con el abierto propósito de minar la credibilidad de este gobierno.

Como respuesta, el Dr. Gatell recibió una andanada de descalificaciones que no se ajustan estrictamente a lo que él dijo y, en casos extremos, se ha llegado incluso a auténticas mentiras con el fin de desacreditar al gobierno. Eso es parte de la guerra a la que están expuestos quienes ahora dirigen el país. Si bien esta administración puede ser criticada en muchas de las acciones que emprende y es genuino el régimen de libertades con que se puede opinar, ello no es motivo para la autoasignación del derecho a mentir sin consecuencia ninguna, muchísimo menos cuando se tiene el privilegio de informar a un público indeterminado que tiene el derecho inalienable de conocer la verdad. Los medios tradicionales y sus voceros tienen todo el derecho a defender sus posiciones casi siempre ligadas a la oligarquía, pero esto no significa potestad alguna para mentir abiertamente.

Por estas razones considero conveniente y, más aún, imprescindible recuperar qué fue lo que realmente dijo el subsecretario, de tal forma que pueda sostener una opinión que valore en su justa dimensión lo que señaló en la citada entrevista. Por más legítima que pudiera ser, ninguna postura ideológica puede ser moralmente aceptable cuando intenta sostener argumentos sobre la base de mentiras auténticas.

De entrada, hay que decir que los conductores de la entrevista fueron los caricaturistas el Fisgón, Rapé y Hernández. En el programa, los moneros suelen hacer una introducción acerca del tema o los temas que desean tratar. En esta ocasión y como presentación del invitado, hicieron una representación que supone a uno de ellos estar mal de salud debido a la falta de información derivada de las conferencias vespertinas con que se difundían los pormenores de la pandemia. Al momento de presentar al invitado, el Fisgón traza los términos de la conversación que, más que hablar de la pandemia, era menester situar la evolución de los contagios por covid-19 en un contexto de abierta “guerra informativa” calificada como infodemia.

En pocas palabras, la narrativa que han creado los medios, particularmente los que controlan la prensa escrita, la radio y la televisión, consiste en mostrar al gobierno actual como el responsable de los fallecimientos por covid-19 y, además, difundir falsamente la idea de que hay más de 500 mil muertos.

Tomando en cuenta esta relación entre la pandemia y las campañas de desinformación, el Dr. Gatell hace su primera intervención encarando dicha problemática. En este sentido, aseguró que “el efecto tóxico que puede tener la infodemia sobre el comportamiento social y cómo esto estorba para el combate de una epidemia”, no solamente es un elemento complica más las acciones del gobierno sino que, además, resulta inaceptable que las diferencias ideológicas y políticas se diriman no mediante argumentos consistentes, basados en evidencias, sino mediante medias verdades o abiertas mentiras.

Pero lo realmente interesante de la entrevista fue cuando el Dr. Gatell, habló directamente de la campaña de desinformación y el déficit de medicamentos para atender a los niños que padecen cáncer. Y vale la pena citar en extenso: “Más allá de la epidemia del covid, una de las cosas que estamos viendo ahora como campaña de desinformación es el tema del abasto de medicamentos. Tenemos documentado que grupos de ciertos partidos políticos; lo digo clara y abiertamente, el PRI y el PAN, donde tenemos exfuncionarios, funcionarias, legisladores de esos dos partidos que participaron en el jugoso negocio de la corrupción del abasto de medicamentos en administraciones pasadas; ninguna sorpresa, el sexenio de Fox, el sexenio de Calderón y el sexenio de Peña Nieto. Y hoy están profundamente dolidos porque hemos cambiado la lógica de la adquisición de medicamentos y hemos abierto al mercado mundial, quitando los monopolios y oligopolios locales… Entonces, se agarraron de esa bandera algo que es socialmente sensible que es la niñez y el cáncer que irremediablemente es una enfermedad que está asociada con dolor humano y el sufrimiento. Crearon esta fórmula de niños con cáncer que no tienen medicamentos. Esta mentira… Cualquiera de la ciudadanía que quisiera tener una constatación rápida se podría hacer esta pregunta: ¿por qué si los niños de México que padecen cáncer solo vemos a 20 personas haciendo manifestaciones, cerrando el aeropuerto? Entonces, ahí es donde uno empieza a darse cuenta que son grupos fomentados, fabricados; desconozco si están en una nómina o les dan otro tipo de prebendas o quizás los medicamentos, mismos que no han escaseado. Y lo que se ha dicho una y otra vez, unos monopolios… En el caso de los medicamentos para el cáncer una sola compañía mexicana que corrompió brutalmente el sistema desde el sexenio de Calderón, que produce medicamentos, tiene servicios de distribución, tiene farmacias… le hemos ido descubriendo una tras otra, graves fallas en la producción de estos medicamentos y se le han cerrado plantas… El mercado de medicamentos el México es de 100 mil millones de pesos anuales”.

Me parece que, en esencia, ahí está lo principal de la conversación y que muchos medios se encargaron de tergiversar. Desde luego, se trata de un asunto delicado no solamente por el hecho del desabasto de medicamentos para los niños con cáncer, sino para todos los mexicanos y sus familias que están sufriendo estas condiciones. Porque, cabe aclarar, el presidente días después aceptó que efectivamente hacen falta algunos medicamentos. No obstante, ese déficit obedece a estas condiciones de un negocio en el que se han enriquecido indebidamente políticos que no están dispuestos a dejar de ser ilegalmente usufructuarios del presupuesto público, como se los permitieron en los gobiernos anteriores.

Con todo, me parece que el Dr Gatell no solamente tiene todo el derecho e incluso el deber como funcionario público,  de desenmascarar este tipo de relación maléfica entre agentes que tienen una gran capacidad de corromper el sistema y los medios de comunicación o al menos de aquellos que tienen el control de las principales empresas informativas en México. Sin embargo, considero que aquí se comenten dos errores de apreciación. En primer lugar, la Ciudad de México no es el país. Es verdad que lo que ahí sucede tiene algunas repercusiones, pero pensar únicamente desde la óptica que lo que ocurre en el centro del país permea al resto, me parece una visión insostenible no porque el tema no sea relevante, sino porque se pierde de vista que las agendas del centro del país no se replican de manera automática en todo México, cuando existen temas todavía más relevantes para los contexto locales. En segundo lugar, se da por hecho que esas campañas de desinformación tienen consecuencias inmediatas o directas en la ciudadanía y esto no es necesariamente ocurre así. Este es el viejo argumento de la que la televisión “gobierna” nuestras vidas, cuando en verdad sabemos que nadie carece de neuronas como para ignorar que se le pueden estar diciendo mentiras o manipulando.

Al final de todo, este resulta solamente un capítulo más de la guerra en que se confrontan poderes fácticos con el propósito de no perder privilegios frente a un gobierno que está empeñado en someterlos a proceder en función a nuevas reglas y, sobre todo, aceptar que al menos en esta administración no habrá forma de obtener beneficios del presupuesto público con base en el soborno, el tráfico de influencias o cualquier otro acto de corrupción. Ojalá así sea.

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