Tejiendo ideas

«Bordar nos ha llevado a conectarnos con nuestras ancestras, para retomar la ruta de las raíces y la memoria que siguen vivas» Cortesía: Pilar Varela

Asunción se levantó muy temprano el sábado, el arrullo de la llovizna la adormeció la noche anterior y fue también el que la despertó. Había viajado a su casa el fin de semana y en la región donde vivía llovía la mayor parte del año.

Nadie de su familia estaba despierto. Fue a la cocina, se preparó un té de jengibre. Luego abrió una de las ventanas de la sala y se quedó contemplando el paisaje. Su montaña vecina no se distinguía, aunque la llovizna había cesado ahora permanecía una densa capa de neblina.

Comenzó a beber el té. El airecillo de la mañana le había dado frío, fue por un suéter a su cuarto. Decidió quedarse ahí un rato más. Su mirada se posó en el cesto donde guardaba un bordado que tenía un par de semanas que no tocaba. Se levantó, tomó el cesto y sacó la manta, observó que estaba a medio terminar. Había retomado el bordado recientemente, como una manera de relajarse cuanto se sentía muy estresada, pero también se percató que cuando bordaba disfrutaba mucho la manera en que su mente iba pensando en cómo entrelazar colores, puntadas y dar vida a la figura dibujada en la manta.

El bordado que estaba haciendo tenía en su mayoría tonos en color marrón, rojo y naranja, los colores cálidos eran de sus favoritos. Dio otro sorbo a su té, después se acomodó sobre la cama y comenzó a bordar. Mientras iba haciendo cada puntada se le vino a la mente que tenía que realizar una tarea en equipo. Esa idea no le agradaba, solía tener resistencia al trabajo en colectivo. Sus experiencias en años escolares anteriores habían sido desafortunadas, ella y alguien más hacían el trabajo y el resto del equipo salía beneficiado.

Hizo el intento por dejar de pensar en ese pendiente para disfrutar del bordar, sin embargo, la idea seguía asomándose. Pausó por un instante, observó cómo iba el bordado y se fijó detenidamente en la gama de colores que se mezclaban. Continuó su labor, al tiempo que se fue imaginando que cada color de las hilazas era como un integrante de un equipo, la acción final era terminar el bordado y cada uno de los hilos daba la pauta para colorear la figura de la manta. Es decir, era necesaria la participación de cada uno. Terminó de rellenar la figura de dos cántaros y  guardó su bordado.

Bebió el último trago de té. Se quedó pensando que si el trabajo en equipo fuera como bordar no estaba tan mal, era una manera de ir tejiendo ideas y poniéndolas en orden para realizar la encomienda. Recordó que hace tiempo leyó en el Libro de los saberes una frase que le gustó mucho, el autor era Meterio, un marakame[1] huichol, juntar los momentos en un solo corazón, un corazón de todos, nos hará sabios, un poquito más para enfrentar lo que venga. Sólo entre todos sabemos todo.

Asunción decidió darse la oportunidad de poner en práctica su actividad por equipo como si estuviera bordando. Salió de su cuarto, seguían durmiendo en casa. Sintió los rayos del sol que había despertado, se asomaba sobre la montaña vecina y la saludaba a través de la ventana.

[1]       Chamán.

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