Homenaje a través de un libro: Fábregas Puig. El amigo, el antropólogo, el ser humano

Imagen: https://occidente.ciesas.edu.mx/andres-fabregas-puig-recibira-doctorado-honoris-causa-por-la-unich-reporte-ciudadano-chiapas/

Este texto es la presentación que realicé de la obra referida en el título de este artículo:

De la mano de José Luis Ruiz Abreu, coordinador de la obra, y que también realiza la presentación del libro y aporta algunas de las fotos que ilustran el texto, distintas personas escriben, escribimos, sobre las múltiples facetas de la vida del Dr. Fábregas. Autores de diversa procedencia geográfica, formación y que, con toda certeza, podrían haberse multiplicado dada la condición peripatética del Dr. Andrés, quien caminando por distintos continentes ha creado un sinnúmero de amistades y, por qué no decirlo, de enemistades. Como alguna vez me dijo mi profesor Manuel Delgado Ruiz, cuando tienes enemigos quiere decir que eres una persona notable, eminente: importante. Y no cabe la menor duda de que Andrés Fábregas Puig lo es.

Creo que nadie vacila a la hora de considerar al Doctor Fábregas una persona relevante para muchos seres humanos, tanto por sus vínculos de amistad como por los académicos y profesionales. Todo ello aparece reflejado en la obra coordinada por José Luis Ruiz Abreu. Ante tal alud de información, la pregunta es obvia: ¿Por dónde empezar? Tal vez por insistir en la variedad de orígenes geográficos y profesionales de quienes escriben. Un hecho que se acompaña de las distintas temporalidades en que dichas personas conocieron, o tuvieron los más extensos contactos, con Andrés Fábregas.

Si lo anterior remite a la prolija temporalidad que abarcan los capítulos; otra característica es la casi imposible separación de la condición de maestro e impulsor de carreras académicas, con el establecimiento de relaciones personales. Dos hechos que hablan del exhaustivo conocimiento de su disciplina, la antropología, pero que no se limita a ella por ampliarse con un bagaje de saberes generales de las ciencias sociales y la coyuntura política, tanto nacional como internacional, que le ha tocado vivir e, incluso, sufrir en carne propia. Buen ejemplo de ello son la activa participación en los hechos mexicanos del 68, o al mostrar la solidaridad, que encabezó, con movimientos que lucharon contra la injusticia política y social, como ocurrió a través de su compromiso con las causas centroamericanas. Acciones reflejadas en el respaldo solidario hacia El Salvador a través del Comité Mexicano de Solidaridad con el Pueblo Salvadoreño. Remembranzas de esa participación fraternal se aprecian en las aportaciones escritas en el libro por parte de la ya desaparecida Walda Barrios, Antonio Mosquera, Gregorio (Goyo) Bello, Ana Bello y Alfonso Arrivillaga.

Por otra parte, de la amplitud de conocimientos ya aludidos, y de la generosidad a la hora de compartirlos somos conscientes muchos de los que escribimos y son destacados con el respeto y reconocimiento merecido en el libro. Es por ello que la amplitud de referencias a la antropología, a la condición de maestro de generaciones se refiere en muchos capítulos. A ello se une la condición de creador de instituciones en una tierra chiapaneca, la suya, tan necesitada de ellas. Textos como los de Daniel Villafuerte, Luis Morales, María del Carmen García, Jaime Torres o Juan Pohlenz así lo destacan.

Y ya que estoy en Chiapas, otro eje repetido a la hora de hablar del Doctor, no hay que olvidar que esa condición de chiapaneco, abanderada y presumida por donde ha ido, se entrecruza con la vertiente del republicanismo hispano, catalán, que portó su papá de este lado del Atlántico, como lo recordó en su capítulo Javier Maisterrena. La crianza es algo que no se olvida, y ella aparece como referente de su formación y, también, en la construcción familiar que está presente en la obra con las menciones a Conchita Santos, su esposa, y a sus hijas Mariana y Sol.

En el libro transitan alumnos, colegas, amigos y, sobre todo, desfilan personas que reconocen en el Dr. Andrés Fábregas Puig esa condición de ser “una institución” en sí mismo, como lo afirma Daniel Ochoa. Una responsabilidad amplia la de ser “Gran maestro, colega y amigo”, como Laureano Reyes titula su colaboración. Es decir, en todos los capítulos se destila admiración, respeto y, casi siempre, agradecimiento por su propia condición humana. Los otros atributos, académicos y magisteriales, se convierten en anexos, no menos considerables por supuesto, pero que se solapan al tenor de su propia persona. De hecho, esos vínculos entre magisterio y amistad son palpables en los textos de Carmen Icazuriaga, Carlos Uriel del Carpio, María Antonieta Gallart, María Isabel Mora, Julio Sarmiento, Federico Besserer y Virginia García Acosta. Algunos de ellos ilustran esa circunstancia con anécdotas y recuerdos vívidos; experiencias que van desde el aula hasta el trabajo de campo, pasando por la indispensable comensalidad.

Igualmente, los merecimientos académicos son ilustrados a la perfección en el Laudatio leído por la desaparecida, y entrañable amiga del Dr. Andrés, Victoria Novelo. Texto que también inicia con referencias personales, como lo hace el capítulo signado por Pedro Tomé, donde se destaca su capacidad para efectuar trabajo de campo etnográfico en cualquier contexto; como también lo recuerda, entre otras cosas, Elisa Cárdenas.

Si muchas han sido las instituciones creadas o impulsadas por Andrés Fábregas Puig, no lo son menos los caminos transitados por su curiosidad e inquietud intelectual; desde su formación con grandes maestros de la antropología hasta su incondicional participación en los últimos años en el Seminario Permanente de Estudios de la Gran Chichimeca, como lo expresa Neyra Patricia Alvarado en su capítulo.

Compromiso académico siempre presente pero, a la vez, responsabilidad con la realidad y el mundo que le tocó vivir con la actividad política y solidaria, ya señalada, y que le inclinó siempre a opinar, entre otras páginas, desde las de Ámbar semanal o, actualmente, en las de Chiapas Paralelo. Colaboraciones mencionadas por Marisa G. Ruiz Trejo y Sarelly Martínez, respectivamente.

Pasión académica, entusiasmo por la docencia, y responsabilidad con su tierra chiapaneca guiando instituciones no son comprensibles sin destacar la bonhomía que sublima en su trato personal y en su oralidad cálida y desbordada. Un hecho que aparece en muchos capítulos e, inclusive, en alguno que podría pensarse que tomaría rumbos más institucionales, como es el signado por el ex gobernador Pablo Salazar Mendiguchía.

Casi todos los capítulos están ilustrados por fotos, aportadas por los que escriben muchas de ellas; imágenes de distinta naturaleza pero donde esa ceiba gigante que es Andrés Fábregas, en el decir y sentir de Alain Basail, sobresale por su tamaño y por las muchas ramas que lo construyen y que también han tocado de distinta forma a más personas de las que, como ya dije, escribimos en el libro.

Cierro con algunas de las palabras que escribí en mi capítulo porque creo que también reflejan buena parte de los sentires escritos en los textos que componen el libro.

La generosidad del Dr. Fábregas “va más allá de los conocimientos disciplinares para abrirse paso a los de la simple, pero siempre compleja, amistad. Con Andrés Fábregas Puig es un gusto convivir en una mesa; hablar de literatura universal o, simplemente, para reír sobre las anécdotas de la vida, aquella que no deja de sorprender en la complejidad que ha querido desentrañar el Dr. Andrés desde la antropología”.

“La vida te da y te quita muchas cosas y, en lo personal, me dio la posibilidad de conocer y poder relacionarme con un ser humano excepcional; quien me apoyó con la mencionada generosidad que le caracteriza a lograr mis objetivos académicos y a vivir con mayor alegría mi vida personal. Salud, Dr. Andrés Fábregas Puig”.

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