De Blade Runner a Westworld: el futuro de lo humano

La condición distintiva de la humanidad, aquello que nos hace singulares con respecto a otros seres vivos, sigue siendo un tema de reflexión y debate por mucho que las distintas corrientes filosóficas o los variados dogmas religiosos hayan pensado y especulado sobre dicha condición. Solo hace falta revisar la más reciente obra del investigador Salvador Macip, titulada ¿Qué nos hace humanos?, para darse cuenta de la vigencia de una preocupación secular.

Si la literatura es fundamental para pensar las muchas aristas de esa condición humana, no lo son menos ciertas obras narrativas que se transforman o se crean para plasmarse en la pantalla en forma de película o serie. La ciencia ficción ha mostrado, con mayor o menor acierto, que a las propias preguntas sobre por qué somos humanos, y a las incertidumbres que se derivan de esas interrogantes, deben añadirse otras vinculadas a la posible replicación de la condición humana.

Repito, muchas son las películas que han abordado un futuro donde se pueda reproducir, gracias a los avances tecnológicos, el actuar humano, aunque siempre con las dudas vinculadas a la emotividad y los sentimientos considerados característicos de la humanidad. Seguramente la película Blade Runner, convertida en film de culto y referente posterior para el cine y las series, planteó con nitidez esa problemática. Los avances de la ingeniería crean seres humanos artificiales denominados “replicantes”. No profundizaré en el desarrollo de la película, sin embargo, uno de los aspectos más relevantes de estos replicantes es que algunos de ellos, al menos, expresan discursos racionalmente construidos y, al mismo tiempo, con un elevado tono emocional.

Como ya mencioné, este film es referente para muchos otros. A pesar de ello, una serie reciente producida por la plataforma HBO y titulada “Westworld”, aunque ya había tenido antecedentes cinematográficos, muestra un parque de atracciones donde se reproducen formas de vida históricas mediante la actuación de figurantes androides. Seres con el aspecto físico humano pero con limitaciones al estar sus discursos programados para su función e interacción con los visitantes humanos. Una situación que empieza a resquebrajarse cuando los androides manifiestan recuerdos y emociones ajenos a su condición.

Tanto Blade Runner como esta secuela más reciente de otros films previos, como lo es Westworld, plantean un futuro distópico, por lo dudoso de que en algún momento pueda cumplirse. Esta supuesta certeza se entrecruza, no cabe duda, con nuestra obsesión por vislumbrar cómo los avances respecto a la inteligencia artificial pudieran convertirse en una competencia para los humanos biológicos.

La tentación de construir humanidad a la carta a través de la intervención genética, una realidad ya disponible como posibilidad, se une a esa otra forma de humanidad artificial. La dificultad de esta última, por mucho que la ciencia ficción la muestre como probable, no impide poner sobre la mesa de debate la capacidad del ser humano de convertirse en un Dios creador. Así, y cuando los cambios científicos y tecnológicos son continuos y acelerados, la intervención sobre la vida o la creación de la misma se muestra como circunstancia inquietante.

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