El árbol de Judas

Casa de citas/ 606

El árbol de Judas

Héctor Cortés Mandujano

 

Leo el libro biográfico Hermes, el maestro de la sabiduría (Editorial Orión, 1983), de Josefina Maynade.

Es elegido como hierofante (sacerdote, “el que hace aparecer lo sagrado”) desde su nacimiento y es llamado Hermes (Thot-Hermes, “el que guía hacia la luz”).

Ponen a disposición todos los archivos del monasterio, pero le dicen (p. 51): “El mundo te reserva todavía mejor de los archivos a desentrañar: el viviente archivo del corazón humano”. Hermes decide irse del monasterio, pues su maestro le había dicho esta verdad incontrovertible (p. 65): “La vida es la gran maestra, aprende de ella”.

 

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La vida siempre es mucho más que la literatura

Fabio Morábito

 

Cuaderno salmón es una revista-libro de casi 250 páginas. Leo el número cuatro, primavera de 2007. De los nueve poemas de Fabio Morábito me llamó la atención este fragmento del último (p. 21): “No volverá a ocurrir aquello que ocurrió,/ uno se asoma una o dos veces/ y el resto de la vida/ es repetir lo poco que se aprende”.

La revista también publica varios poemas de H. P. Lovecraft, en versiones de Luis Jorge Boone, quien dice que este autor de culto, igual que varios incomprendidos en vida (p. 41) “dejó al morir la totalidad de sus libros inéditos”.

María Lebedev entrevista a Fabio Morábito (“Como quien recoge idioma de los muros”) y me llamaron la atención algunas de sus respuestas. Dice Fabio (p. 102): “Una infancia demasiado exitosa es negativa”. Aunque “no todo es duro, insostenible o superficial: hay otras cosas. Y una vez que pruebas esas otras cosas tienes siempre esa conciencia de que, detrás de las cosas, hay otras”.

Dice también (p. 108): “Lo que sí creo es que se escriben pésimas novelas, que es muy fácil escribir una mala novela, mucho más que escribir un mal cuento. Y por eso hay tanta mala novela circulando. […] Yo escribo para otros, para emocionar, para esclarecer algo, la vida de alguien”.

 

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Biblioteca práctica de la lengua, tomo III. Diccionario de dudas del español (Agencia Promotora de Revistas y Periódicos-Coneculta-Chiapas, 2006) me aclaró algunas cosas; por ejemplo, la palabra “deleznable”, que generalmente se usa como “reprobable” o “digno de repulsa” dice este volumen elegante, de pasta dura, de gran formato, que significa en realidad (p. 75): “Que se deshace con facilidad, inconsistente, poco duradero”.

“Detentar”, que se utiliza generalmente para decir que alguien tiene el poder o el mando, significa (p. 77): “Usurpar el poder, atribuirse una cosa indebidamente”.

“Enervar”, que se usa como “crispar, irritar”, significa (p. 82): “Debilitar, aflojar, relajar” (de allí, deduzco, que a algunas se les llamen drogas enervantes).

Me encuentro con “Esotérico” que significa (p. 86) “oculto, reservado”, y “exotérico”, que significa “común, accesible para el vulgo”.

Lo otro es que señalan como erróneo decir (p. 144) “satisfacieron”, en lugar de “satisficieron”; “satisfaciera”, en lugar de “satisficiera” y “satisfacería”, en lugar de “satisfaría”.

Ilustración: Héctor Ventura

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Eugenio Montale (1896-1981), Premio Nobel de Literatura 1975, fue fundamentalmente poeta. Leo de él Fuera de casa (Altaya, 1995), que es una serie de artículos de viajes a países fuera de Italia, su patria.

En “El arte de vivir en París”, dice que antes se entendía que la finalidad del arte era (p. 140) “la creación de un objeto artístico. […] Hoy los hombres han descubierto que […] comprender, interpretar, dar un significado al murmullo de un arroyo, al rumor de un camino, al color de una mancha de salitre en el muro, ya es hacer una obra de arte que de por sí no tiene una verdadera existencia”.

Visita, en Francia, la casa de Flaubert (p. 191): “¿Cuántos turistas se acercan al pavillon Flaubert? Pocos, a juzgar por las firmas en el libro de visitas. […] La casa de Flaubert, de la que sólo queda el pabellón, fue adquirida por el cirujano Achille Flaubert, padre del escritor, en 1804; Gustave Flaubert vivió aquí durante más de treinta y cinco años. Una vitrina contiene un mechón de su pelo, un pañuelo, papel, pluma y tintero, algún tintero, algún autógrafo y los retratos de los miembros de su ‘grupo’ ”.

Se entrevista con el presidente de Francia, George Pompidou, quien, curiosamente, hizo una antología de poesía y responde esto a una pregunta de Montale (p. 206): “La poesía se encuentra en todas partes, no sólo en los libros de versos. En una novela, en un cuadro, en un paisaje, en el corazón mismo del hombre, se puede advertir una iluminación poética. Sin embargo, la poesía escrita es el arte más difícil. Un cuadro, una sinfonía, pueden ser admirables aunque sus cualidades poéticas sean escasas; pero no hay nada más triste que una poesía no lograda. […] La poesía no poética tiene la tristeza del niño que nace muerto”.

El poeta griego y genial Kavafis, como muchos, no fue reconocido en vida, dice Montale (p. 265): “Su gloria ha sido póstuma porque el poeta publicó muy poco en vida: en forma de libro, sólo una plaquette, reeditada después y aumentada”.

También visita Israel y escribe (pp. 280-281): “Los más antiguos árboles del mundo deben ser los del huerto de Getsemaní: seis o siete olivos de tronco increíblemente fuerte y nudoso, auténticos laocoontes arbóreos. […] En Italia el sicomoro debe de ser árbol de Judas. Pero no estoy seguro de ello”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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