Ocaso en el otoño

Otoño en Argenteuil de Monet

Catalina comenzó a sentir cómo la temperatura iba bajando, el airecillo de la tarde acariciaba su cabello suelto al caminar. Había decidido salir a dar un paseo, sentía la mente llena de ruido, el corazón apretado y quería despejarse un rato.

Esa tarde era relajada, en el trayecto rumbo a casa pasaron pocos coches, para ser más precisa solo logró contar dos autos y dos camionetas. Se sintió afortunada que el lugar donde vivía aún tenía vegetación, eso le daba un aspecto campirano que disfrutaba al máximo.

Las ideas en su diversidad se conjuntaban en la mente, acechando, como una especie de enmarañamiento que se resiste a fluir. Se acordó de la respiración consciente y empezó a practicarla. Se fue sintiendo  mejor, su paso era tranquilo y la acompañaban el silbido del viento y el canto de las aves. Catalina recordó que ese canto era distintivo del atardecer, no tardaba en llegar.

Siguió su recorrido, ya le faltaba poco para estar en casa, no topó a ninguna persona. Era algo extraño. Se sintió como la protagonista de alguna película de suspenso, donde no tardaría en aparecer algo. Sonrió y se quedó pensando que su mente ya estaba en otra cosa,  algo más grato, eso le pareció muy bien.

Dio unos pasos  más y llegó a su vivienda. Abrió el portón, no vio el coche de la familia. Seguro no tardaban en aparecer Renato con las sobrinas Alexa y Violeta. Antes de cerrar el portón se quedó atenta. Alzó la vista, ahí estaba el astro rey, enmarcado entre las montañas vecinas frente a la vivienda de Catalina. Era una especie de círculo perfecto, en tamaño mediano, el tono era naranja con un filtro que le daba un aire opaco, sumamente hermoso. Un bello ocaso en el otoño, sin nada ni nadie que la perturbara, era el mejor regalo que la naturaleza le había dado esa tarde. Se quedó perpleja ante el paisaje, deleitando su vista.

El sol se despidió lentamente ante su mirada, lo tomó como una señal y un apapacho para seguir caminando con alegría y asombro, a pesar de todas las vicisitudes. Esa tarde Catalina había sido la protagonista de un atardecer poco común. Inhaló, exhaló y agradeció al universo.

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