Represión al atardecer: 2 de octubre de 1968

Foto: Archivo

Durante los días finales del mes de septiembre de 1968 el Movimiento Estudiantil pasaba por una fase crítica debido a la represión y a la cercanía de la fecha de inauguración de las olimpiadas en la Ciudad de México. La fecha prevista para el inicio de los juegos deportivos más importantes del mundo era el 12 de octubre de 1968. Toda la Ciudad de México se mantenía a la expectativa de qué sucedería si el Movimiento Estudiantil continuaba en esa fecha. El Presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz había manifestado en varias ocasiones que el verdadero objetivo de los estudiantes contestatarios era impedir la celebración de los juegos olímpicos con el propósito de desprestigiar a México y a su gobierno. Nada más lejos de la verdad. Es más, en círculos de discusión, en las Asambleas Estudiantiles o en los pasillos de los locales escolares en poder de los estudiantes se discutía que el alargamiento del Movimiento debido a la cerrazón del gobierno, a sus constantes medidas dilatorias para cumplir el pliego petitorio y establecer un auténtico diálogo público, se debían a una estrategia para orillar a que el Movimiento se relacionara de alguna forma con los juegos olímpicos. La perversidad de los círculos de poder era capaz de eso y más. Aunada a estas circunstancias, no eran pocos los estudiantes desmovilizados por varias causas, entre otras además de la represión, el que los provenientes de algún estado de la República hubiesen retornado a sus hogares respondiendo al llamado de sus padres. Incluso existían fisuras en el Consejo Nacional de Huelga sobre todo entre los dirigentes más destacados, porque entre otros factores, sus opiniones acerca del destino del Movimiento eran disímiles. La asistencia a las reuniones de los delegados de las asambleas estudiantiles al Consejo Nacional de Huelga se había disminuido amén de que los controles de asistencia se relajaban. Era innegable que existía un desgaste después de días muy intensos de movilizaciones y acciones estudiantiles. Las oportunidades del gobierno para introducir infiltrados y provocadores aumentaban y preocupaba a los delegados al Consejo Nacional de Huelga. Además, el 18 de septiembre de 1968, el ejército invadió la Ciudad Universitaria provocando la interrupción de las reuniones del Consejo Nacional de Huelga además de capturar a un número importante de estudiantes que fueron encarcelados previa golpiza. Fue la noche en la que el ingeniero Heberto Castillo, de cálida memoria, huyó escondiéndose entre los pedregales volcánicos que rodean a la Ciudad Universitaria. Esa noche del 18 de septiembre de 1968, comenzó la increíble sobrevivencia de Alcira Soust Scaffo, la poeta uruguaya que escondida en un baño, se mantuvo 12 días tomando agua del depósito del excusado y los lavabos y tragando pedazos de papel higiénico. El baño en cuestión está situado en el piso ocho de la Torre de Humanidades en la Ciudad Universitaria de la UNAM y es hoy un sitio histórico. Una vez que el ejército desocupó la Ciudad Universitaria, un profesor encontró a Alcira al borde de la muerte, pero logró su traslado a un hospital, salvando su vida. Además, el 23 de septiembre de 1968, ejército mexicano invadió el legendario Casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional, destruyendo instalaciones y aprisionando estudiantes a los que golpearon sin miramientos.  En ese tenso ambiente, y sin tener un lugar seguro en donde reunirse, finalmente en los últimos días de septiembre (entre el 26 o el 27, la fecha se me pierde en la memoria), el Consejo Nacional de Huelga logró convocar a una reunión que debía celebrarse en el domicilio de una compañera de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Victoria Novelo, de entrañable recuerdo, a quien en alguna ocasión pregunté si me autorizaba a mencionar su nombre en algún futuro texto acerca del Movimiento Estudiantil, obteniendo su autorización para ello. Viki Novelo, como la conocimos sus amigos, fue una destacada antropóloga, pionera en el análisis de la situación de las artesanías en México y de la Cultura Obrera, buscando siempre contribuir con su trabajo y sus acciones políticas a la transformación de la sociedad mexicana y la instauración de una sociedad justa. La Utopía sigue y si Viky viviese seguro que estaría a la vanguardia del esfuerzo por lograrla. Incluso, en la noche en que nos convocamos en su casa situada en la calle de Chimalcóyotl, en Tlalpan, ella misma junto con otra compañera de la ENAH, resguardaban la puerta, vigilando que ningún infiltrado se colara a la reunión. Había una contraseña que era necesario pronunciar para que se permitiera el paso: “la última cena”. Todo menos perder el sentido del humor. Esa noche de algún día de la última semana de septiembre, logramos reunirnos entre 50 o 60 delegados entre los que se encontraban los dirigentes más destacados del Consejo Nacional de Huelga. Sólo un tema había que discutir: qué hacer, como escribió Lenin. La noche transcurrió entre intervenciones. Todos queríamos hablar. Dudo que quienes estuvimos en esa reunión expresáramos la opinión de las diezmadas asambleas estudiantiles. Hablamos a tono particular. Pero no se perdió el ritmo de la discusión y se mantuvo el orden en las exposiciones. Avanzada la madrugada llegamos a un acuerdo: citar a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, bajo nuestra ingenua suposición de que por tratarse de una Unidad Habitacional populosa, no habría represión. Deseábamos que las Olimpiadas se celebraran sin problemas que ya habría tiempo de continuar luchando por un país democrático y justo. Todo el mundo se enteró de cuan equivocados estábamos: la represión fue brutal en la tarde-noche del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, Ciudad de México. Estos son los días en que aún no sabemos cuántos estudiantes murieron esa tarde-noche en la que la sangre derramada fue lavada por los bomberos y la lluvia. Que no quede huella. El propio Díaz Ordaz diría algunos años después que estaba orgulloso de ese genocidio, como tuvimos la oportunidad de escucharlo nuevamente gracias a los documentales exhibidos el domingo 2 de octubre pasado a través de la televisión del Estado. Allí queda la imagen, insólita, de un genocida que se ufana de la masacre y reclama el crédito por ella.

El Movimiento Estudiantil de 1968 mostró que de la Revolución Mexicana sólo quedaba el recuerdo. Nuevas oligarquías gobernaban a un país sumido en la desigualdad social, la corrupción y los regímenes autoritarios. Además, el Movimiento Estudiantil acarreó cambios profundos en la enseñanza, sobre todo en los niveles universitarios, y abrió la democratización de los recintos académicos. El feminismo mexicano arrancó en 1968 con un brío inusitado. Reivindicó el Movimiento Estudiantil el derecho a la manifestación pacífica, a la libre expresión de las ideas, desenmascarando a un régimen oscuro apoderado de la cuestión pública y acostumbrado a resolver todo a escondidas de la sociedad. Sin duda, el Movimiento Estudiantil de 1968 introdujo en el país dinámicas nuevas que abrieron el camino para los sucesivos movimientos sociales. Mientras veía en los noticieros las fotos de la marcha alusiva al 68 en la Ciudad de México, pensé en aquellos días en que levantando la izquierda y haciendo la V con los dedos, exclamamos: “No que no, si que si, volveremos a salir”.

Hoy no queda la memoria. Nos quedan los recuerdos de intensos días de lucha por un México sin desigualdades y con democracia. El camino es aún largo pero se caminó un buen trecho. Bien escribió Rosario Castellanos el Memorial de Tlatelolco: La oscuridad engendra la violencia/y la violencia pide oscuridad para cuajar el crimen./Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche/Para que nadie viera la mano que empuñaba/El arma, sino solo sus efectos de relámpago……La plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal/el estado del tiempo./Y en la televisión, en el radio, en el cine/no hubo ningún cambio de programa/ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete. /(Pues prosiguió el banquete).

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 3 de octubre, 2022

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