¿intoxicados o inducidos?

De nuevo Chiapas vuelve a ser noticia y no por aquello que pudiéramos considerar como algo digno de reconocimiento; antes al contrario, lo que sucedió hace algunas semanas tiene signos de tragedia y es una señal de alarma que, en principio, tanto las autoridades locales, como las familias, deberían no solamente atender los casos que se han presentado hasta ahora sino que, además, resulta imprescindible estar atentos al comportamiento de los jóvenes.

Han pasado varias semanas de haberse conocido los preocupantes acontecimientos de intoxicación de jóvenes, primero, en Bochil, y luego en Tapachula, por motivos hasta ahora desconocidos; finalmente la autoridad federal se hace cargo y promete un informe que seguramente entregará y difundirá en los próximos días en las conferencias que todos los días realiza el presidente de la república. Dentro de lo malo que significa el hecho en sí mismo y lo confusa que resulta la información disponible hasta el momento, hay que reconocer que la federación ha sido sensible a las denuncias presentadas a través de los medios de comunicación por los padres de los jóvenes que han sido víctimas.

Fueron los casos chiapanecos a través de los cuales se disparó la alarma, pero casi simultáneamente se empezaron a conocer otros “incidentes” similares en Veracruz, Hidalgo, Tabasco y otras entidades del país.

En los primeros reportes se mencionaba que una de las posibles causas de la presunta intoxicación de los jóvenes se podría derivar de la ingesta de algún tipo de narcótico, pero no había información oficial que confirmara o desmintiera las especulaciones. En principio, corrió la versión que el producto consumido involuntariamente podría ser cocaína, a juzgar por los efectos consistentes en mareos, vómito y pérdida de la conciencia.

Si el doctor Gatell se atrevió a decir que el presidente era fuente de esperanza que no de contagio cuando estábamos iniciando la pandemia por covid-19, habrá que esperar un diagnóstico más serio no solamente para saber con certeza lo que ocurrió a los jóvenes sino que, además, a partir de los resultados se diseñen las estrategias necesarias para atacar el problema. Sería realmente embarazoso y un despropósito perturbador que ahora se pretenda explicar que el problema fue provocado por la derecha, los conservadores, los que no quieren el cambio y están muy enojados.

Es verdad que se libra una “batalla” sin reglas y con todo a través de los medios. Particularmente revelador es el “debate” en los digitales, pero no está demás insistir en la necesidad de asumir con mucho mayor seriedad un problema de este tipo que tienen consecuencias en la salud de los jóvenes y, sobre todo, una gran preocupación de los padres que resultan igualmente víctimas de lo sucedido.

Es sabido desde hace mucho tiempo que las redes criminales usan a los jóvenes y los reclutan de manera forzada o contra su voluntad con frecuencia a fin de convertirlos en distribuidores involuntarios de drogas e incluso a través de ellos inducir el consumo de sustancias que, como la experiencia inmediata nos indica, pueden ser altamente perjudiciales para la salud.

En el gobierno de la república se cree que hay que atender a los jóvenes y una manera de alejarlos de las drogas que a menudo derivan en prácticas antisociales mediadas por la violencia, es ofreciéndoles oportunidades de capacitación para el empleo y acercar programas mediante los cuales se les ofrecen recursos para el estudio o se canalicen sus inquietudes e intereses. No está mal que eso se haga, pero parece que los esfuerzos se quedan cortos frente a la magnitud del problema.

Aunque los recursos que se emplean y se distribuyen entre los jóvenes que han sido seleccionados para participar en los programas que el gobierno federal diseña para atenderlos no son desdeñables, puesto que se otorgan becas hasta por un año para que puedan capacitarse y, en teoría, luego encontrar o buscar alguna oportunidad de trabajo remunerada; lo cierto es que parece no ser únicamente un problema de dinero. El programa insignia, Jóvenes Construyendo el Futuro, estipula que las becas tendrán un monto de poco más de 5 mil pesos mensuales. ¿Es posible obtener mayores ingresos en el mercado ilegal de drogas? Francamente lo desconozco, pero si existe “un modelo de negocios” que se sostiene a escala global es porque resulta rentable. Por lo tanto, incentivar el consumo no es una hipótesis descabellada en un escenario en que resultan imprescindibles “usuarios” para estimular las economías ilegales, sobre todo ahora que circulan drogas sintéticas cada vez más potentes y altamente adictivas.

En Estados Unidos, por ejemplo, siendo uno de los principales países con el mayor número de consumidores de drogas padecen una severo problema al respecto. Peor todavía, algunos medicamentos utilizados en la medicina se elaboran con base en sustancias químicas para aliviar algún tipo de dolencia en los pacientes, molestias que pueden ser de orden físico o de comportamiento. Con frecuencia los fármacos empleados son derivados de opiodes que resultan altamente adictivos, si no se está bajo vigilancia médica y se suministra bajo estrictas medidas de seguridad para los pacientes. De modo que algunas personas pueden estar consumiendo medicamentos legales, pero que están produciendo adicciones en los pacientes. Cuando se suspenden, los “usuarios o enfermos” experimentan la sensación de que sus dolencias vuelven a afectarles y el camino para “curar estos males” los conducen al mercado ilegal. ¿Será por eso el que ahora parece un mercado boyante las drogas sintéticas a base de fentanilo en aquel país? ¿Y no será, también, esto lo que comienza a afectarnos a nosotros?

Por otra parte, la inserción al mercado laboral de los jóvenes resulta problemática porque la economía no genera los empleos necesarios para la cantidad de quienes se incorporan año con año. Y, si bien les va, cuando logran incorporarse en un empleo formal, tendrán que invertir largos años de su vida hasta alcanzar niveles de ingresos más o menos aceptables. Visto de otra forma, aun cuando la economía puede ser capaz de crear cierta cantidad de empleos, lo cierto es que estos tienden a ser muy precarios y este igualmente es un fenómeno global, es decir, sucede en todas las economías del mundo, guardadas las proporciones, desde luego.

Frente a este escenario ¿Cuál es la expectativa de los jóvenes? En verdad, el escenario resulta aterrador. Carezco de respuestas para semejantes desafíos, lo único que me queda claro es que lo primero que debemos hacer socialmente es hablar cada vez más de estos fenómenos y comunicarnos mejor con quienes más cerca tenemos, de modo que podamos reconocer el problema para poder pensar colectivamente las mejores fórmulas para resolverlo. En este páramo que resulta la vida misma en la actualidad solamente nos tenemos a nosotros mismos, no habrá héroes que vengan a nuestro rescate, sino que seremos (iba a decir el pueblo, pero la palabra ya está muy choteada, tanto como la de ciudadanía) la gente quienes habremos de enfrentar semejantes derroteros e imaginar las soluciones que consideremos más apropiadas.

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