La democracia peruana en entredicho

Paisaje peruano. Foto: Turismo de Perú

Hace algunas semanas traté, con la brevedad de estos artículos, la situación vivida en Brasil con la toma de instalaciones de representación política por parte de los manifestantes contrarios al presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva. Hoy, sin un desplazamiento geográfico excesivo toca hablar de Perú, país que vive desde hace años una profunda crisis política. No es el espacio para rememorar aspectos del pasado, pero lo que resulta preocupante es la falta de mecanismos que la democracia liberal ofrece a muchos países del continente americano para solventar los graves problemas socioeconómicos y de convivencia que sufren. Esto último no debería analizarse desde una perspectiva maniquea, es decir, si la democracia no funciona hay que explorar otras posibilidades autoritarias o dictatoriales, aquellas que han sido tan comunes en el continente ante la imposibilidad de construir reales sistemas que puedan considerarse democráticos. Tampoco hay que olvidar que el propio concepto de democracia es problemático en sí mismo desde su creación hasta su puesta en práctica en distintas épocas y territorios.

Lo más reciente ocurrido en Perú es el intento de disolución del Congreso por parte del presidente Pedro Castillo, acción que tuvo una respuesta formal con su desconocimiento por parte de dicho Congreso y su posterior detención. Al mismo tiempo, la vicepresidenta, por mandato constitucional, fue la elegida para sustituirlo. Las distintas posiciones, por supuesto, son conocidas desde hace días dadas las noticias que han fluido sobre lo sucedido en el país sudamericano. Noticias que han salpicado a México por dirigirse el presidente destituido hacia la embajada de México en Lima, donde buscaría refugio, antes de ser detenido.

Como resulta lógico en América Latina, las posturas para analizar lo sucedido tienen dispares, sino contradictorias, explicaciones dado que Estados Unidos y sus aliados se apegan, al menos discursivamente, al cumplimiento de la ley y de la carta magna peruana. Por el contrario, los países que con mayor o menor temporalidad se han enfrentado al coloso imperial del norte, han tomado una posición crítica al funcionamiento de las instituciones peruanas y, por lo tanto, a la misma democracia nominal que es el sistema político que rige, o debería regir, la cotidianidad de ese país.

Si en Brasil las fuerzas mal llamadas de orden público fueron acusadas de inacción ante el asalto a las instituciones, en el caso peruano el excesivo celo de dichas fuerzas, en este caso contra manifestantes favorables al presidente Pedro Castillo, ha causado más de 50 muertos en las calles de la capital del país y de otras ciudades.

Cabe decir que en Brasil el reclamo fue el apego a la legalidad, mientras que en el caso peruano tal apego a la legalidad es el cuestionado por los sectores más críticos. Creo que este es uno de los dilemas más comunes en América Latina, aunque no como excepcionalidad regional. Dilema que no parece resolverse en los sistemas políticos establecidos ni, tampoco, a través de los autoritarismos de distinto signo que han existido o existen en el continente. Mucho se habla de la refundación de los Estados en coyunturas como la que vive Perú, y no cabe duda que es una posibilidad cierta y futura, sin embargo para ello hay que realizar esfuerzos entre los múltiples sectores económicos, políticos y sociales de los países.

Es posible que el modelo estatal no cumpla con las necesidades de territorios sumamente complejos desde su origen, pero la solución a situaciones como la que ejemplifica hoy Perú solo puede llegar a través de análisis profundos y, sobre todo, de un diálogo que ha sido y es la única forma de llegar a acuerdos políticos. Sin que ello se produzca, en Perú y en otros países de América Latina, se repetirán situaciones que parecen la clásica película “El día de la marmota”. Diálogo que también, y aunque suene utópico, podría poner freno a la omnipresente presencia imperial de Estados Unidos, un Estado que nunca renunciará a controlar lo que considera su traspatio mientras cuente con aliados interesados en los distintos países del continente americano.

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