La España del No-Do y las recientes elecciones

Francisco Franco Bahamonde. Foto; Archivo

Al leer el título se preguntarán qué es el No-Do. Es lógico, quienes no tuvieron relación o supieron de la dictadura de Francisco Franco, extendida desde el final de la guerra civil española, en 1939, hasta la muerte del autócrata en 1975, no tienen por qué conocer qué era el “noticiero cinematográfico español”. La vida de ese informativo se prolongó hasta el año 1981, casi 40 años de existencia dado que empezó en 1942. Ese noticiero era pasado antes de las exhibiciones cinematográficas en todas las salas del país. Así, cada semana, si tenías la capacidad económica de ir al cine en aquel entonces, debías “tragarte” la propaganda de la dictadura nacional católica. Una autocracia consentida por los paladines de las democracias europeas y por el imperialismo estadounidense, a quien el régimen dictatorial le sirvió para instalar bases militares todavía existentes en el territorio del país.

A muchos ciudadanos del Estado español nos vendieron la idea de que tras la muerte del dictador la democracia había llegado para nunca irse, una realidad más que cuestionable si se conoce el país, la conformación de los partidos políticos y, sobre todo, las estructuras estatales donde sobresale el poder judicial. Hoy en día el No-Do no existe, pero los medios de comunicación públicos y privados, pero especialmente estos últimos, son un claro ejemplo de como la propaganda nacional católica sigue muy presente, aunque en lo personal observe todo ello con la suficiente distancia física desde hace muchos años.

El mapa electoral de los últimos comicios españoles, realizados el día 23 de julio, muestra claramente la castiza tendencia ideológica del electorado. Votos estructurados por un nacionalismo intolerante y antidemocrático por naturaleza, aquel que representan a la perfección los legisladores de la derecha hispana, aunque pueden incluirse muchos de los que se dicen o votan a una supuesta izquierda, como la representada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Quienes vivimos el odio a lo catalán, especialmente, y a lo vasco con sus matices, sabemos que lo vivido en los últimos años reafirma ese nacionalismo español intolerante. Revisen los resultados electorales en Catalunya y Euskadi y verán las diferencias con el resto del Estado español. Quiten del mapa electoral a ambas autonomías políticas y se observará lo que queda.

Resulta innegable, tras las mencionadas elecciones, que va a resultar difícil contar con un gobierno, estable o no, dada la conformación del parlamento. Recuerden que el Estado español es una monarquía parlamentaria y que no existe presidente, como en el caso de la República mexicana. Así, el presidente del gobierno emerge de la cámara de diputados y debe ser propuesto, inicialmente, por la retrógrada y trasnochada figura del monarca.

Recurrí al No-Do porque ese manipulado y nefasto noticiero sigue muy presente en la actualidad hispana. Ya no existe, por supuesto, pero no cabe duda que la dictadura franquista creó un semillero tan resistente al cambio que se reproduce de cualquier forma en la península ibérica, y sobre todo en los medios de comunicación de cualquier naturaleza.

Como ya mencioné veo esa realidad a la distancia, situación que agradezco profundamente, pero ello no quiere decir que me despreocupe de lo que se vive en mi tierra de nacimiento: Catalunya. Los supuestos progresistas y militantes de izquierdas miraron a otro lado cuando se avasallaron, y se avasallan, derechos individuales y colectivos en Catalunya. Incluso, muchos de ellos fueron partícipes de una represión indigna de una llamada democracia. Hoy esos paladines de la izquierda claman por las barbaridades que realizan los gobiernos de la derecha en distintas administraciones autonómicas en las regiones de España. En lo personal, no tengo ninguna empatía hacia ellos porque la democracia y la defensa de todos los derechos civiles no deben supeditarse a banderas, ideologías o intereses propios. Espero que disfruten del resultado electoral que, al parecer, imposibilitará la creación de un gobierno y abocará hacia unos nuevos comicios.

El lema falangista de que España era una “unidad de destino en lo universal”, y que hizo propio el dictador Francisco Franco, parece que caló profundamente y se prolonga hasta la actualidad. De hecho, los resultados electorales y el funcionamiento de la maquinaria comunicativa y judicial del Estado así lo demuestran. Una lógica más propia del No-Do que de una alardeada democracia. Ya saben lo que dice el refrán: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

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