Hilvanar mentiras

Casa de citas/ 679

Hilvanar mentiras

Héctor Cortés Mandujano

 

En el volumen I de Chiapas. Desde su federación hasta nuestros días (Unicach, 2018), coordinado por Rodolfo Calvo Fonseca, escriben varios especialistas sobre lo que evidencia el título. Mucho podría anotarse. Me conformo con tres apuntes.

Dice Thomas Arvol Lee Writing en “Historia antigua de Chiapas desde los estudios arqueológicos y epigráficos contemporáneos: olmecas, mixe-zoques, mayas, chiapanecas” (p. 31): “La desaparición de la etnia chiapaneca como sociedad en Chiapas quizá comprueba que, a pesar de su reconocido y temible carácter como ‘los guerreros más feroces de la Nueva España’, la sociedad no logró sobrevivir intacta. Este ejemplo sugiere que hay otros  factores importantes, como la pasividad, la paciencia y el acomodo, en la resistencia étnica exitosa. Resulta más efectivo el astuto y no necesariamente el más valiente o fuerte”.

Juan Pedro Viqueira, en “Historia de Chiapas, desde la Colonia hasta su independencia y federación a México”, dice que hacia 1730 (p. 78) “Jiquipilas perdió casi todos sus habitantes indios y se convirtió en un refugio de forasteros y de individuos de ambigua condición socio-racial, clasificados casi siempre como mulatos.

“Hacia 1675, unos indios de la provincia de Coatzacoalcos que venían huyendo de las ‘extorsiones, prisiones y robos que les hacían los enemigos piratas’ fundaron el pueblo de Cintalapa”.

Y en “El indigenismo, ¿tiene aún vigencia?”, escribe Carlos Uriel del Carpio Penagos (pp. 392-393): “Según la revista Forbes, las personas en situación de pobreza en Chiapas disponen de un ingreso tan bajo que, aun si lo dedicasen por completo a la adquisición de alimentos, no podrían adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana”.

Ilustración: Alejandro Nudding

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Pelando la cebolla (Alfaguara, 2007), de Günter Grass, con traducción de Miguel Sáenz y la colaboración de Grita Loebsack, son las memorias de este gran escritor alemán, Premio Nobel de Literatura: de su infancia a su matrimonio digamos, aunque en el trascurso del libro hable también, sin entrar en detalles, de sus descendientes.

Nació en 1927. Dice (p. 9): “Mi infancia terminó en un espacio angosto, cuando, donde me criaba, la guerra estalló en varios sitios”. Puesto a decir la verdad, narra en muchas páginas cómo se sintió identificado con los nazis y Hitler, y cuándo se pudo dar cuenta de que estaban incluso atacando a inocentes (p. 36) “para mí aparece legible una breve inscripción: ‘Guardé silencio’ ”.

Lo dice sin matices (p. 43): “Al fin y al cabo fui de las juventudes Hitlerianas y joven nazi. Creyente hasta el fin”. En los tiempos de guerra se enamoró (p. 65): “El dolor de muelas no es nada en comparación, aunque también ese martirio vaya acompañado de un dolor que aumenta y disminuye, que viene y permanece”.

Aunque el libro va tratando otros temas, Günter insiste en asumir su culpa por omisión (p. 120): “La afirmación de mi ignorancia no podía disimular mi conciencia de haber estado integrado en un sistema que planificó, organizó y llevó a cabo el exterminio de millones de seres humanos”.

Se dice que cuando una mujer vuelve en sí después de un accidente pregunta por sus hijos y que, en el caso de los hombres, se palpan el miembro para cerciorarse de que sigue allí. Esto se refuerza con la anécdota que cuenta Günter. Él y su superior militar son atendidos luego de sobrevivir a una granada cercana, él le da un cigarro al cabo (p. 163) “y entonces, tras una pausa, en la que sólo oía gemir al otro herido y al enfermero maldecir por la gasa demasiado escasa, el cabo me pidió, no, me ordenó, que le abriera los pantalones y también los calzoncillos, y le tocara tentativamente entre las piernas.

“Cuando pude confirmarle que todo estaba allí, palpable, sonrió, dio todavía un par de chupadas, perdiendo luego el conocimiento, respiró tranquilo y pareció frágil.”

Sigue por años el remordimiento (p. 207): “Pasó tiempo hasta que comprendí a empujones y admití vacilante que, sin saber, o, mejor, sin querer saber, había participado en un crimen que con los años no disminuye, que no quiere prescribir y que todavía padezco”.

La guerra terminó y Günter, cuenta, sentía hambre de arte. Estudió y practicó la escultura y la pintura hasta que la literatura lo tuvo en sus manos y pudo escribir la gran novela El tambor de hojalata, y su vida cambió.

 

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Fiero mi modo, pero chula mi cara

Nota en el sábado 06 de abril,

de la Rial Agenda 2024

 

Dos regalos.

Uno: Mis amigos de la Rial, me regalaron la Rial Agenda 2024. No trae nada más las líneas por día para apuntar nuestros compromisos, sino, además, breves textos con mucha gracia, cuentos mínimos y fotografías.

El miércoles 9 de octubre viene acompañado con “Aflicción sexual”, una pregunta desesperada de Gil Zepeda Gómez, El poeta de lo breve: “Qué será que les pasa a tus canía/ que ya no se quieren subí sobre las mía”.

Mil gracias.

Dos: Mi amigo Antonio Henestrosa me obsequió su nuevo libro de poemas Rapsodia 5:55 (Tifón, 2024), escrito a partir de una desafortunada situación de salud.

Me llamó la atención lo que escribió en “Consummatum est” (p. 58): “tenía ocho años/ cuando una niña que me gustaba/ me dijo que le daba asco/ me llamó indio patarrajada/ también muerto de hambre/ y tantos otros insultos/ que salieron de su hermosa boca/ enmudecí de la vergüenza/ mi cuerpo temblaba/ mientras el orín caliente resbalaba/ en mi entrepierna”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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