Testículos fritos

Casa de citas/ 680

Testículos fritos

Héctor Cortés Mandujano

Los hombres son bravos

pero güevones

Rubén Figueroa en declaración a Garibay,

en Acapulco

 

Hacía tiempo que no leía un libro de Ricardo Garibay (1923-1999), después de leer tantos libros suyos. De nuevo quedé atrapado en el embrujo de su prosa magnífica con Acapulco  (Océano, 1978).

Recorre en este libro, que no es un reportaje, sino un calidoscopio de escrituras, los medios sociales que van de la miseria a la opulencia; convive con prostitutas y millonarios; con guaruras y guerrilleros; con gente de la calle y con el gobernador de aquel tiempo, el tristemente célebre Rubén Figueroa.

Dice que el lenguaje de Figueroa es una (p. 17) “mezcla de rusticismo y Larousse”, que incluso parece conocer al más famoso poeta florentino: “Si nomás te digo que aquí el Dante hubiera tenido qué contar, pero de verdad y de primera mano, en vez de andarse chacoteando los sesos con tantas utopías y chingaderas como se puso a inventar”.

No le prodiga elogios. Lo describe con brutal sinceridad, cuando sale de la alberca (p. 20): “Rubén festeja su broma y va saliendo del tanque. Chorreante ballenato”.

Mucha gente llegaba a Acapulco (p. 24): “Gringos y canadienses. Multitudes. Los bajan, como si vacías costales de mazorcas, de enormes camiones de turismo, a la entrada, bajo el ramaje de la ceiba colosal –que dicen que Miguel Alemán quiso derribar porque le comía cien metros de terreno al hotel– y rellenan el camión con gringos y canadienses de salida, como si echaras brazadas de mazorcas al costal”.

En un prostíbulo ve los varios actos; en uno (p. 44) “la reina se ha puesto un cigarro entre los labios del sexo, y haciendo la araña sobre la nuca y los talones y girando, para que nadie pierda el espectáculo, lo absorbe y lo expele y lo absorbe, fumando”.

No todo mundo le ayuda, como él quisiera (p. 54): “Acapulco es mucho más provincia de lo que yo creía. Que alguien se presente de pronto metiendo las narices en la olla, con el público propósito de ‘escribir un libro’, es una sarna, la gente empieza a rascarse apenas aparezco, o se pone a bailar como mono de cilindro”.

Los asesinatos brutales ya eran cosa de todos los días. Trascribe esta charla (p. 61):

“—Desenterraron a uno de esos dos, compadre de un compadre mío, en una barranquita, pero al otro no lo encuentran.

“—Con suerte aparece tatemado. Espérate un rato y aparece pa barbacoa.

“—¿Tatemado? –pregunto.

“—Es que ahora se usa quemarlos y ya nomás tiran los trocitos negros y a ver si usté reconoce a su pariente.”

El apunte donde en una fiesta bailan hombres y mujeres, y él nota (p. 68) “el femenino zarandeo incansable de los cuerpos machos”.

Alguien le cuenta que en un pueblo (p.76) “hubo un jaripeo, yo lo vi, vino un pleito, se hizo matanza, el ejército rodeó la placita de toros y esperó a que acabaran de matarse, ya después entraron para llevarse a enterrar a los despanzurrados”. El dato sonaba duro (p. 77): “Hay en un mes en Guerrero más asesinatos que en cien años en Suecia y Noruega”.

Ilustración: Alejandro Nudding

También habla con sacerdotes y monjas. El padre Clemente le cuenta (p. 85): “En diecisiete años han salido de este seminario siete sacerdotes, que luego en la sierra sucumbirán a los cuatro enemigos: la soledad, el alcohol, el sexo, el dinero”.

La violencia es cotidiana, familiar, imposible de esconderse (pp. 109-110): “Y mató, mataron, lo mató, lo mataron, los mató, los mandó matar, los mandaron matar, le dijo que lo va a matar, ha matado a tantos, mata, matará, mataron y los mataron hasta quedar satisfechos. Qué río de muertes imbéciles a navajazos, a puñaladas, a balazos, a pedradas, a palos, a metrallazos, a patadas, a puñetazos, a mordidas, a machetazos o por ahogo, desbarrancamiento, veneno, torturas minuciosas. Qué carcajeante río de muerte”.

Rubén Figueroa le cuenta (p. 132): “El negro cambujo tiene una sangre tan revuelta y tan torva y tan cabrona que hace un agujero entre las matas y se entierra hasta el cuello, a esperar a su enemigo, sólo deja un brazo afuera para alimentarse de lo que lleva en la bolsa, el bastimento del crimen, dos tres ocho diez días, y al fin pasa, tiene que pasar el enemigo, porque es su ruta, a güevo, y allí el cambujo pela la metralleta ¡yastaquí llegastijo diotra cosa, yay uno menos en el mundo”.

Dos parejas de gringos son sus vecinos provisionales. Son máquinas de tomar, drogarse y coger (p. 139): “Hacen el amor como perros sanbernardo; carreras, bramidos, costalazos retumban pisos, paredes. Las nalgadas estallan como cohetes. A ratos se diría que se están matando”.

A Rubén Figueroa lo secuestró la guerrilla y lo rescató el ejército a sangre y fuego. Había junto a él un muchacho que lo iba a matar si entraban los milicos. Cuenta a Garibay (p. 154): “Cuando eché a correr hacia ellos, gritando soy Rubén Figueroa, yo sabía que el que me cuidaba me mataría de un momento a otro; yo esperaba el balazo ¿quién me iba a librar de él? Y seguía corriendo y no llegaba el balazo, no llegó y ahora entiendo que no me tocaba, no había yo llegado a mi raya final”.

Figueroa, por supuesto, habla mal de sus captores (p. 155): “Más que guerrilleros eran asesinos implacables. ‘¿O qué tú no ves ferocidad en hombres que fríen los testículos de sus enemigos –los que ellos llaman sus enemigos– y se los comen, en un alarde de dizque hombría y como burla postrera?’ ”.

Un pobre gana un dinero y decide ir con las prostitutas caras. Las llama de una manera muy peculiar (p. 162): “Me lo bailo con las rajas dioro, qué chingaos”.

Garibay decide respetar lo que oye, lo que ve, no agregar algo que haga parecer a este libro una novela, una obra de ficción (p. 178): “¡Me cuesta tanto no añadirles el revés de su trama, la porción de literatura que los inserta en un todo coherente, transparente!”. Se conforma: “Si algún día leo el libro impreso, me sentiré feliz si descubro, acá y allá en el paginario, algunos jirones de humanidad”.

El libro fue escrito hace más de 40 años. Parece que habla de ayer apenas, de hoy.

            Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

 

 

 

 

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.