Frutos muy dulces
Casa de citas/ 744
Héctor Cortés Mandujano
La vida es como montar en bicicleta.
Si quieres mantener el equilibrio, no puedes parar
Albert Einstein
La teoría de la relatividad. Einstein. El espacio es una cuestión de tiempo (RBA Coleccionables, 2023), de David Blanco Laserna, es un libro que aborda la vida y la obra de este hombre que ha sido calificado como el científico más popular de todos los tiempos.
La imagen icónica de Einstein (1879-1955) sacando la lengua a los fotógrafos, en el apogeo de su popularidad, se da cuando muchos ya vivieron su época de gloria (p. 7): “Einstein había cumplido setenta y dos años de edad”. Fue muy popular, lo sigue siendo (p. 8): “La revista Time lo eligió como personaje del siglo XX y quizá nunca alcancemos a bajarlo de ese pedestal”.
Dice, en la introducción, Blanco Laserna (p. 11): “Una medida de su talento se obtienen al comparar las dos grandes revoluciones de la física del siglo XX. La mecánica cuántica es la construcción de un ejército de científicos formidables: Planck, Schrödinger, Heisenberg, Born, Dirac, Bohr, Pauli, Feynman… y el propio Einstein, La formulación de la relatividad general es, en esencia, fruto de una sola persona”.
Un tema espinoso en la mayoría de los científicos alemanes fue el nazismo. Einstein lo tuvo claro desde el principio (p. 36): “Durante un viaje en bicicleta con los Alpes al fondo y camino de Génova, tomó la decisión de renunciar a la ciudadanía alemana y solicitar la suiza”. Y esto fue, de joven, sólo para continuar sus estudios. Para cuando apareció Hitler ya tenía decidido que, mientras él y los suyos estuvieran en el poder, no regresaría a Alemania.
Sus padres no estuvieron de acuerdo con se casara con su primer esposa. La veían “demasiado vieja” y “físicamente contrahecha”; en un razonamiento mayor, que es difícil sintetizar, escribe, lo que considera ideas de sus padres (p. 43): “la esposa y la prostituta solo se diferencian en que la primera, gracias a sus mejores condiciones de vida, puede conseguir del hombre un contrato de por vida”.
En septiembre de 1905, por un artículo que escribió, y para responder una pregunta, nació su más famosa ecuación (p. 81) “que los físicos corrieron a estampar en sus camisetas: E=MC²”. Para casarse de nuevo, hubo que divorciarse y estalló la Segunda Guerra mundial. Dijo Einstein a su mujer (p. 126): “ ‘Tengo curiosidad por ver que durará más, la guerra mundial o nuestros trámites de divorcio’. Duró más el divorcio. A Einstein se le conoce más por su teoría de la relatividad; sin embargo (p. 150), “en vista de que las paradojas cuánticas tomaban la física al asalto, era inevitable que Einstein reviviera el premio Nobel no por la teoría de la relatividad, sino por su explicación del efecto fotoeléctrico”.
En esta columna de tantos años, por una situación que no he pensado como importante, he reproducido las últimas palabras de un montón de personas famosas, dentro de las que no se contará Einstein, quien murió en Princeton (p. 163): “Sus últimas palabras las susurró en alemán, al oído de una desconcertada enfermera del turno de la noche, que no entendió una sílaba y no pudo rescatarlas para la posteridad”.
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Las ciencias tienen las raíces amargas, pero muy dulces frutos
Aristóteles,
citado por Miguel Ángel Sabadell
La electrodinámica cuántica. Feynman. Cuando un fotón conoce a un electrón (RBA Coleccionables, 2023), de Miguel Ángel Sabadell, documenta vida y obra de Richard Phillips Feynman (1918-1988), a quien la revista Omni llamó (p. 8) “el hombre más inteligente del mundo”. Su madre, al leer el llamativo título dijo: “¿Nuestro Richie? ¿El hombre más inteligente del mundo? ¡Dios nos libre!”.
El libro atiende a la multiplicidad de personajes y saberes que, voluntaria e involuntariamente, ayudaron a que Feynman hiciera sus descubrimientos. La mecánica cuántica, por ejemplo, que proponía (p. 27) “una visión totalmente probabilística del mundo”, donde las cosas pueden estar o no en un determinado lugar; la “función de onda” que propone que toda partícula (p. 30) “en un principio, se extiende por todo el universo”, que dio origen a la mecánica cuántica ondulatoria enunciada por Erwin Schrödinger; la introducción del concepto de campo de Faraday; el momento en que (p. 71) “Julius Robert Oppenheimer acaba de dar la orden de hacer detonar la primera bomba atómica de la historia”…
Feynman hizo, con “sencillez y rapidez de cálculo”, una serie de dibujos que explicaban el efecto de las partículas virtuales y esos dibujos (p. 101) “pronto se llamarían ‘diagramas de Feynman’ […] Los diagramas de Feynman iba a cambiar la forma en que se haría la física a partir de entonces”.
También se logró conocer a fondo el protón, el electrón y se llegó al conocimiento del bosón de Higgs (que se apellida como su descubridor, Paul Higgs), quien propuso que (p. 143) “todo el universo está repleto por un campo que llena el espacio y cuando las partículas interaccionan con él, adquieren lo que parece ser su masa”.
Feynman, dice Sabadell (p. 145) “no sólo fue un brillante físico teórico, sino también un visionario. Fue él quien puso las bases de lo que es la nanotecnología e impulsó a los investigadores a ir tras ella”. Ganó el premio Nobel en 1965, pero eso no cambió sus hábitos (p. 152): “Siguió haciendo sus cuentas en el bar de striptease Gianonni’s de Pasadena, al que iba cuatro o cinco veces a la semana y donde tenía una mesa reservada”. No aceptó nunca, dice el autor (p. 153), “títulos honorarios”.
Escribió Feynman (p. 158): “Los árboles están hechos ante todo de aire. Cuando se queman, vuelven al aire y en el calor generado se libera el calor del sol que fue fijado para convertir el aire en un árbol, y en las cenizas está el pequeño remanente de la parte que no viene del aire sino de la tierra”. Se volvió muy popular (p. 159) “cuando desveló lo sucedido en el desastre del transbordador espacial Challenger en 1986”. Cuando murió, el 15 de febrero de 1988, dijo una frase que quizá ya tenía preparada (p. 162): “Odiaría morir dos veces. Es tan aburrido”.
Escribió algo que podría parecer raro para un científico (p. 162): “Tengo respuestas aproximadas y creencias con diferente grado de certeza sobre diferentes cosas, pero no estoy absolutamente seguro de nada… No siento miedo de no saber cosas, de estar perdido en un universo misterioso sin propósito alguno, que es, hasta donde yo sé, como es en realidad”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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