La maraña del futuro
Casa de citas/ 748
La maraña del futuro
Héctor Cortés Mandujano
Todos los problemas de la vida
vienen de que no podemos vivir solos
D. H. Lawrence,
en “El muñeco del capitán”
Todo lo que he leído, y no ha sido poco, de D. H. Lawrence me ha gustado. Leo El zorro y otras historias (Nocturna Ediciones, 2010), con traducción de Francisco Torres Oliver, que contiene tres novelas breves de Lawrence: La mariquita, El muñeco del capitán y El zorro.
En “La mariquita”, Dafne conoce en un hospital de heridos al conde Johann Dionys Psnaw de Bohemia y se obsesiona con él, a tal grado que olvida su condición de casada, su posición social y que el conde era enemigo de su país: se mete a su habitación (p. 111): “La habitación se sumió en la más completa negrura. No había luna en el exterior. Ella no podía verle”. No es sexo lo que los une; sin embargo él le dice (p. 114): “Ahora eres mía. En la oscuridad, eres mía. Y, cuando mueras, serás mía. Pero, durante el día, no eres mía; porque no tengo poder durante el día”. Ella lo cree (p. 119): “Pertenecía al conde. Eso se había decidido en lo más profundo del alma de ella. Aunque no podía casarse con él y ser su esposa en el mundo”.
En “El muñeco del capitán”, Hannele es amante del capitán, quien está casado. Discuten. Hannele le dice cuando él le menciona el futuro (p. 141): “El futuro se agota día a día. El futuro para mí es como una enorme maraña de hilo negro. Cada mañana empiezas a desenredar un cabo suelto… y ese es tu día. Y cada noche cortas y tiras lo que has desenredado, y eso menos que tiene el montón; un cabo menos, un día menos. Eso es el futuro para mí”.
Hannele, que es muy hábil para eso, hace un muñeco del capitán. Él le dice (p. 260): “Si una mujer te ama, hará un muñeco de ti. No estará satisfecha hasta que haya hecho un muñeco de ti. Y una vez que tenga tu muñeco, habrá conseguido lo que quería. Y eso es lo que significa el amor. Así que no quiero que me amen. No quiero amar. No quiero ser amando por nadie. Es un insulto”.
March, en “El zorro”, había decidido vivir toda la vida con su hermana, hasta que se enamora de Henry, lo que supone para ella una dicha y un martirio, la flor y el abismo (pp. 374-375): “Cuanto más se empeñaba en alcanzar la flor fatal de la felicidad que tiembla azul y hermosa en una grieta, un poco más allá del alcance de la mano, más espantosamente consciente se volvía del tremendo y horrible vacío del abismo que tenía debajo, en el que inevitablemente se precipitaría, como en el infierno, si pretendía estirarse un poco más. Y arrancas una flor tras otra… pero nunca es la flor. La flor misma, su cáliz, es un abismo horrible, es el pozo sin fondo”.
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Línea de sombra. Ensayos sobre Sergio Pitol (Tierra Adentro, 2009), reúne a nueve jóvenes ensayistas en torno a la obra del maestro Pitol.
Magali Velasco Vargas dice en “Sergio Pitol no deja dormir” (p. 27): “En Pasión por la trama Pitol recupera a Tolstoi para determinar que la línea principal de una fábula se ilumina gracias a la luz de la acción paralela”.
Rafael Toriz en “Un puñado de imágenes para llegar a Sergio Pitol”, cita al autor veracruzano (p. 47): “Uno es una suma mermada por infinitas restas”.
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Leo Walter Benjamin. Es necesario recuperar la historia de los vencidos para redimir su sufrimiento y transformar el presente (RBA Coleccionables, 2019), de Carlos Marzán.
Escribe Marzán, a propósito de una idea de Benjamin (p. 42): “Si Dios, según el Génesis, había concebido su obra como buena, cuando el ser humano quiso ser creador como él e imitarlo, cuando fue tentado a la exploración de la prohibido, rompió sus nexos con el lenguaje puro del paraíso, porque el conocimiento del bien y del mal –el que ofrecía la serpiente en el árbol del conocimiento– era inexistente, mera parodia de la palabra creadora divina. […] La lengua humana dejaría, pues, de captar la esencia de las cosas y solo sería capaz de entenderlas en su apariencia”.
Cita el poema “Preguntas de un obrero que lee”, de Bertolt Brecht, amigo de Benjamin (p. 137): “¿Quién construyó Tebas de las siete puertas?/ En los libros figuran los nombres de los reyes./ ¿Los reyes arrastraron las piedras de las montañas?/ Y Babilonia, tantas veces destruida,/ ¿quién la reconstruyó tantas veces?”.
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Me dirijo a ti mismo, amable lector u oyente, Fritz, Theodor,
Ernst, o como quiera que te llames,
E.T. Hoffmann,
en “Cascanueces y el rey ratón”
La versión que se ha usado para el ballet y para distintas adaptaciones de El cascanueces, no es la original de E. T. Hoffmann (“Cascanueces y el rey ratón”), publicada en 1816, sino la de Alexandre Dumas (“Historia de un cascanueces”), publicada en 1844, quien (p. 9) “decidió hacer una versión un poco más amable, eliminando algunos de los detalles más oscuros del original alemán”.
En mi ejemplar (RBA Coleccionables, 2022) se reúnen las dos versiones.
Aunque la versión de Dumas es, efectivamente, menos retorcida que la de Hoffmann, tiene sus rarezas, ésta es una que me llamó la atención. El cascanueces le va explicando a Marie las tipicidades de su reino (p. 154): “Este es el río de Naranjada. Es uno de los más pequeños del reino; a pesar de su olor tan agradable, no puede compararse con el río Limonada, que desemboca en el mar de Mediodía, llamado el mar de Punch; ni con el lago Orgeat, que desemboca en el mar del norte, también conocido como el mar de Leche de Almendras”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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