Horror de Iguala
Como estudiantes y maestros que somos —y porque este espacio es obra de y está destinado a maestros en ciernes como ellos—, no podemos sino resentir esa brutalidad de manera particularmente aguda. Su asesinato nos aturde y nos espanta, pero también nos interpela; nos obliga a reconocer el feroz resentimiento que la enseñanza —o una forma de enseñanza como la que buscaban practicar esos 46 muchachos masacrados— provoca entre quienes ejercen el poder en nuestro país.










