Se presenta el documental Guerrero

Guerrero es una película documental dirigida por Ludovic Bonleux, estrenada el 29 de marzo de 2017 en la Cineteca Nacional. La producción corre a cargo de Bambú Audiovisual (que también apoyaron la producción de “¡Viva México!” de Nicolás Defossé) y  Cadalpiotz (la productora de Bonleux) con apoyo del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) vía  el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (FOPROCINE).

La historia sucede en México, en el estado de Guerrero, en 2015. Ha pasado menos de un año desde que en Iguala desaparecieron 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa (en una operación conjunta entre policía municipal, estatal, federal y ejército) y están a unos meses de las elecciones federales intermedias, para renovar las cámaras de diputados y senadores, pero además habrá elecciones locales en Guerrero, para elegir presidentes municipales, diputados locales y gobernador.

Es en ese contexto que se cuentan tres historias: la de Coni, que participa con las autodefensas de la FUSDEG en el municipio de Petaquillas (muy cerca de Chilpancingo, la capital del estado); la de Mario y un grupo de familiares de personas desaparecidas que buscan a sus seres queridos en los alrededores de Iguala; y la de Juan, un profesor de primaria que participa en la asamblea popular de Tlapa que ha tomado el ayuntamiento.

Ciudadanos que se hacen cargo del gobierno municipal, se hacen cargo de la defensa de su pueblo en contra del narco, se hacen cargo de la búsqueda de sus familiares desaparecidos y secuestrados… dice muy claro que en esta región, como en muchas de México, hay una notable ausencia de las instituciones del Estado. Hay visos de una construcción de autonomía, pero lo que más se deja ver son actos de desesperación ante la omisión y obstrucción por parte de las autoridades.

Coni

El documental nos presenta a Coni como la hija de Saúl López, fotógrafo que cubrió los movimientos sociales de Guerrero a principios de los años 60 y que resultó herido mientras fotografiaba la entrada del ejército a la universidad de Guerrero. “Heredé mucho de él”, dice mientras mira su retrato en una revista de aquella época. El encabezado dice: “Mientras disparan balas Saúl López dispara su cámara hasta caer herido”. La vemos coordinando los trabajos de labor social con personas que han sido condenadas por delitos menores, casi todos vinculados con el narco. Arreglan un camino, reforestan, todo vinculado al bien común. Ella les dirige, les instruye, les explica con paciencia el sentido de todo eso, hablan de participación horizontal, de transformación, del buen gobierno.

En Petaquillas la policía comunitaria forma parte del Frente Unido para la Seguridad y el Desarrollo del Estado de Guerrero (la FUSDEG, como le dicen), una escisión de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG). Están en un territorio de cultivo de amapola, por tanto se enfrentan a cárteles del narco, se enfrentan a la policía estatal y se enfrentan también a las policías comunitarias vinculadas a la UPOEG. Enfrentan también sus propias divisiones y su falta de protocolos.

En una asamblea, Coni habla de la posición del FUSDEG frente a las elecciones, señala que aunque no participarán en ellas, tampoco impedirán su realización. Plantea que Petaquillas brinde refugio a los estudiantes de Ayotzinapa en caso de que sean perseguidos ese día (pues ellos si boicotearán la jornada electoral). La gente del pueblo se divide, unos votan a favor, otros en contra, por miedo a las repercusiones y a las represalias de los grupos de choque. Ante la falta de consenso, un hombre mayor toma el micrófono y acusa a Coni de mentir, de favorecer a los partidos. Ella, a un lado del templete, lo interpela, le pide le explique en qué consiste la mentira, de qué forma favoreció ella a los partidos. Él no puede decirlo, no tiene forma de demostrar su dicho, así que se niega a hablar con ella: “No voy a decir más, ya lo dije”. Ella insiste. Él alza la mano, intimida, amenaza con su rabia contenida. Ella lo deja ir. De todas las secuencias de violencia que presenta el documental, esta es una de las más tensas.

Vemos su paciencia al explicar, su fuerza, pero también su frustración. En varios momentos se enfrenta a muros, cuando trata de explicar que los operativos deben ser para algo más que detener a jóvenes con marihuana, que deben de acordonar el barranco donde los narcos tiran a los muertos… “¡Tenemos que hacer las cosas bien!” le dice a un joven comunitario que parece escucharla, pero no. Así como no la escuchan cuando les dice que no vayan desorganizados al territorio en disputa con UPOEG (que deriva en un enfrentamiento, un día antes de las elecciones, donde hay muertos en ambos bandos). Un comandante del FUSDEG le dice en el funeral, cuando ella le pregunta si cree que habrá represalias: “Ya no le entran a los cocolazos porque saben que van a perder”. Sobre los muchachos muertos le dice: “Alguien tiene que caer, esta lucha así es. Ofrecieron su vida por el bien de los demás”. De entonces para acá el enfrentamiento entre FUSDEG y UPOEG lleva como saldo más de 40 muertos.

Hay otra secuencia donde, luego de un operativo, la FUSDEG presenta restos humanos ante el pueblo. Una persona toma el micrófono y llama a armarse todos contra el narcosecuestro. La cámara se centra en varios niños que se acercan a los huesos y en uno en particular que juega con una pistola de juguete muy real. Saca el cartucho, lo vuelve a meter, la carga, apunta. Coni, desde lejos, los observa. Luego de eso, en una plática con el documentalista, ella confiesa: “No quiero seguir, no comparto tantas cosas […] No hay una verdadera visión de hacer cosas transformadoras y revolucionarias, pues nos come lo policiaco”. En la plática deja claro el problema, la razón por la que se rompe: “Hay una visión de que la violencia es un camino, y es el camino, por ejemplo, para sacarle la sopa a los delincuentes”. La razón se rompe, la alternativa tiene como único referente a la policía de siempre, a la violencia de siempre, transformar para seguir igual porque la visión de las armas como solución es más fuerte que cualquier argumento.

Juan

Juan es un profesor de primaria, está en contra de los partidos políticos y apuesta por la democracia popular, por la organización en asambleas. Él y su grupo tienen tomado el ayuntamiento de Tlapa, buscan impedir las elecciones. Sabe que hay riesgos, pero afirma: “Si no hacemos nada, es más peligroso porque van a seguir haciendo de las suyas”. Como cualquier otra persona pasa tiempo con su familia, juega con sus hijos, alimenta a sus mascotas. Pero cuando va con el grupo de activistas habla de Mao Tse Tung, le explica a su amigo Toño que les quieren imponer el derecho al voto. Mientras viajan en una camioneta, uno le dice al otro: “Ya quita eso y pon música de hombre, música de revolucionario”.

Se reúnen, hablan de la estrategia a seguir. Parar la producción de la región… detener las vías de comunicación… hacer conciencia en el pueblo… Le explica a Toño: “No tenemos riqueza de dinero, pero riqueza de conciencia si”.

Hay un momento donde están en un parque, preparando un acto, y aparece un hombre mayor de la vieja guardia marxista. Los descalifica, les dice “caricatura de movimiento”, se pone a explicar la “dialéctica de lo concreto” y luego se va. Juan se ríe un poco y dice “alcoholismo revolucionario”. Por la noche, Toño da un discurso ante un grupo de vecinos, dice que es licenciado en derecho indígena. Alienta a la gente a organizarse: “compañeros, es necesario que sean parte de la lucha”.

La policía estatal trata de recuperar el ayuntamiento. Llegan antimotines y en un primer enfrentamiento son obligados a retirarse, aunque a varios pobladores de Tlapa son retenidos. Ellos en respuesta retienen a un policía, mientras unos lo golpean, otros tratan de evitar el linchamiento. El contra-ataque de la policía viene acompañado de un grupo de choque que los hace huir y golpea brutalmente a los que quedan atrás (sin nadie que se los impida). La policía recupera el ayuntamiento. Desde su escondite, Juan reflexiona: “Ese pueblo por el que luchamos es el pueblo que nos golpea”.

El día de las elecciones el quiosco del parque aparece con las consignas borradas, la casilla electoral se instala en el mismo lugar donde Juan pasó el tiempo haciendo guardia. La fila para votar está llena de policías en uniforme. En otros lugares del pueblo hay protestas, la policía detiene y golpea a varias personas, incluidos menores de edad. En una asamblea improvisada los habitantes de Tlapa proponen interrumpir las elecciones hasta que entreguen a los detenidos. Llegan a una casilla protegida por policías federales, pero para entonces ya la habían cerrado. Retienen a los federales, un helicóptero sobrevuela, Juan los mira desde su azotea. Otro grupo llega a la casilla, pero vienen armados con palos y machetes. El primer grupo negocia la salida de los policías, que son llevados a una capilla, en el camino son increpados y sus rostros reflejan el miedo a la población enardecida.

Por la noche llega un gran contingente de antimotines por sus compañeros retenidos. Golpean a todos los que hacían guardia en la capilla. Toño intenta detenerlos y un policía le dispara en el corazón, justo enfrente del altar. Al otro día por la mañana el perifoneo anuncia la muerte de Toño y el operativo para rescatar a los policías. En el ayuntamiento hay basura por todos lados y la sábana de los resultados electorales (en esa casilla, al igual que en el resto del municipio, gana el PRI).

Otro día. Juan parado enfrente de una foto de Toño, en un altar improvisado. De ahí van a su entierro, hay mucha gente. Alguien grita: “Viva el comandante Toño”.

Juan reflexiona: “No estoy preparado para una guerra […] Si se suelta una lucha armada ahí si el gobierno tendría el pretexto quiere para matar a todos”. Es enfático cuando dice: “Luchamos por un mundo de paz, hermandad y justicia”. Hace su maleta y agarra camino al amparo de la noche.

Mario

El hermano de Mario fue secuestrado, quienes lo secuestraron nunca entregaron a la familia la  prueba de vida y nunca lo pudieron resctar. Desde entonces Mario lo busca por todas partes, sin parar. “El tiempo es nuestro peor enemigo, si me quedo dormido a lo mejor (no) avanzo otro poquito más, no sé qué tanto tenga que escarbar […] Voy a lugares donde hubo gente mala, antes no hacía eso”.

Su trabajo es juntarse con otras personas con familiares desaparecidos, caminar los cerros, buscar evidencias, identificar fosas, escarbar, seguir escarbando, encontrar trozos de ropa, huesos, cabello, cuerdas “con estas cuerdas amarran a los secuestrados”.

“Mira, Mario, este todavía tiene carne”, le dice una de sus acompañantes. Están en un campo donde fueron encontrados 30 cuerpos calcinados. “Aquí fue la primera vez que lloré”, dice. Encuentran huesos de manos al escarbar un poco. Supuestamente los peritos de la PGJ ya revisaron el lugar y dieron su tarea por concluida. “Es algo doloroso que nos digan que son muy cuidadosos y luego encontrar estas cosas”. Un niño que les acompaña también ayuda, aprende a distinguir entre huesos y palitos.

El día de las elecciones Mario está en el monte, buscando a su familiar. No va a ir a votar. “Nosotros ya hablamos otro lenguaje, nuestros intereses son otros ahora. ¡Qué feo! ¡Que feo vive uno!”

Debido a amenazas que recibieron, se dictaron medidas cautelares (por recomendación de la ONU), y deben hacer sus búsquedas acompañados de seguridad por parte del Estado. Sin embargo, las autoridades obstaculizan su trabajo, se olvidan, retardan. Acude a la CDMX a una reunión con buscadores de desaparecidos, dialogan con familiares de desaparecidos (incluidos los familiares de los desaparecidos de Ayotzinapa) y se plantea coordinar acciones. Mientras unos plantean pelear y morir en la pelea, otros quieren vivir y seguir buscando.

En el mismo viaje acude a la Ibero a dar una plática. Los estudiantes ven sus celulares mientras el sonido les pide apagarlos. Empieza diciendo “venimos con mucho miedo a la ciudad, mi mamá me dice que no salude, que no haga caso”, luego hace cuentas del número de desaparecidos (33 mil), dice que por cada desaparecido hay al menos cuatro niños que quedan sin padres, sin primos, sin hermanos. “Estos niños están creciendo con odio, ¿saben quiénes son los malos que matan y desaparecen? son personas que cuando niños crecieron con odio”. Les pide imaginar la clase de país que tendremos en veinte o treinta años, con personas que crecieron con tanto odio.

“La única oportunidad es acabar con la indiferencia, en lugar de ser como dice mi mamá, gente que no saluda y no hace caso”.

Alguien en el público se seca una lágrima. El resto regresa a sus celulares.

Conclusión

Es la marcha por el primer aniversario de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. En diferentes lugares de la marcha vemos a Coni, a Juan y a Mario. Llueve. La gente de la ciudad los mira desde sus balcones y banquetas.

En el camino de regreso a Guerrero se ve un letrero que pide información sobre una persona desaparecida. En la parte de atrás de ese letrero hay un anuncio de gobierno que anuncia, jactancioso, “más y mejores policías”.

Juan regresa a dar clases a la escuela. Mario sigue excavando. Coni siembra un árbol y cuida su jardín. Una veleta, poco a poco, cambia su rumbo.

“Guerrero” se presentó en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas este martes 13 de marzo, como parte del Cinedebate del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, a las 18:00 horas en el Foro Cultural Independiente Kinoki y a la misma hora en Educreando A.C. en la Colonia Maya de la misma ciudad.

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