Cómo Mercedes Osuna se convirtió en una rebelde con causa (QEPD)

Mercedes Osuna, falleció este jueves 18 de noviembre del 2021, tras un accidente sufrido alrededor de las 18:30 horas en el interior de su domicilio de Pantaleón Domínguez de San Cristóbal de Las Casas.
Su cuerpo será velado esta noche en ese lugar y mañana a las 8 de la mañana será llevado al Velatorio o Funeraria San Cristóbal, junto al Puente Blanco, en esa gélida ciudad de los Altos de Chiapas.
Descanse en Paz, la amiga y compañera de lucha de los pueblos y comunidades inidgenas de Chiapas.
Buen viaje mi querida Mercedes.
PD: Rescatamos para todos ustedes este artículo de Mayté G. Bonilla sobre Mercedes.

La labor de los periodistas auténticos es lo más importante para los movimientos sociales

La Meche. Foto: Cortesía

Por Mayte G. Bonilla
Escuela de Periodismo Auténtico, Generación 2012

Ni activista, ni organizadora social, ni defensora; Mercedes Osuna prefiere definir su trabajo como una labor humana, algo a lo que le ha dedicado toda una vida. Nació en un lugar donde las palabras verdaderas se escuchan con el corazón y su convicción de lucha comenzó desde muy joven.

 


Mercedes Osuna y el luchador social Oscar Olivera escuchan durante una sesión de trabajo de la Escuela de Periodismo Auténtico 2013 DR Clara Reina.

En San Cristóbal de las Casas nació Mercedes Osuna; una niña preguntona y de conciencia muy precoz, que no tardó en conocer el mundo. Su maestra fue una viejecilla que se sentaba a oír la radio de onda corta. Un buen día le permitió acompañarla a escuchar la estación Radio Habana Cuba. Ese día comenzaron las lecciones que la madre de Osuna ni siquiera imaginaba.

 

«Tenía que hacer mis tareas por la noche, para que mi mamá no se diera cuenta de lo que esta persona me contaba. En sus historias descubrí que la desigualdad, la marginación, la opresión y el racismo existían en todas partes. Pero también descubrí que existían pueblos organizados que habían logrado cambiar su situación. ¡Me pareció algo increíble!», recuerda Osuna.

A muy temprana edad vio en la organización civil la posibilidad de una revolución, justo como había sucedido en Cuba y la URSS. Entonces sintió que podía cambiar el mundo. Estaba ansiosa por comenzar a transformar el mundo que habitaba, donde los pueblos originarios eran -y siguen siendo- los más vulnerables.

Así inició la formación política de Mercedes Osuna, quien ha desempeñado diversos roles a lo largo de una lucha que inició hace más de 30 años. Desde inicios de 1980 forma parte de una organización no gubernamental que ha acompañado los movimientos sociales en Chiapas.

Tras la rebelión Zapatista de 1994, fue Directora del enlace civil de un grupo de monitoreo de derechos dumanos que administraba a los periodistas y observadores nacionales e internacionales que llegaba a territorio Zapatista. También trabajó brindando protección a refugiados Guatemaltecos en Chiapas, y en 2010 acompañó a migrantes centroamericanos en su ruta hacia los Estados Unidos.

Sin embargo Mercedes Osuna considera que su primera experiencia política la vivió en 1983 cuando era estudiante de Economía en la Universidad Autónoma de Chiapas.

«Llegamos a una comunidad de gente organizada y muy politizada que estaba como a dos horas de San Cristóbal. El movimiento indígena y campesino por la recuperación de sus tierras ancestrales comenzaba a movilizarse», cuenta Osuna.

«Ahí nos hicieron parte de su asamblea, en donde obtuvimos voz y voto. No éramos los estudiantes que nada más llegábamos a dirigir. La misma comunidad fue quien nos hizo parte de ellos», recuerda Osuna. Y el «ellos» se convirtió en «nosotros» para siempre.

Desde entonces acompaña los procesos de los movimientos sociales, involucrándose en proyectos productivos y de resistencia. Estos movimientos rompen con un sistema económico establecido, donde los poderosos son quienes imponen los costos y siempre se llevan las ganancias, explica Mercedes.

Era apenas una niña de 8 años y trabajaba en la tienda de textiles mayas de su madre, cuando se rebeló contra ese sistema que no pagaba lo justo a los indígenas que llegaba hasta ahí para vender sus productos. Sin saber aún nada sobre leyes de mercado, la pequeña indagó más sobre el proceso artesanal de las telas, para luego crear sus propios productos y eliminar intermediarios.

De comunidad en comunidad, esa niña emprendedora fue destejiendo sabiduría ancestral, con que las mujeres originarias tiñen los hilos, bordan e hilan. Después no sólo construyó su propio telar, sino que también elaboró una falda a la que finalmente le puso un precio razonable.

Hoy su gusto por los huipiles ceremoniales es evidente. Su cuerpo menudo casi siempre va cubierto por alguna prenda multicolor, cargada de simbolismo que va más allá de una simple preferencia.

«Así como las mujeres fuimos las descubridoras de la agricultura, también tenemos un cargo: que la memoria histórica no se olvide», dice Osuna. Cuando ella menciona esta frase, hay que ponerse cómodo pues ese será apenas el principio de una larga lección sobre bordados y brocados que se entretejen en un pasado cultural, el cual, insiste, no debe ser olvidado.

«Los pueblos que carecen de identidad, que ya están homogeneizados, no entienden cómo se violan sus derechos colectivos», explica Osuna. Esta es una de las tantas razones por las que los pueblos indígenas no deben perder su fundamento, insiste, para luego rematar con una frase contenida en su libro de cabecera, el texto maya Popol Vuh: «Podrán arrancar nuestros frutos, cortar nuestras ramas, quemar nuestro tronco, pero no podrán matar nuestras raíces».

Tenía 14 años cuando su madre descubrió las publicaciones y folletines socialistas que su hija recibía. Tiró todo a la basura. Mercedes Osuna decidió pagar para tener su propio apartado postal.

«No me gustaba la opresión que se vivía en mi casa ni en el pueblo. No me gustaba la opresión en la que vivía la comunidad, no me gustaba la sociedad», recuerda. Armada de toda su rebeldía, la joven quiso huir. Pero llegó a sus manos el Manifiesto del Partido Comunista y eso cambió su mente.

«Ahí decía que si quería cambiar a la sociedad debía empezar por mi familia», recuerda Osuna.

Y así lo hizo. Actualmente, su madre de ochenta años es su base de apoyo y sus hermanos, los de sangre, son aliados en las causas que siempre encuentran en esta luchadora social una buena acompañante.

 


La convivencia social es en parte entenderse con otros y por eso Mercedes Osuna ayuda a preparar mojitos durante la Escuela de Periodismo Auténtico 2013 DR 2013 Noah Friedman-Rudovsky.

Sin embargo, en su memoria también guarda algunos hechos de los que prefiere no hablar mucho. Cuando retrocede en el camino andado, lo hace sigilosa y con cautela. En voz baja regresa al año de 1983, una época que ella misma describe como álgida en Chiapas, en la que existía mucha organización y unión de diversos movimientos. Tanto campesinos como maestros y estudiantes, que exigían sus derechos fundamentales, se levantaban en una sola fuerza que parecía encender la llama del cambio social. Estos movimientos se habían solidarizado con los miles de refugiados guatemaltecos llegados a Chiapas, que pertenecían a las bases de apoyo de las organizaciones armadas de Guatemala (URNG).

 

El movimiento político en Chiapas estaba en su punto más alto.

«Creímos que íbamos a hacer la revolución», cuenta Osuna. Pero la revolución no llegó. En su lugar, llegó un camión lleno de infiltrados para desatar la guerra. En julio de 1983 la fuerza represora del Estado mexicano inició su persecución bajo la consigna y asesoría del gobierno federal. El plan era acabar con los dirigentes campesinos, maestros y estudiantes: detenidos, secuestrados, torturados, desaparecidos, etc.

Mercedes perdió compañeros, amigos, y por algún tiempo también perdió su libertad. Las únicas voces que la joven escuchó fueron las de algunos compañeros que por dolor y miedo se delataban unos a otros.

«En ese momento, yo morí para poder vivir», dice quien asegura que la mejor arma en esos casos es la valentía, porque «si tú les tienes miedo, ya perdiste».

Y ella no tuvo ni tiene miedo. La fortaleza de esta luchadora se nota cuando uno habla con ella. Su firme convicción de lucha parece invencible «¿Pero es tan dura como aparenta?» pregunto a Al Giordano, uno de sus amigos más cercanos. El fundador de Narco News y presidente de la Escuela de Periodismo Auténtico, responde tajante:
«No voy a psicoanalizar a Mercedes, primero, porque me mata; segundo, porque no es mi papel», dice Giordano.

Se conocieron en 1997, cuando Giordano, al igual que muchos otros periodistas viajó a Chiapas con la intención de cubrir a los Zapatistas. Recuerda que lo regañó como nunca cuando, por un error, puso en riesgo a otros colegas. Y es que como para muchos otros, Mercedes Osuna es una gran maestra. Entre ellos el término hermandad supera cualquier cosa, incluso al término en castellano «confianza», aclara Mercedes.

La organizadora y acompañante forma parte de Narco News desde finales del 2005, cuando se integró el equipo que dio cobertura a La otra Campaña Zapatista. Y aunque para Giordano no fue fácil convencerla, actualmente su «hermana» es uno de los pilares más fuertes de Narco News y su Escuela de Periodismo Auténtico en la que participa desde 2010.

Consciente del importante papel que juega el periodismo en los movimientos sociales, Osuna habló en plenaria el 24 de abril del 2013, ante becarios y periodistas que asistieron a la última edición de la escuela:

«Cuando la prensa lucra con la información, la primera víctima de los movimientos sociales es la verdad. Si el periodista no se siente parte de los movimientos sociales, no puede hablar con la verdad», menciona Osuna.

«Necesitamos gente sensible, humanizada. No necesitamos gente que llegue a tomar la nota y salga corriendo para cumplir con su editor para que no lo masacre. Esta labor que ustedes hacen como periodistas auténticos es lo más importante para los movimientos sociales», recalca Osuna.

Hoy, esta activa mujer sigue en pie de lucha. Además de compartir sus experiencias y conocimientos en foros y plenarias, también viaja por el mundo aprendiendo de otros movimientos, como el de «los Indignados» en Italia.

Actualmente participa con su ONG en la convención de los Pueblos de Abya Yala, en la que se reunen organizaciones de pueblos originarios de Panamá a Chiapas.

Su vitalidad no parece ser precisamente la de una mujer de cincuenta y tantos años, a quien es difícil sacarle su verdadera edad. Exigente con el uso de las palabras, pero bromista y divertida, Mercedes Osuna sigue siendo esa joven rebelde con causa, a la que aún le queda algo de niña, una niña que no ha perdido la esperanza de transformar el mundo.

 

Publicado el 8 de agosto 2013.
Este artículo aparece en el Internet en http://www.narconews.com/Issue/articulo4706.html

http://www.narconews.com/print98c098c0.html?ArticleID=4706&lang=es

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