Chiapas, las quimeras como política de gobierno

 

Las y los ciudadanos estamos atrapados entre la pérdida de los bienes públicos, la debacle económica, y el derroche gubernamental. Los espacios públicos y el patrimonio social se derrumba a ojos de todos, mientras el gobierno estatal derrocha millonarios recursos públicos en acciones superficiales que no sirven más que para satisfacer bolsillos ambiciosos y sueños de grandeza.

¿Recuerda usted la “Villa Navideña” que se instaló  en las plazas de Tuxtla Gutiérrez, Comitán, San Cristóbal de las Casas y Tapachula en diciembre pasado? ¿Cuál fue el costo que tuvo esa acción? ¿Cuál fue su objetivo? ¿El esparcimiento familiar?

Resulta que el esparcimiento como política  de gobierno resulta muy cara, y por lo demás inútil si se trata de cambiar estructuras sociales y de desarrollo. Si bien el gobierno de Manuel Velasco no declaró cuál fue el costo de estas “Villas Navideñas”, otros gobiernos que también hicieron trato con la empresa que ahora vende quimeras, valuaron el costo entre 7 millones y dos millones por cada instalación.

 

Los sueños del rey chiquito

Los sueños del rey chiquito

 

No terminaba de sobreponerme al asombro de ver los adornos en forma de “M”, el logotipo de la administración actual, que se empezaron a colocar en el libramiento norte, como que si de un monumento se tratará; cuando esta semana empezaron a instalar en plazas publicas de la entidad, alfombras verdes que, con buena imaginación, harán las veces de canchas de futbol.

«A partir del 12 de junio disfruta del mundial con: Pantallas gigantes techadas y con asientos. Ponte la verde», se lee en la publicidad oficial del gobierno del Estado, señala un cartel.

Información oficial dice que estas “canchas de futbol con pasto sintético para actividades como futbolito humano y tiros de penales”. El gobierno también oferta “regalos, sorpresas y souvenirs”.

Habrá en Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, Comitán, Villaflores, Cintalapa, Ocozocuautla, Ocosingo, Pichucalco, San Juan Chamula, Tenejapa, Cacahoatán, Huixtla, Tonalá, Motozintla, Frontera Comalapa, Palenque, Chiapa de Corzo, Carranza y Las Margaritas.

En un estado donde la obra pública y la infraestructura social se mantienen y tienen un desarrollo sostenido, estas acciones no tendrían mayor cuestionamiento.

Pero en Chiapas vamos en una curva decreciente.  Un ejemplo es el de la Torre Chiapas, este  edificio público donde se invirtieron millones de pesos del erario, que se dijo iba a albergar a las oficinas del aparato burocrático, simplemente se sigue cayendo a pedazos en su interior.

Las bibliotecas públicas, las oficinas administrativas, los parques, las calles, los espacios ciudadanos están en franca depresión.

La actitud de las administraciones actuales me recuerdan a la época prehispánica, donde cada nuevo rey-emperador destruía todo lo que su antecesor. Lo hacían buscando perpetuarse en la historia.

Y siglos después los gobernantes siguen con los mismos complejos. Tiran o descuidan las obras de sus antecesores y levantan las suyas, pero no con una intención de funcionalidad, si no sólo de que algo de ellos permanezca. Tan inseguros se sienten y tan corta es su ambición.

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