El inocente y el ladrón/ tercera de diez partes

En busca del médico

Por Alfredo Palacios Espinosa

Cuando mi estado de salud se agravó no me quedó otra que buscar el alivio y ante la corazonada de que mi último refugio en las montañas del norte del estado ya no ofrecía mayor seguridad, con el apoyo de mi familia, aunque no muy convencida, tomé la decisión de trasladarme a la Ciudad de México para operarme. Durante el viaje por tierra, pensé que el mayor error hasta ahora cometido por los que estábamos siendo perseguidos o encarcelados era: juzgar los actos y decisiones del perseguidor con los valores éticos nuestros, cuando este hombre carece de esos valores o simplemente los desconoce. En segundo lugar el error de confiar en el sistema de justicia estatal en la que nos aferramos porque no habíamos cometido delito alguno como para ser perseguidos y/o encarcelados, negándonos a aceptar que el sistema judicial estaba al servicio de la voluntad del gobernante, y tercero que no consideramos que las detenciones seguidas a la de Pablo, tenían el propósito de humillarlo y hacerlo callar definitivamente antes, durante y después de las elecciones electorales para que Sabines dispusiera a su antojo de la selección de candidatos para todos los puestos de elección, desde la más pequeña de las presidencias municipales hasta el mayor cargo de elección popular para el Congreso Nacional. Tenía únicamente dos propósitos: protegerse y mantener el control del poder una vez que dejara el gobierno para seguir teniendo los hilos y resortes de control de las decisiones políticas de Chiapas. Los que habitamos esta entidad nos encontramos ante un ser que perdió la proporción de las cosas. Ignorante de los límites y tiempos del poder para seguir dañando sin el mayor respeto a quien gobierna ni reconocimiento al trato respetuoso que recibió sin merecerlo cuando no era nadie. Para él, Chiapas es suyo. Triste panorama político se avizora y mayor responsabilidad para quienes lo dejaron ser, hacer y crecer, porque sus acciones no acabaron con la separación del cargo, seguirá haciendo el mayor daño que le sea permitido. Tiene con qué y cuenta con quiénes para hacerlo, primero desde la suntuosidad de sus propiedades en Acapulco y ahora desde su posición de cónsul en Orlando. Error grave el nuestro haberlo juzgado con la lente de la ética y no con los de la siquiatría. Error político del que lo promovió y del que sigue permitiéndole la manipulación de la vida política y social de la entidad y de quienes minimizaron su capacidad de perversión y simulación que le son innatas.

Por mi parte intenté sobreponerme a lo que me estaba ocurriendo, considerándolo como un mal menor o como una simple anécdota que pronto pasaría, estuve lejos de imaginar lo que me esperaba. Si la partida de Tuxtla el 11 de Junio del 2011 hacia el destierro fue dolorosa, la del 17 de enero del 2012 con destino a la Ciudad de México en busca de la intervención quirúrgica no fue menos dolorosa física y anímicamente. A mi edad, como hombre de hábitos fijos fue una fuerte sacudida a todo mí ser. Me sentí como res hacia el matadero. El desprendimiento de los míos, sin mayores recursos que los de mi pensión como profesor jubilado y ante la inseguridad del éxito de la operación, lejos de casa y con la incertidumbre de la persecución hacían que me sumiera en mis propios pensamientos a punto de caer en la melancolía. La falta de noticias de mi situación legal y la de mi familia aumentaba mi preocupación. Ir al quirófano con esta incertidumbre no era poca cosa para dejar de considerarla, pero en contrapeso el dolor insoportable me urgía buscar una solución.

Pablo Salazar. Caricatura de Alfaro

Pablo Salazar. Caricatura de Alfaro

A pesar de que en el pensamiento de Sabines nos tenía considerados como parte de un grupo político que podíamos afectar sus ansias megalómanas. La mayoría no éramos más que personas que un día fuimos convocados para formar parte de un gobierno con aspiraciones de trabajar por el estado, sin otra relación que la institucional establecida en el trabajo diario. En suma formé parte de un gobierno de trabajo, no de amigos o de cómplices que una vez efectuada la fechoría sexenal, salimos huyendo del estado hacia otras entidades para gozar del saqueo. La mayoría éramos chiapanecos con la firme voluntad de servir a la entidad en que nacimos, para hacerla mejor para nuestros hijos y seguir viviendo en ella con dignidad y respeto. Nunca imaginé convertirme en presa del canibalismo político y del escarnio por una mente extraviada, enloquecida por el poder y con la ambición personal desmedida de atesorar los recursos que correspondían a la entidad.

La persecución a la que me enfrenté fue tan inesperada como anunciada, aunque parezca un contrasentido. Fui miope que no vio o tal vez no quiso ver lo inevitable. Ignorante de que, en el terreno político, personas con poder como Sabines y los integrantes foráneos de su pandilla y de uno que otro autóctono que se sumó al saqueo, no reconocen la trayectoria de nadie ni manifiestan respeto a los principios éticos, por el contrario, el que trasciende del gobierno anterior, por las razones que sean, molesta porque es un espacio más para los amigos de la gente cercana al nuevo mandatario. Ignorante que lo peor de la brutalidad y la saña extrema estaban por llegar, me confié, pensando en el refrán de que <el que nada debe nada teme>. El desproporcionado e innecesario despliegue de fuerzas de persecución, incluyó a la Interpol presentándonos como los peores delincuentes. Los delitos graves por los que fui acusado fueron meros pretextos para justificar la aprehensión y más tarde la retención en la cárcel, siendo el odio en contra de su antecesor la verdadera causa ─por razones que hasta ahora desconozco─. Lo único claro y cierto es que, junto con los otros compañeros, fuimos víctimas colaterales –como se dice ahora─ de ese odio desmedido de una mente enfebrecida por el poder y las adicciones.

En mi caso, la persecución se puso en marcha desde 2009, con la búsqueda intensa de supuestos delitos cometidos durante mi gestión como titular del sector educativo, que al no encontrar nada dejaron la investigación hasta la presente fecha en que no me entregan el finiquito correspondiente, para luego pasarse a Coneculta con la orden de encontrar elementos necesarios que pudieran agregarse a los delitos que ya los de la Procuraduría nos habían inventado para los que participamos en el gobierno del 2000 al 2006. Lo único que pude ver fue la orden de aceleración de estas auditorías. La aprehensión de Pablo fue rápida, efectiva por lo inesperada, aunque también anunciada, pero que tampoco supo verla. A ésta siguió la incomunicación con familiares y amigos.

El desarraigo obligado de la tierra en que nací, crecí y trabajé por la educación y la cultura de mi estado, donde hice toda mi vida y están mis afectos es de por si doloroso y si éste se da de modo violento y sorpresivo, con una orden de aprehensión de por medio, paraliza tu forma de vida. Definitivamente fue traumático. A estas alturas de los acontecimientos, aunque ya no tenía caso lamentarme por el rechazo a la invitación del amigo gobernante para irme al Norte del país, por no separarme de mis afectos, no podía dejar de pensar en ello, pero tampoco me atreví a buscarlo para pedirle refugio. Me dio pena. En esos momentos no era explicable ni entendible para los de afuera, ante la campaña publicitaria de que Juan José, no era el personaje que los medios vendían. La venda de los ojos se cayó cuando engolosinado rompió con otras reglas del juego político. Lo contradictorio fue que alguien, sin ser de Chiapas, vino a posesionarse del estado para saquearlo y perseguir a su gente. En fin, se efectuaba la gran paradoja: un ladrón de altos vuelos, aprovechándose del poder absoluto que le dejaron tener, perseguía a inocentes con delitos construidos para intimidar a otros. Todo un suceso absurdo para la historia surrealista de la entidad. En lo personal nací aquí, me ausenté para formarme y regresar para servirle y no al revés, como este usurpador que, sin ser de aquí: vino, vio y arrasó con todo.

Inocente de mí, con sombrero y barba, sorteando vías libres y conexiones interestatales para evitar casetas y revisiones llegamos avanzada la noche a un hotel en el D.F. para descansar y guardarnos, según mi mujer y yo, de cualquier mirada inquisidora, ignorantes que ya me tenían en la mira para detenerme por órdenes de Juan José Sabines.

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