Los otros entre nosotros

Miguel Zebadúa Carbonell

“La Otra Caravana” llega a México y se desata enfrentamiento; hay un migrante muerto – Fotos Elías Villacinda

El problema fue la forma en que los migrantes centroamericanos pasaron la frontera mexicana: rompieron el cerco policiaco de seguridad. Esa imagen pudo ser suficiente para que la furia acomodada y bárbara se trasladara hacia las mentes de la derecha y ultraderecha mexicanas. Y es que  vieron y sintieron la llegada de los hondureños como una “invasión” de facto. Alguien dio la orden de no reprimir para no interrumpir el paso (parecido a la irrupción alemana de 1989 al cruzar el muro en Berlín). Ese hecho, ni el secretario de Estado Mike Pompeo pudo detenerlo en su intento por presionar al gobierno peñista.

En una “aldea global” que no es muy global, el mensaje de la antimigración  y sus portadores oportunistas parece ser: “¡vete!, no te queremos”. El vecindario no estará solo había dicho el sociólogo polaco Baumann, en relación a “los extraños”. Entonces la apuesta al miedo llega sola, y si la impulsa el gobierno o algún Trump, el efecto lo pueden imaginar. La cerrazón de las fronteras mundiales pone en jaque a paradigmas digeridos o consensuados casi como dogmas, como el de la cabeza mayor de la hiedra capialista: la globalización. Las fronteras se cierran, los odios contra los “nuevos bárbaros” se multiplican aún en el seno de la libertad, fraternidad  e igualdad. Cuidado, todo migrante es un terrorista, un rojo, un comunista.  Aparece entonces el odio, racismo, “fascismo”. Pero las migraciones siguen existiendo, por guerras, desempleo, violencia. Van adonde hay varo, seguridad, bienestar. Del Tercer mundo al “Primero Mundo”.

Pero lo que reclama el gobierno norteamericano, por ejemplo, endurecer las reglas para ingresar a su tierra, también lo han hecho Austria, Hungría, y varios países. Las reacciones de rechazo y barreras, muros policías se vuelven las armas poderosas del voto de la derecha. Y los oportunidades de ingresar y pasear a través de un país, se han vuelto difíciles, donde se mezclan migración, terrorismo y seguridad… de las fronteras. El mundo empieza a girar riesgosamente hacia la derecha.

¿Debería o no sorprendernos las reacciones antimigrantes de varios mexicanos, o es algo que existe pero que no había salido de su refugio del extremo derecho de la habitación? Las clases medias sintieron miedo del “extraño”. ¿Y si en vez de hondureños fuesen güeros y altos, los que pasaran por suelo mexicano? Una migo europeo me dijo una vez: es que ustedes no han experimentado migraciones masivas. ¿Qué van hacer si de pronto llegan miles de haitianos en busca de chamba? Su visión se convirtió casi completa. Le respondí que en México estarán de paso, que no habría –ni hay- suficiente empleo, ni seguridad, ni ley, ni desarrollo.

Las palabras usadas en las redes sólo se pueden definir como rechazo, odio, miedo. Si ya el peligro más fuerte que padecían los migrantes eran las autoridades migratorias y policiacas mexicanas, ahora se suman las mal intencionadas avalanchas de desprecio hacia los pobres, algo que disocia con lo que pensábamos que supuestamente somos: una nación acogedora, con tradición de asilo, como ocurrió con los refugiados guatemaltecos en los ochentas o con el exilio español en los treinta del siglo pasado. Agazapada estaba la derecha mexicana. Su mutación trumpista sólo esperará cualquier pretexto que le sea ajeno a su clase y lanzarse con todo lo que vea como una “amenaza” y no sea como ellos. El clóset se ha abierto. Pero la historia enseña. El imperio se frota las manos. Que no muera la solidaridad humana.

*Politólogo

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