La distancia

Por Miguel Angel Zebadúa Carboney*

Los prejuicios para el ingreso de naturalizados a la selección ya no se intenta desde Lavolpe, lo que va a contracorriente de la tendencia en las ligas del mundo donde la inmigración ven a este deporte como una meta más que un sueño.

Para muchos inmigrantes en Europa, su origen, su niñez, su entorno, ha sido pobre y en algunos casos traumático y ejemplos de cómo por el futbol se volvió un medio de vida para alcanzar los escalones más altos de la élite futbolera. El centro delantero belga de origen africano, Lukaku además de padecer severamente de tomar leche cuando era niño, tuvo que compartir sus tacos (de futbol) con su papá porque sólo había un par. Modric, el volante croata, de niño huyó de la barbarie de la guerra en Yugoslavia, dejando casa, amigos, escuela  y migrar para no caer bajo las metrallas de la muerte. Y Delli Alli, otro belga, abandonado por su padre, crecido como pandillero, de madre alcohólica con cuatro hijos, en un durísimo barrio belga tiene parecido origen con estos y posiblemente con muchos más. Acompañados por ese pasado, que a veces la memoria no quiere aceptarla, como en Modric, cada historia forjó un esfuerzo y un lugar: Giovanni do Santos y Modric ficharon en sus inicios para el Tottenham. El mexicano está hoy en el Galaxy, el croata en el Madrid.

En México es otra la historia de los futbolistas, cuya narración y actitud es diferente a la forjada en Europa. Pareciera que la lucha por alcanzar la cúspide no les ha costado mucho. Como si faltase algún espíritu de lucha a la hora de demostrar una entrega capaz de lograr, por ejemplo, vencer a Brasil o reponerse frente a Suecia. ¿Padecieron los Márquez, los Hernández, los Layún, pobreza de niños? Algunas historias contadas por sus padres y amigos reflejan aspectos de vida afable, comprensible, traviesa, atenta, inquieta. No son pasados extraordinarios cómo la de un chavo mexicano curtido en el narco se volvió un crac, por ejemplo. No lo es porque esos posibles héroes o talentos, probablemente algunos fallecieron en una calle en medio de balazos, o sobreviven en medio del saqueo, devastación, corrupción  y violencia vivida en el país. Esta es la guerra, hasta ahora, de muchos jóvenes.

El pesimismo, la desconfianza, la broma, la esperanza, guían a la gente para darle a veces la espalda a los consentidos jugadores mexicanos. “nee, pa qué putas” –me dice un joven taxista con su quijada torcida de lado al preguntarle por el papel de la selección. Como si no hubiese comunión, identificación, entre “la afición” y la selección. En países como Argentina, Uruguay, o Chile,  el pueblo, es el blanco principal cuando se gana un juego. Igualmente, cuando hay una derrota, la disculpa es para él… y lloran con él.

 

*Politólogo

 

 

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