
Tenis en el alambre
Era peloncita, muy risueña, piel blanca, bajita, y de abundantes y risadas pestañas negras. Me confesó que estaba triste porque se sentía incapaz de hacer un cuento largo. Le dije que ahí estaba Monterroso, que ahí estaban Juan José Arreola o Salarrué, que no importaba el tamaño, sino la eficacia del cuento. Cursábamos el diplomado en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Olvidé su nombre, pero no su cuento. Ahí les va: “Había en el cable de la luz dos Converse enredados con sus propias agujetas. El tenis izquierdo, usando como boca un rotura azul, le dijo al derecho […]