Felicidades, Alicita
Domingo 10 de diciembre de 2017, 21:47:33, parador en la carretera México-Cuernavaca, Tres Marías, Morelos.
Beto responde el celular que tiene junto a él en su sillón.
–Ese mi Pepinoooo, ¿qué pedo?, ¿qué hay?
–Wey, ando en una bronca ahorita… — Pepino respira fuerte al teléfono. Al fondo se escuchan motores de carros que pasan. — ¿Te puedo pedir un paro así cabrón?
–¿Qué pasó o qué?
–¿Puedes sacar la camioneta de tu jefe?
–¿En qué andas metido, wey?
–Ps no es nada, wey. La neta es un poco complicado y ps estoy bien pendejo. Ando en el este parador de Tres Marías sobre la carretera que va a Cuernavaca, ese en donde hay varios restaurantes. Porfa, wey, ven a recogerme pa poder regresar al barrio.
–¿Cómo, wey? No mames, tas bien perro lejos.
–Ándale, Beto, no seas gacho, ya después te invito algo o no sé. Es que neta que no sé a quién más llamarle ahorita. Te contaré todo en el camino, pero porfa, mano, tírame paro. Te lo voy a deber toda la vida.
–Mmmmta… deja le aviso a mi jefe que le voy a sacar su camioneta y me lanzo. Llego como en una hora, hora y algo. Te aviso… chale wey, ¡qué pedo!
–Ya, wey, ya se que estoy bien pendejo. Cuando te cuente qué onda te vas a cagar.
–Ta bien, ta bien, ya. Bueno, ahorita te veo.
–Cámara, carnal. Gracias.
Beto cuelga el teléfono.
Viernes 1º de diciembre de 2017, 16:07:04, casa de estudiante de Alicita, Jojutla Morelos.
Esa tarde, Alicita manda un mensaje de al grupo de Whatsapp de su familia para invitarlos a su ceremonia de graduación. Alicita estudia una carrera experimental en una univerisad experimental en Jojutla, Morelos. La carrera se llama permacultura y en ella aprende técnicas de construcción ecológicas y sustentables. Alicita, como la mayoría de sus compañeros, es entusiasta del poder de los hongos y los cuarzos. El mencionado mensaje se reproduce a continuación:
Buen día familia!! Les comparto que el domigo será mi graduación de permacultura. El evento será una ceremonia de constelaciones con el marakame Eusebio cantor de cantores y el abuelo peyote en un terreno junto al parque Totlán Coajomulco, cerca de la carretera que va a Cuernavaca, a la altura de Tres Marías. La ceremonia durará toda la noche y será necesario llegar en ayunas, si quieren acompañarme sólo mándenme un mensajito 💚 los amo 🌺
Sólo la familia nuclear de Alicita y la chismosa familia Leroy confirmaron su asistencia.
Domingo 10 de diciembre de 2017, 16:31:54, saliendo a la carretera a Cuernavaca, Topilejo, Ciudad de México.
–Pues qué bueno que viniste con nosotros — comenta Poncho al volante de la camioneta en la que iba el Pepino junto con la familia de Alicita — . Mi hija quería que esto fuera algo más familiar e íntimo, pero para mí que ya eres de la familia, ¿o no?
–Ay, sí. A la beba le dará mucho gusto encontrarte ahí — le responde Tere — . Que vayas tú y luego lo de su hermano, ya van a ser dos sorpresas para ella. Sí ubicas a Esteban, ¿verdad?
–De vista nada más, llegué a verlo cuando vivía aquí todavía — responde el Pepino — , pero Alicita me habla bastante de él.
–Pues sólo se quedará unos días. Ya ves, el trabajo y la familia, pero le vas a caer muy bien — agrega Tere con una sonrisa en la boca.
–Neeeel, no te creas tanto — dice Rodrigo, que hasta ese momento tenía la cara metida en su celular, como para disimular la cruda física y moral que llevaba encima — . Si el Esteban una vez se madreó a un novio de la Alicia, ¿verdad, pa?
— Ah, sí, pero no se lo madreó, hijo, nada más le dio un sustito — responde Poncho con su voz serena de siempre — . Es que era de los primeros novios de la beba y ya ves cómo son luego los hermanos mayores. Aparte, ese muchacho como que la estaba llevando por malos pasos.
–Uy, no — responde Rodrigo — , si cuando se la agarró mi hermanita ya estaba bien descarriada. Fue después de que tuvo su etapa emo y luego hasta llegaba a la casa con los ojos todos rojos.
–¡RODRIGO! — interrumpe Tere — Ni andes diciendo nada de tu hermana porque luego te vamos a andar balconeando a ti y tú no eres un panecito de dios.
–Ni que no lo hicieran ya — repone Rodrigo con una risita triste.
–Ay, ya vas a empezar de dramático. — Tere corta la escena que su hijo hubiera querido desatar. — Mejor pongan música o platiquen de otra cosa, ¿cómo ven la ceremonia con Jime?
Hay un silencio de un minuto. El Pepino trata de sonreír para no parecer incómodo. A pesar de que ya conocía a la familia de Alicita, jamás ha convivido realmente con ellos en ausencia de su novia.
–Lo único que a mí me emociona es el peyote — comenta Rodrigo — . A ver cómo le cae aquí al Pepino. ¿Ya has hecho peyote antes tú?
–No, nunca. La verdad sí ando algo nervioso. Dicen que esa cosa… ps que está fuerte, jajaja.
–Pues si no lo haces bien sí te puedes quedar en el viaje. ¿Sí o no, pa? Ya ves cómo se quedó el Popochas.
–No, hijo, pero el Popochas no sólo se metía peyote. Ese luego hasta lo andaban buscando ahí los malandros porque les debía dinero.
–Sí, pinche Popochas — concluye Rodrigo y luego voltea a ver al Pepino — . Ese wey sí estaba bien loco. Pero tú sin miedo, cuñao. Va a estar chido, vas a ver.
El Pepino sólo asiente. Delgado, más bien bajo de estatura (medía lo mismo que Alicita), terminó la prepa pero no se metió a la universidad. Trabaja en una tienda de abarrotes en un barrio de la Magdalena Contreras, cerca de su casa y de la casa de su novia. Renta, pero sus papás tienen un terreno estéril de 15×20 metros a las afueras de Milpa Alta, que según dice, le van a heredar. Siempre le comenta a Alicita que cuando se gradúe podrán construír algo ahí juntos. Ambos parecen emocionarse al respecto cuando lo hablan. Alicita no es su primera novia, pero sí la primera que le presenta a sus padres.
Domingo 10 de diciembre de 2017, 18:10:23, estacionamiento cerca del parque Totlán Coajomulco, Morelos.
–Creo que ya es aquí — comenta Tere mientras Poncho buscaba un lugar en donde estacionar la camioneta — . Dejen le llamo a la beba para que venga a recibirnos y que nos diga dónde va a ser o qué — Alicita no contesta — . Poncho y yo nos vamos a regresar más noche a la ciudad. Tenemos qué ir por Mau, que llega mañana temprano al aeropuerto.
–¿Bueno? — Se escucha Alicita con su voz lenta y ligeramente nasal al otro de la línea.
–Ya llegamos al bosque, hija. Estacionamos cerca de un descampado donde había otros carros, pero no muy sabemos por dónde llegar a donde va a ser lo tuyo, ¿será que puedes venir a guiarnos?
–Está bien, ma, llego como en cinco minutos. Espérenme.
–Sí, hija, aquí te esperamos.
Tere cuelga. Comienzan a bajar de la camioneta. En el entretanto ven que también llega la familia Leroy al estacionamiento.
–Verónica, qué gusto que hayan venido — le dice Tere al verla.
–Ay, no, gracias a ustedes por invitarnos al evento de Jime, aunque no podremos quedarnos toda la noche — dice Verónica, quien es cuñada de Tere. — Fito y Lorenzo ahorita vienen, están acomodando unas cosas en el carro.
Llegan Fito y Lorenzo.
–Hermanito, ¿cómo estás? Qué bonito verte — le dice Tere a Fito.
–Aquí, viniendo a apoyar a la Alicita, ¿tú crees? — como Poncho, Fito también habla con un tono sereno y alegre.
–Sí, qué padre. Ahorita viene ella a recogernos. Nos va a guiar hacia donde es el evento, porque tampoco conocemos muy bien. Y tú, Lorenzo, ¿cómo estás? Ya tenía rato sin verte, luego ya ni en las comidas familiares te apareces.
–Hola, tía. Ya ves, la universidad, la novia… es complicado — dice Lorenzo riendo. Luego se voltea y la sonrisa desaparece inmediatamente.
–Pues qué bueno que estén aquí. Ojalá nos la pasemos bien hoy — dice Tere, quien luego se va a continuar la conversación con Verónica.
Por su parte, Rodrigo y el Pepino conversan en otro lugar del estacionamiento.
–Qué chido este lugar — dice Rodrigo — . No lo conocía. ¿Tú sí? — pregunta al Pepino.
–No, no. Casi no conozco Morelos.
Poncho los interrumpe para dirijirle la palabra al Pepino.
–¿No conoces Morelos? Entonces habrá que organizar algún viajecito para que conozcas. A ver si ahora mi hija nos muestra más sitios como este.
–Sí, la Alicita ya ha de topar un buen de bosques y ese tipo de cosas por aquí — le contesta el Pepino.
–Sí, seguro sí. No en balde ha estado cuatro años aquí, siempre yendo a este tipo de lugares. Pero bueno, hoy vas a ser tú su sorpresa. A ver cómo se pone cuando te vea.
Subiendo una pendiente hacia donde la esperaba su familia, Alicita llega de la mano de un muchacho delgado, moreno y con cabello hasta los hombros. Ve a su madre, le sonríe; ve a su padre, se alegra; ve a Rodrigo, se ríe; ve al Pepino, suelta inmediatamente la mano del muchacho que la acompaña, siente su corazón achicarse, desaparece su sonrisa y por un instante su mente se queda en blanco.
Alicia no dice nada y Rodrigo finge que intenta aguantarse la risa. La primera reacción del Pepino es quebrarse:
–¿Qué pedo, Alicia?, dime qué madres está pasando — dice el Pepino entre enojado y confundido.
Por su parte, el muchacho al que acaba de soltar comienza a entender lo que ocurre.
–¿Qué pasa, Alicia?, ¿y él quién es? — le dice el muchacho volteándola a ver.
Tere y Poncho se limitan a guardar silencio junto a la camioneta, mirando en dirección a Alicia. Ella los voltea a ver. Nadie dice nada ante la situación. Molesto, el Pepino se aleja del estacionamiento. La familia Leroy, con los ojos y los oídos bien abiertos para grabar y luego transmitir esta historia al narrador, y que éste luego pueda cumplir con un trabajo de la escuela, contempla la situación petrificada, junto a Tere y Poncho. Él, con una sonrisa hasta entonces inocente, le señala a su invitado sorpresa.
–¿Qué hiciste, papá?, ¿por qué lo invitaste?–casi le grita Alicita a Poncho.
–¿Cómo que por qué, hija, si es tu novio?, yo nomás quería darte una sorpresa.
–Si yo no lo invité, era porque no quería que viniera. Sólo le había dicho a la familia y mira lo que hiciste — Alicita comienza a llorar.
El muchacho, quien hasta hace unos instantes tomaba la mano de Alicita, no sabe qué decir y cómo reaccionar. Inquiere a Alicita por la situación y le pide una explicación.
–Es que él también es mi novio — dice Alicita con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada.
–Voy a buscar al Pepino para que venga acá y le expliques esto — comenta Tere, quien para este punto también está visiblemente molesta con su hija.
–No manches, hermanita. Ahora sí te pasaste de lanza — concluye Rodrigo.
Tere regresa con el Pepino. El muchacho de pelo hasta los hombros está lejos de Alicia. Es el único que se ha movido. Tere, con la mano en la espalda del Pepino, le pide a Alicita y al muchaco que por favor se acerquen. Nadie propone buscar un espacio más privado, todo se desarrolla a la vista y oídos de todos los presentes en aquel estacionamiento.
–¿Qué les vas a decir, Alicia? — la presiona su madre.
–Es que yo los quiero a los dos — responde Alicita entre sollozos.
–Es que cómo vas a hacer esto, Alicia, no chingues — dice el Pepino.
–Al chile, sí, Alicia. Yo te quiero mucho, pero esto no puede ser — comentó el muchacho.
Alicita mira al suelo. Quiere hacerse bolita y desaparecer de la tierra, por todas partes en su consciencia busca el botón que le permite regresar la grabación hasta antes de cometer el error que en este momento la aqueja, enfoca todas sus fuerzas, quarzos, obsidianas y energías para tratar de revertir esta situación y que el universo le de una nueva oportunidad, pero nada funciona.
–A ver, Alicia, si este otro hombre aquí me deja y no tiene broncas con ello, yo te pido que escojas a uno de los dos, por el amor de dios — dice el Pepino con el ceño fruncido y luego le dirije la palabra al otro muchacho. — ¿Tú qué dices?
–Ay, no lo sé. Por donde se le vea esto está muy, pero muy mal pedo — guarda silencio unos segundos, mientras piensa. — Está bien.
Ambos, con el rostro muy serio, voltean a ver a Alicita. El Pepino toma la palabra:
–Entonces Alicia, ¿con quién te quedas?
Domingo 10 de diciembre de 2017, 19:14:52, estacionamiento cerca del parque Totlán Coajomulco, Morelos.
–Pues mira, Alicia, la verdad creo que es mejor que nos regresemos en este momento a la ciudad para dejar al Pepino en su casa. ¿Cómo lo vas a hacer quedarse acá luego de esto? — dice Tere.
–Chale, hermana, ahora sí te viste bien culera, la neta — agrega Rodrigo.
–Ya déjame en paz, Rodrigo. Tú has hecho un montón de cosas peores y no te andamos reclamando nada — le revira su hermana.
–Ya, ya, ustedes — Tere intenta evitar que el problema crezca. — Bueno, Jime, entonces creo que mejor nos vemos mañana en la casa. Verónica y Fito se van con nosotros. Es mejor que vayas ya a tu ceremonia que no tarda en comenzar.
Alicita, junto al muchacho con quien se había aparecido, regresa en silencio y sólo un poco avergonzada de la situación que acababa de suceder.
–Rodrigo, ve a buscar al Pepino para que ya nos regresemos, por favor — continúa Tere.
El Pepino se había vuelto a marchar del lugar, pero Rodrigo no tarda en encontrarlo. Se encontraba caminando por la carretera en dirección a la Ciudad de México.
–Oye, wey, neta una disculpa por lo de mi hermana. Ya sé que está medio lurias, pero ya, wey, te regresamos a tu casa, ¿no?
–No mames, es que cómo hace eso, pinche Alicia. Y ustedes también, ya váyanse, no quiero estar más con ustedes.
–Cómo crees que te vamos a dejar aquí, Pepino, no manches. Ven con nosotros.
–No, ya váyanse, neta. Aquí veo yo cómo me regreso.
–Cámara, Pepino, vente…
–¡Ya, Rodrigo! Neta, no quiero — el Pepino interrumpe a Rodrigo e intenta poner fin a la discusión. Rodrigo lo deja seguir caminando, pero no lo abandonará a su suerte, todavía. Regresa con su familia.
–El Pepino anda bien encabronado y no se quiere venir con nosotros — le informa Rodrigo a sus papás.
–Ay, esa pinche Alicia, mira lo que causa ahora — le contesta Tere, molesta.
–Pues vamos en la camioneta a alcanzarlo y ya ahí que se suba con nosotros. Le decimos que le pasamos invitando algo de comer — propone Poncho.
–Sí, qué pena, oye — le contesta Tere. — Pues creo que es lo mínimo que podemos hacer, ¿no?
Todos están de acuerdo. Poncho maneja hasta que encuentran al Pepino todavía caminando a un lado de la carretera.
–Súbete, hijo — le grita Poncho desde el volante. El pepino finge que no lo escucha.
–Ándale, Pepino, no te podemos dejar acá — le dice Rodrigo, quien para este punto ya parece fastidiado (y cómo no estarlo, si le acaban de arruinar su viaje con peyote).
–¡Ya! De verdad que no quiero volver a tener que ver con ustedes y el resto de su familia — les responde el Pepino, colérico.
–Por favor, José, lo lamento mucho en verdad, en nombre de mi hija. Hablaremos con Alicia, pero déjanos llevarte a casa al menos. ¿Qué van a decir tus papás?
–Es en serio. No me voy a subir con ustedes. Ya no los quiero ver.
La familia de Alicita sigue tratando de convencerlo durante un par de minutos más, sin éxito. Finalmente decisten, a fin de cuentas, él ya es un adulto también, piensan. Lo dejan sobre la carretera, sólo, caminando. Luego de otra hora a pie, el Pepino se arrepentirá de su negativa y deseará haber aceptado aquel aventón.
El muchacho con el que se fue Alicita se llama Renato. Después de muchos psicotrópicos en su ceremonia de graduación, él y Alicita tendrán una conversación en la que él le prometerá, sin estar realmente convencido de ello, su amor incondicional, con la promesa de que una situación así no vuelva a repetirse y la exigencia de que haya una mejor comunicación en su relación a partir de ese momento. Ella, sin muchas ganas de aceptar, aceptará.
Viernes 08 de diciembre de 2017, 13:32:27, frente a la puerta de la casa de la familia del Pepino, Magdalena Contreras, Ciudad de México.
Pepino abre la puerta. Es Poncho quien acaba de tocar.
–Hola, Pepino. ¿Ya supiste que mi hijita se va a graduar?
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