
Pablo Salazar, en el territorio del no poder
Llega solo. Maneja su coche. No tiene guaruras ni chofer. Mientras tomamos un café se acercan varias personas a saludarlo. Una señora le dice que extraña los tiempos de su gobierno. “Había orden; había gobierno”, explica. Él solo asiente y se acomoda los lentes. Ríe. Se ve contento, ahora en el “territorio del no poder”. Es el mismo Pablo Salazar Mendiguchía a quien conocí en sus tiempos de candidato al Senado de la República en 1994: dicharachero, ocurrente y vital.