La importancia de las ferias del libro

Hubo un tiempo en que, al publicarse  los libros, se exhibían en las librerías y a ellas acudían los lectores interesados para enterarse de las novedades en sus respectivos campos o, aquellos lectores por placer, que buscan los títulos literarios y en general,  los que atraían su curiosidad. El centro eran las librerías. Dado que de niño me pasé mis primeros 10 años en la Librería, Papelería e Imprenta “El Progreso”, propiedad y fundación de mi abuelo Antonio Puig y Pascual, tuve la oportunidad de familiarizarme con los libros desde pequeño. No perdí esa oportunidad en la casa de mis padres, porque mi padre tenía una biblioteca interesante y mi madre, gran lectora de literatura e historia, me regalaba libros con frecuencia. Ya de estudiante en la Ciudad de México, en los tiempos del maravilloso Distrito Federal, y en el contexto de la vida universitaria, recuerdo que se iniciaron las presentaciones de libros, lo que allá por los inicios de los 1970, constituía una novedad. Presentar un libro como si fuese una persona, se comentaba. Es algo que atrajo de inmediato la atención y no tardó en convertirse en un paso obligado para los autores de alguna obra. Hoy, si un libro no se “presenta” es como si no existiera. Las primeras presentaciones de libros ocurrieron en las propias librerías, como de hecho siguen ocurriendo. Pero se han diversificado los ámbitos en donde se presentan los libros, desde locales universitarios y de centros de investigación, hasta cafeterías y cantinas. Hay un mundo de presentaciones de libros o de publicaciones en general como revistas o libros electrónicos, etcétera.

Telleres y presentaciones de libros destinados a niños y niñas, durante la Tercera Feria Internacional del Libro Chiapas-Centroamérica 2014‏

En 1989, recién nombrado Director del Instituto Chiapaneco de Cultura (ICHC), recibí una llamada desde Guadalajara, para invitar al ICHC a que acudiera a la Feria del Libro de Guadalajara, que recién se había inaugurado apenas en 1987. No teníamos muchas publicaciones en esa fecha, pero con lo poco que habíamos publicado y con lo que pudimos reunir de publicaciones anteriores del Gobierno del Estado, acudimos a la Fil-Guadalajara, naciente en aquellos días y hoy, la más importante del mundo de habla castellana. La cuota que se pagaba era muy modesta, así que salvamos el obstáculo presupuestal sin ningún sufrimiento. Años antes se había fundado la Feria del Libro del Palacio de Minería-en 1979- que aún sigue organizando la Facultad de Ingeniería de la UNAM y que es un escenario muy atractivo no sólo para las editoriales sino para las presentaciones de libros. Justo mientras escribo estas líneas se desarrolla la Feria de Minería, que, por cierto, es espléndida, con dimensión humana, plena de jóvenes que discuten los títulos de los libros que desean adquirir, y celebrada en un edifico del siglo XVIII, frente al impresionante Museo Nacional de Arte, en la vieja calle de Tacuba, Ciudad de México. Hoy proliferan las Ferias del Libro en el país y eso es de celebrarse. Cierto que alguna de esas ferias es también escenario de la pasarela de la “intelectualidad dorada” cuyos miembros son recibidos a gritos por públicos de adolescentes que desconocen la tarea intelectual, productos de la internet, las redes sociales y en general, la tecnología del celular.

En Chiapas se ha tenido que bregar fuerte para conseguir la celebración de las ferias del libro existentes. Hago votos porque tengan continuidad, cada una en su ámbito. Me constan los obstáculos que un rector puso para que las ferias continuaran y aún, para que siguiera en funcionamiento la librería “José Emilio Pacheco”. Hoy, por fortuna, las circunstancias han cambiado. Incluso aquel rector que por “chiripa” llegó al puesto, seguro estaba de que, nadie leía-como era su propio caso-y por lo tanto, el libro ya no era “negocio”. Además de que para una Universidad difundir el conocimiento no tiene como meta hacer negocio, los números de la FIL-Guadalajara desmienten los mitos alusivos al costo de las ferias del libro. Veamos: en su más reciente edición, la de 2018, la FIL-Guadalajara deja estos resultados: 34,000 metros cuadrados de exposición; 47 países expositores, más de 2,000 casas expositoras, 800,000 visitantes; 630 presentaciones de libros, y, léase bien: 330 millones de dólares de derrama económica para la ciudad de Guadalajara.

Por supuesto lo anterior se logra con buena organización, constancia y regularidad, trabajo especializado y mucha convicción en que la lectura si es posible si se sabe cómo fomentarla. En Chiapas, estado de nuestra Federación situado en una posición estratégica con respecto a Centroamérica y El Caribe, las ferias del libro tienen viabilidad. Veremos este año cómo se presentan los escenarios en el contexto del surgimiento de una nueva cultura política en México, que, esperemos, también corresponda a la sociedad chiapaneca. Pero lo importante es la continuidad de las ferias del libro, por muy modesta que sea su edición. Lo importante es crear ámbitos de fomento a la lectura, de difusión de los libros y de oportunidades para que los lectores dialoguen entre sí y con los autores. Es parte de los propósitos de las universidades, cuyo papel en la difusión del conocimiento sigue siendo central. Las ferias del libro en Chiapas están destinadas a fungir de ámbitos de articulación con la intelectualidad de Centroamérica y caribeña. Quizá no hay mejor opción que la articulación latinoamericana vía la Cultura, y las ferias del libro son espacios privilegiados para lograrlo.

 Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 3 de marzo de 2019.

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