Los datos de Chiapas

Chiapas es el Estado con mayores rezagos-por no decir atrasos-en el país. Una mirada a los datos más sobresalientes que marcan esta realidad de infradesarrollo aporta una idea del tamaño del problema. Veamos: la superficie del Estado mide 73, 311 kilómetros cuadrados  divididos entre 118 municipios. El número total de habitantes es de 5 millones 218 mil personas, de las que 51.4% son mujeres y 48.6% son hombres. No existen estadísticas sobre otros géneros, no sólo en Chiapas, sino en México. La población en situación de pobreza alcanza al 76.4% y en pobreza llamada extrema-no tienen ni en dónde morir-está el 30%. La población que dicen en el INEGI es vulnerable alcanza al 3% del total. La población no pobre, entre las que se cuentan revueltos las clases medias y los ricachones de Chiapas es el 6% de la población total.

Chiapas es el estado mexicano con el mayor número de personas que no saben leer y menos, escribir. En contraste, existen poetas, poetisas, escritores y escritoras de excelencia, no sólo reconocidos localmente sino internacionalmente. Con todo, en este contrastante y complejo universo, 2 millones de personas en Chiapas son analfabetos, es decir, el 50% del total de la población aproximadamente. Solo el 7.3% de la población de 15 años o más, llega a cursar el primer año de secundaria, es decir, el 7.3% de la población en edad escolar.   La matrícula en educación superior es de 120,000 673 estudiantes, es decir, el 2.8% del total de la población escolar. En contraste, sólo en San Cristóbal de las Casas existen más de diez programas de posgrado, incluyendo varios que están inscritos en los patrones de calidad del CONACyT. Lo menos que uno puede decir es que los datos son escalofriantes. Incluso, con solo fijarse en los letreros que existen a lo largo de las carreteras nos damos cuenta del drama del analfabetismo. Ejemplos: “ay, si ay, se vende petroleo” (en la pared de una tienda en San Fernando);  “uebo de gallina a pezo piesa” (Pasando Amatenango); “Benta de ielo” (en Teopisca) y así, “ad infinitum”.

En contraste se hablan 13 idiomas en Chiapas más el castellano. No sabemos el porcentaje de analfabetos que existen en cada lengua, pero la experiencia del trabajo de campo me sugiere que es del 98%. Esto es, las personas que hablan lenguas diferentes al castellano en Chiapas son casi 100% analfabetas: no escriben ni leen su lengua materna, lo cual es más que trágico. Agreguemos que sube el índice de migrantes chiapanecos no sólo hacia la frontera norte sino a otros estados del país como Jalisco y Nuevo León, en donde sobreviven de mil maneras, ganándose el pan en las esquinas o en las calles. Los pueblos y culturas de Chiapas alcanzan el 32.7% del total de la población. Ellos son: Akatecos, Choles, Zoques, Tzeltales, Tzotziles, Tojolabales, Mochós, Mames, Lacandones, Tekos, Quichés, Jacaltecos.  Cada uno de estos pueblos significa historias, memorias, sabidurías que son dramáticamente desaprovechadas en Chiapas. No tenemos estadísticas del número de habitantes en Chiapas que descienden de alemanes, españoles, árabes, libaneses, chipriotas, japoneses, chinos, y un largo etcétera. Pero es en esta amplia variedad cultural en donde radica la riqueza de Chiapas, mientras que su pobreza resulta de una estructura social de desigualdad, quizá de las más extremas del país, en un México que en sí, es desigual en extremo. En efecto, México es parte del conjunto de países que configuran el 25% de naciones con mayor desigualdad en el mundo, como lo ejemplifica el que el hombre más rico del planeta sea mexicano mientras que 50 millones de mexicanos son pobres, sin contar los llamados “extremos”. El problema es de una complejidad abrumadora. En estados como Chiapas, la situación nacional se repite magnificada, mientras nos damos el lujo de tirar por la borda a la variedad cultural.

La extrema violencia, los crímenes contra las mujeres, los aberrantes sucesos que cada día informan los noticieros, que, entre paréntesis, son ya de nota roja por privilegiar los ratings, son el resultado de la desigualdad social, como lo son los datos de Chiapas que hemos expuesto. En la raíz de ese México profundamente violento y desesperado, está la desigualdad social, el abismo entre pobreza y riqueza, que cada día vivimos.

Precisamente por datos como los de Chiapas, es urgente la conciencia ciudadana, la claridad de en dónde radica el problema del país, y el aliento para que la gente discuta y encuentre  las rutas de salida. En ello, las ciencias sociales juegan un papel central y por eso es una obligación ética de cada investigador, difundir los resultados de la investigación, hacer públicos los hallazgos y con ello, contribuir al despertar de la conciencia ciudadana.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 6 de marzo de 2020.

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