Reflexión de un antropólogo en torno a su tierra natal. Última parte

Resulta que radicó en México un etnólogo de origen  alemán, especializado en etnohistoria, que se llamó Paul Kirchhoff. De acuerdo a los instrumentos de análisis antropológicos de su época, Kirchhoff propuso clasificar por áreas culturales a los pueblos antiguos de lo que es hoy nuestro país. Así se originó el concepto de Mesoamérica, para englobar a las culturas que se distinguían por practicar una avanzada agricultura, tener sistemas políticos estatales y una economía de tipo político. El Área llamada Mesoamérica iba desde una ciudad arqueológica que se llama La Quemada, situada en el actual Estado de Zacatecas hasta el Golfo de Nicoya en la hoy República de Costa Rica. De manera que el territorio actual de Chiapas quedó comprendido dentro de esa área cultural de los cultivadores complejos. Sobre todo, los pueblos Mayas son los más mencionados cuando se habla del Sur de Mesoamérica. Pero tengamos en cuenta que en el pasado, existieron varios pueblos y culturas en lo que es hoy Chiapas: los zoques, los grupos oto-mangues en Chiapa, los mayas, y las culturas costaneras cuyos nombres en verdad, no sabemos.  De paso, los arqueólogos se enfrentan al problema de identificar los restos culturales que encuentran y poner nombres que se inventan, por la imposibilidad de conocer cómo se llamaban a sí mismos los grupos humanos que dejaron los restos. Así, por ejemplo, fueron los arqueólogos los que bautizaron como Bonampak a esa ciudad, lo que quiere decir “muros pintados”. Pero no quiere decir que existió un pueblo, una cultura, que se llamaba “Bonampak”.

El Mosaico de Culturas descrito antes con brevedad, fue invadido en el siglo XVI, a través de un sistema de dominación que conocemos como colonialismo. Desde mi punto de vista, fue resultado de la expansión de la Europa Occidental y continuación de un proceso que hoy llamamos globalización y que en términos del pasado remoto de todo nuestro continente, significó un vuelco profundo en el movimiento de las culturas. Los castellanos que llegaron desde el otro lado del mar, portaban una religión diferente a las visiones del mundo existentes en estas llamadas Nuevas Tierras o Nuevo Mundo. No eran militares profesionales, sino  más bien buscadores de riqueza en tiempos que ya asomaba el sistema capitalista que hoy vivimos. Para ellos, eran muy importantes los metales preciosos, el oro y la plata, que servirían para financiar las guerras europeas y consolidar a las monarquías de aquellos días. Venían, también, convencidos de que el cristianismo debía ser la religión del mundo, y por ello es común la frase de que en el colonialismo venían unidos la cruz y la espada. Las campañas militares en lo que es hoy Chiapas las inició Pedro de Alvarado en 1524. En mayo de ese mismo año, entró la tropa dirigida por el capitán Luis Marín, del que se habla en aquel maravilloso libro, Los Cuentos del Abuelo. En los días finales de 1526 y principios de 1527 llegó Juan Enríquez con otro grupo al que seguirían los comandados por Pedro Portocarrero, Diego de Mazariegos y finalmente, Francisco Gil Zapata. Así como recomiendo leer a los arqueólogos, digo lo mismo con respecto a los historiadores, que han escrito basados en la exploración de los archivos históricos. Lo que me interesa es llamar la atención del lector hacia lo que fueron esos momentos, tanto para los invadidos como para los invasores. Fue, literalmente, un choque de mundos culturales.  Y algo muy importante: sin quererlo, los invasores estaban sembrando la semilla de las naciones que surgirían tiempo después en El Caribe y en América Latina. Porque esta realidad socio política y cultural que vivimos, es el resultado de siglos de formación de nuevas sociedades y culturas, y de siglos de resistencia, que, al final, estallaron en las luchas por la independencia. Los arqueólogos, historiadores y antropólogos, mexicanos o no, que han escrito acerca de estos períodos, nos platican en sus libros y en sus textos en general, de cómo se configuró una sociedad colonial profundamente desigual, en cómo las enfermedades desconocidas por las culturas nativas diezmaron a la población y en varios casos, extinguieron pueblos enteros. Para que se den una idea del desastre humano que fue la llamada conquista, existían al llegar los españoles, más de 200 idiomas y una multitud de grupos culturales en lo que es hoy el territorio de México. En la actualidad, sólo nos restan 68 lenguas nativas. Sabemos que el régimen colonial en general significó  un proceso de transculturación, que configuró la regionalización actual del país. En ese proceso de transculturación se entretejió la resistencia de las culturas nativas, que fue incluyéndose en la sociedad emergente, en la que el mestizaje plural   fue modelando la variedad cultural sobre la que se basó la actual.  No olvidemos que además de los castellanos, en el período colonial llegó la población de origen africano, incluyendo a Chiapas a donde, además, llegó población indígena como los Tlaxcaltecas.  Estos entrelaces son fundamentales para explicar el proceso de una experiencia común, que posibilitó la formación del actual Estado de Chiapas, cuyas fases más sobresalientes que enmarcan el movimiento de las culturas son, la Independencia, la Federación a México, la Reforma, La Revolución Mexicana y una quinta transformación que está en curso y que podríamos llamar el Modernismo Chiapaneco. Como componente de ese proceso de transculturación que entretejió al mosaico cultural de Chiapas, se entretejieron las fronteras territoriales, de un Chiapas que en tiempos fue Frontera Norte de Guatemala, en tiempos Frontera Sur de la Nueva España y hoy, frontera sur de México con Guatemala, Belice y Centroamérica toda.

Las culturas que hacen a Chiapas, configuran una comunidad política pluricultural que, a su vez, está inserta en una Gran Comunidad Política pluricultural que es México. El complejo multicultural de Chiapas, sus movimientos, requieren de estudio constante por parte de las ciencias sociales. Las culturas originales sobrevivieron al colonialismo, se adaptaron adaptando a los nuevos ámbitos que se configuraron y se configuran desde los tiempos coloniales hasta el día de hoy. Al igual que el árbol sagrado, la Ceiba, que tira sus hojas para renacer, las culturas que hacen a Chiapas, acometieron el aprendizaje de lo que les llegó desde el otro lado del mar, entre ellos, el idioma. Castilla, África y El Caribe, se entretejieron con las culturas locales y formaron en ese proceso, nuevos ámbitos culturales, que siguen en movimiento. Así nacieron entre las montañas o en los amplios valles y en  las costas, o al interior de las selvas, los nuevos poblados, las nuevas ciudades, y con ellas, una comunidad política nombrada chiapaneca. Es un muy complejo proceso que me he atrevido a resumir.

Chiapas se forjó como tal articulando a la variedad cultural. Pero permanece como una sociedad desigual, con resabios del colonialismo, y con los lados oscuros del capitalismo. El siglo XXI ha continuado los agudos, graves, problemas con los que finalizó el siglo XX. La pobreza y la explotación del propio trabajo humano, provocan movimientos masivos de población que en forma desesperada buscan rehacer sus vidas. En ese contexto, Chiapas es un lugar de paso de migrantes, pero también de destino y de expulsión de población. Son miles las gentes de Chiapas que emigran hacia el territorio norteamericano, buscando la tierra de promisión, aquella que según la Biblia, mana leche y miel. Pero en su lugar, se encuentran el odio y la hiel. Con todos los obstáculos que se han de vencer, hay comunidades culturales chiapanecas en los Estados Unidos: zoques, tzeltales, tzotziles, mames, tojolabales, más la población mestizada. No hay que olvidar que las constantes inmigraciones que ha recibido y recibe Chiapas, han traído Alemanes, Italianos, Españoles, Chinos, Japoneses, Argentinos, Chilenos, Hondureños, Guatemaltecos, Libaneses, Chipriotas y hasta descendientes de Hititas, un pueblo del centro de Anatolia (Turquía), que hoy forman parte de la población chiapaneca. Pensemos, por ejemplo, en los rasgos culturales provenientes de los pueblos mencionados, forman parte de “lo chiapaneco”: comidas, músicas, costumbres, todo hace que la complejidad de la variedad cultural en Chiapas se profundice y prueben una vez más, que no hay ámbitos culturales exclusivos, que las culturas no son esencias sino procesos históricos, que la “pureza” de las culturas es una entelequia. Así, decimos que “vamos a comer comida China de Tapachula”; en Puebla dicen que se inventaron los “tacos árabes” bajo la influencia de los libaneses.

Viven en Chiapas científicos sociales de la más alta calidad, concentrados en los Centros de Investigación como el CESMECA de la UNICACH, El Colegio de la Frontera Sur, los centros de Investigación de la UNACH, el CIESAS del Sureste, la Universidad Chapingo,  la Universidad Intercultural de Chiapas, que son los que recuerdo ahora. Sólo en San Cristóbal, viven cerca de 100 científicos sociales, además de los poetas y narradores. Creo que sería de mucho beneficio para la sociedad en general, que se organicen conferencias para que los investigadores platiquen sus hallazgos, los conversen con la población. Con ello, contribuimos al mejor entendimiento de los grupos culturales, a apreciarlos, a disfrutarlos, y a tener una mejor convivencia. La mayor riqueza de Chiapas es su gente y su gente es diversa culturalmente hablando. No lo olvidemos.

Ajijic, Ribera pandémica del Lago de Chapala. A 22 de enero de 2021.

 

 

 

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