
Juan Amado Guichard Gutiérrez, El Tigre
Le decían El Tigre por fuerte, avezado, intrépido y estratégico. Se movía en la selva como nadie, así le echaran todo el Ejército no podían encontrarlo ni cazarlo.
Le decían El Tigre por fuerte, avezado, intrépido y estratégico. Se movía en la selva como nadie, así le echaran todo el Ejército no podían encontrarlo ni cazarlo.
En Yajalón, mi compadre Jorge Arturo, amabilísimo anfitrión, ha dispuesto una hamaca para mí en una terraza desde donde puedo ver enfrente las bellas montañas que rodean el pueblo, llenas todavía de árboles (aunque ya se sembraron aquí y allá casas, cuyos frutos generalmente no son buenos para la tierra).
A las mujeres la etapa de la menopausia y en los hombres la andropausia se viven de maneras diferentes, lo único cierto es que en alguna etapa de las vidas de ambos, el sexo deja de ser prioridad, aunque eso no implique dejar de amar, de querer o desear a quien está a nuestro lado.
Por su valor monetario, el hombre de los últimos tiempos ha coleccionado obras de arte (pinturas y esculturas), autos antiguos, mansiones y joyas, entre otras linduras. Hay otros, soñadores, que coleccionan nubes, pensamientos, granitos de arena, grumos de avena.
En Chiapas, las violaciones a los derechos humanos continúan presentándose día a día, y la procuración de justicia es el escenario más frecuente en que se presentan. Ello se debe a que existen “espacios oscuros” de la ley que posibilitan que las violaciones se perpetren.
Coraje, impotencia, hartazgo y un sinfín de calificativos más se han ganado algunas de nuestras autoridades. Son ya varias administraciones municipales, una estatal completa y lo que va de la actual que las calles de las principales ciudades se encuentran desechas y con un caos vial que cuando quiere arreglarse, parece que complican más las cosas.
De la mano de mi padre, lo recuerdo bien, esa mañana por primera vez iba a la Escuela de Parvulitos, una institución absolutamente nueva en aquel lugar aislado y apacible (…) se inauguraba el primer kínder privado, con el apoyo de aquel presidente municipal afable y bonachón, precursor de la moderna agricultura en Los Cuxtepeques.
Aunque he leído varios libros de ficción y ensayística de Luis Villoro, Conferencia sobre la lluvia (Almadía, 2013) es la primera obra de teatro de este autor que disfruto (sólo ha escrito tres, se supone). En este monólogo (muy en la línea del Auto de fe, de Canetti, por el tema, y Sobre el daño que hace el tabaco, de Chéjov, por la forma) un bibliotecario da una conferencia que desvía constantemente al asunto que más le interesa: su vida.
Los dictadorzuelos provinciales de Chiapas, transfigurados en presidentes municipales, tienen sangre de galleros, apostadores y pistoleros. Se erigen y sostienen en la impunidad, la injusticia y el miedo. Son perros de rancho, que ladran, muerden y arrebatan. En la primavera y el verano son rabiosos y sordos al respeto y la tolerancia.