Saber tocar la campana
Hoy, nuestros gobernantes, hay que recordarlo y reconocerlo, no nos persiguen si los criticamos por habérseles olvidado tocar la campana o tocarla a destiempo durante el grito. Ha habido prudencia y madurez, y eso se agradece. Esperemos que ese respeto continúe, porque la persecución a los opinadores es el primer síntoma de un Estado desmembrado, intolerante y delincuencial.