
Algo supuestamente divertido que no volveré a decir
El primer encuentro que tuve con el humor negro fue a los ocho años, como parte de un episodio desafortunado. Mi padre iba a ser sometido a una operación y minutos antes de partir hacia el hospital reunió a la familia completa en la sala. En ese momento –en que no faltaron las palmadas en el hombro para todos y mi madre no se cansó de secarse las mejillas–, tuve la estúpida idea de decir un chiste que había visto por televisión: –Papá, ¿y la puerta de tu cuarto es muy grande? –No sé, ¿por qué? –Para que entre la […]