Diez minutos
De pronto, la atmósfera se convierte en esos instantes que ya he vivido, las fachadas de las casas, las viviendas con árboles que se asoman y que me saludan recordándome su presencia.
De pronto, la atmósfera se convierte en esos instantes que ya he vivido, las fachadas de las casas, las viviendas con árboles que se asoman y que me saludan recordándome su presencia.
Ada se detuvo frente al espejo de su tocador, estaba sin una gota de maquillaje. Observó atentamente su rostro, lo veía pálido, sin los tonos que acostumbraba a colocarse y se asomaban las líneas de expresión propias de su edad. Tomó el cepillo y comenzó a peinarse, lo hacía con sumo cuidado y observando que su cabello estaba tomando el color natural, el tono del tinte que solía pintarse se había desvanecido. Se asomaban los hilos de plata en buena parte de la cabellera.
Tenía la mente llena de ruido, había estado en situaciones de estrés por cuestiones familiares y laborales y justo por eso quería dormir mucho, para ver si lograba descansar y levantarse con más ánimo.
El cielo estaba bellamente decorado con nubes blancas y el azul celeste de fondo le daba un lindo toque al paisaje, las ráfagas de aire hacían que la intensidad del sol fuera más llevadera.
Antonieta y Augusto, su hermano menor, fueron el fin de semana al zoológico, ella le había prometido que lo llevaría de paseo. El niño estaba aprendiendo a leer y Antonieta pensó que era un buen ejercicio que pusiera en práctica la lectura con los letreros que había ahí.
Regresó a sentarse, se colocó como si estuviera en casa y comenzó la lectura.
Julieta se percató del silencio que se formó, miró el espejo retrovisor y observó que los mellizos iban despiertos y atentos al paisaje, cada uno en su respectiva ventana, con el cristal hacia abajo.
El calor estaba más que sofocante, la época de vacaciones de Semana Santa había llegado y Catalina la esperaba con mucha emoción. Estaba feliz que no le habían dejado tarea en la preparatoria, así podría hacer un receso de sus actividades educativas en línea y disfrutar mejor el descanso.
Siguió su paso y se halló en la calle de los encuentros, así la había nombrado, le trajo a la mente la vez que le contó a su amigo Jerónimo que vivía en otro estado, que la vista de la ciudad era hermosa desde ahí, porque la calle estaba ubicada en lo alto y la ciudad se apreciaba muy bien. Y tiempo después habían recorrido juntos ese espacio.