Desde el pasillo del piso 12 mi amigo Alejandro Berthier y yo lanzamos sendos avioncitos de papel. El suyo lucía espectacular, con dobleces que yo no conocía. El mío era el mismo de siempre, el que me enseñó mi padre. Le llamaba el Murciélago. ¡Qué bien voló el de mi amigo, un vuelo suave, como piloteado a control remoto! Luego de casi un minuto en el aire terminó estrellándose contra un árbol lejano. Iba a ser muy difícil superar su hazaña. Berthier me apaleaba en matemáticas, y en que tenía un vochito amarillo, y también tenía un libro con 100 […]
Comparte esta nota con tus conocidos:
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...