
Dos mujeres novelistas
Me escribe mi amigo Alejandro Nudding y me cuenta que me soñó. Que le conté que era una persona de otra época (“me dijiste que eras una especie de Frankenstein cansado”) y le pedí que me dibujara al despertar
Me escribe mi amigo Alejandro Nudding y me cuenta que me soñó. Que le conté que era una persona de otra época (“me dijiste que eras una especie de Frankenstein cansado”) y le pedí que me dibujara al despertar
Respiró profundo al tiempo que sentía la llovizna que comenzaba a caer sobre su cabeza y rostro. Se percató que era tarde, sin embargo, esa mañana había iniciado con un giro diferente en su rutina y le recordó la importancia de conservar la capacidad de asombro en lo cotidiano.
– Comandante: ¿me permite ir a casa a visitar a mi familia? Ya ganamos la revolución. – Apenas ganamos la guerra. La revolución comienza ahora. —————- – ¿Justicia? En la medida de lo posible.
Diáfanamente recuerdo, la primera vez que vi el árbol derribado, el tronco seco que producía taberna. Era de mañana y acompañaba a mi padre a cobrar la cuota mensual del agua entubada, sistema municipal recién inaugurado en el pueblo.
Debo confesar que soy un tanto escéptico de los debates porque no le veo mayor utilidad que el de la presencia escénica de quienes deciden embarcarse en una disputa por cargos y espacios para la representación política de la ciudadanía.
Nos faltan barrios. Para seguir viviendo en ellos, necesitaríamos realizar toda una campaña de dignificación de la palabra. Ponerla en contraste con el pomposo término de zona residencial y decir que el barrio fue como el cordel de luz que circundaba a los pueblos del mundo. Nos falta barrio; es decir, nos hace falta reconocer que somos pueblo.
México es conocido en el mundo por la actividad de sus creadores. Desde el arte producido en las comunidades rurales hasta el que florece en los medios urbanos, a lo ancho y a lo largo del país, los creadores mexicanos inundan de belleza al planeta. Los poetas de México son leídos en una amplia variedad de idiomas, desde el castellano, pasando por los idiomas de los pueblos originarios, hasta las lenguas de Europa, Asia, África y Oceanía.
El libro de Luis Daniel podría analizarse por sus títulos: “Guaguancó, pero guaguancó enamorado”, alude al famoso soneto de Quevedo; “¿Sueñan las niñas de provincia con ovejas eléctricas?”, a la historia célebre de Philip K. Dick; “La profunda tristeza del Dios del trueno”, se refiere a Thor…
Me agrada recordar el anuncio que hace la naturaleza cuando saldrá nucú, y le llamo así porque es una especie de indicador para estar al pendiente si se quiere recolectarlo; el anuncio lo hacen una especie de insectos, ‘pequeñas palomitas’, así les llamamos en mi familia.