
La vida puede ser bella
Con mi queridísimo compadre Ricardo Mena, amigo imprescindible de toda mi vida (a quien desafortunadamente veo muy, muy poco) platicábamos hace tiempo sobre Chelis Solís, su suegro vivo en aquel entonces. Recién nos habíamos emborrachado juntos, los tres, y revivíamos felices, Ricardo y yo, ese reciente pasado. Chelis era magistral cuando se lo proponía, con un talento innato para la comedia, un tempo preciso, una asombrosa capacidad para asombrar.