Duodécima parte Antes sin embargo, deciden bajar sus botellas de agua purificada ¡por si las moscas! y entonces sí, a degustar tamaños platillos formidables, en especial esos frijoles negros y espesos, sorbo a sorbo. Terminan alrededor del mostrador de la tienda. En el tol aún queda un tercio de las tortillas servidas, pero entonces Juanjo pregunta casi ingenuamente a su anfitriona: Oiga, doñita y… ¿por qué sólo setenta pesos por todo? Por… ella titubea pues ya no está junto, el marido joven. “Diez pesos el chile vale, y veinte pesos por la comida”, responde. Ha de sonar increíble esto, […]
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