G. Caín, Guillermo Cabrera Infante, III
Cabrera Infante: “Cada vez que oigo la palabra pistola, echo mano a mi libro”
Cabrera Infante: “Cada vez que oigo la palabra pistola, echo mano a mi libro”
Tres años después tratándose de gobiernos municipales y seis si hablamos de gobierno estatal; la realidad nos suena a los chiapanecos como una utopía que salió mal, como algo bueno en el discurso, pero que lastimosamente, todo resultó peor de como estábamos.
Entre los muchos temas que se discuten en la Ciudad de México, tanto por las acciones de los actores políticos, como por los efectos que tienen la conferencias mañaneras del presidente, están el grave problema de todo el sistema de salud nacional, la corrupción anidada en el sector, el mal estado de la infraestructura, el desabasto real o simulado de medicamentos y las graves consecuencias que todo esto tiene en la salud de los mexicanos.
Chiapas sí exige un cambio estructural. Promesa y esperanza se agotaron, para gestar, en más de treinta años de neoliberalismo, procesos de descampesinización que no sólo provocaron una anárquica dinámica migratoria campo-ciudad, sino también una alteración de modos de vivir, de pensar e imaginar.
La batalla fue muy dura. Intensa y con miles de muertos. Tenamaxtle logró romper el sitio y escapar al cerco español, pero los grupos chichimecas fueron desarticulados. A través de algunos sacerdotes, Tenamaxtle aceptó salir de su escondite para asistir a una reunión pactada para llegar a resoluciones que normaran de manera justa la relación entre españoles y pueblos indígenas.
En la película 1917 hay una carrera contra el tiempo que en realidad es escape, pero nadie sabe a qué se huye o a dónde se debe llegar y tener la seguridad de sentirse a salvo. No hay salida. Y no la hay porque es la guerra, y en ésta nada de nuestra lógica responde sino con el sello de la locura.
Lo que hace tiempo emprendimos como un juego, hoy en verdad se ha convertido en una pasión: dejar a la posteridad una biblioteca especializada en Chiapas. Útil a estudiosos e investigadores, cuyos recursos, igual que el sitio, cederíamos en su momento a la universidad pública más prestigiada y eficaz de Chiapas.
Mientras seguían en el alegato, Pilar sonreía, ya imaginaba que algo así sucedería. Su vista se perdió en la contemplación de los diferentes pinos que daban cobijo a las aves que continuaban su cantar. Nada mejor que escuchar los conciertos naturales en compañía de la familia, pensó para sí.
Cabrera Infante: “El único placer (nunca me oirán hablando del deber) del escritor es escribir, aun si sabe que no tendrá lectores. Nadie escribe para ser leído. Se escribe para ser escrito»